Podemos en su laberinto
La operación Errejón sitúa a Iglesias ante el dilema de impulsar un candidato propio aún a riesgo de ser humillado.
En El general en su laberinto, García Marquez dejó escrito que en los preámbulos del amor ningún error es corregible y, claro, como Podemos era una "fábrica de amor" en su comienzos, no hubo forma humana de enmendar los desatinos. Un no parar de equívocos desde que irrumpió en la escena pública para asaltar los cielos. Quién sabe si los morados, como Simón Bolívar, emprenden también el que será su viaje final.
Más cerca hoy del averno que del firmamento, muchos son los que defienden que Iñigo Errejón es una consecuencia de los errores de Pablo Iglesias. Tan amigos, tan compañeros, tan colegas ambos exponentes de la nueva política que, al final, han acabado como otras parejas de la más añeja vida pública.
La diferencia con otros divorcios ya vividos en la política es que en su caso las desavenencias, las torpezas discursivas y los tejemanejes organizativos pueden llevarse por delante una marca que prometió cambiar la forma de ser y estar en política. En su corta existencia, han demostrado que son más de lo mismo y que hay motivos suficientes para saber que ninguna derrota suele ser la última. Tras la de Andalucía llegarán, seguro, otras.
En el próximo capítulo, eso sí, Errejón ya no estará en el Congreso de los Diputados. Ha entregado el acta de diputado, aunque no estaba en sus planes iniciales renunciar al altavoz del Parlamento para su campaña electoral. Sin embargo, tanto insinuaron desde la dirección que no tenía de qué ni cómo vivir de no ser por el escaño que, en un alarde de dignidad, ha querido demostrar a sus críticos que antes está la coherencia que un sueldo público. Lo contrario le hubiera dejado en una posición crítica para la construcción de su propio relato.
La lluvia de críticas que ha caído desde el "errejonismo" sobre Pablo Echenique por decir que el ex número dos anteponía el dinero a la congruencia es un síntoma más de cómo libran las peleas internas los morados y de que la operación Errejón no aventura nada bueno ni para su candidatura ni para el futuro inmediato de la formación política.
Errejón conseguirá quizá sacar de la refriega el siempre incómodo debate sobre si a los políticos les pesa más el bolsillo que las ideas, pero en algún momento tendrá que decidir también si abandona la militancia en Podemos o se mantiene impasible en los órganos de dirección de un partido que ya le ha situado fuera de sus siglas. Si de algunos miembros de la dirección dependiera, el ex número dos estaría ya en el cubo de la basura de la historia por haber dinamitado la formación en el peor momento de su corta existencia. Hay, sin embargo, quienes no ven mayor dramatismo en la salida de Errejón en la medida en que la vida interna se había convertido desde la derrota del ex número dos en Vistalegre II en una bomba de relojería que podía estallar en cualquier momento.
No hay encuestas aún que permitan atisbar cómo afectará la "operación Errejón" al bloque de la izquierda en la Comunidad de Madrid y tampoco si Carmena se verá perjudicada por inmiscuirse en los líos internos de un partido habiéndose erigido siempre en referente social por encima de cualquier sigla.
Los datos más recientes son los de una encuesta difundida por Telemadrid, según la cual las derechas sumarían en la región más de un 55% del voto frente al 40% de la suma PSOE-Podemos. El sondeo desvela un triple empate entre PSOE, PP y Cs con apenas una diferencia de décimas en intención de voto mientras Podemos mantiene un suelo del 18%, y VOX irrumpe con fuerza al obtener un 12%.
La misma encuesta, realizada el día anterior a que Errejón diera la estampida de Podemos, otorga al ex número dos de los morados una valoración pírrica de un 4 sobre 10, la más baja de todos los candidatos, si bien entre los votantes de su formación obtiene 7 puntos, muy por encima de la puntuación media que suele obtener Iglesias también entre los suyos.
Que Errejón pudiera ganar las elecciones en Madrid con un Podemos a la baja era una misión imposible, pero que lo pueda hacer ahora con Podemos en contra y con un candidato impulsado por la formación sólo puede fragmentar aún más el voto de la izquierda y beneficiar en todo caso al bloque de derechas. Todo conduce, salvo sorpresa, a una derrota segura y sin retorno para un Errejón que, de no sumar suficientes escaños con el PSOE, quedaría relegado a portavoz de la cuarta fuerza política en un Parlamento regional.
La dirección estatal mantiene firme su posición de impulsar un candidato propio, después de rebajar la inflamación por lo ocurrido, y aún a riesgo de fragmentar el voto y asumir el riesgo de impulsar un cartel que pueda quedar por debajo de Errejón en el escrutinio. Ese escenario abriría, después, otro debate de mayor calado en la formación, que sería el de su propia supervivencia.
Hasta entonces y, tras derivar la decisión final a Podemos Madrid, lo que se verá es a una dirección estatal haciendo esfuerzos por contener la rabia y el dolor de la traición para que sus impulsos pasionales no echen más tierra sobre una izquierda malherida.