Pobre Venezuela, el fracaso anunciado de unos chiflados
La escena estará presente, no sé si por los siglos de los siglos, pero sí por los años de los años, en 'YouTube' y en general, en cualquier rincón de internet.
Se ve al mesías prometido de los comunistas que necesitaban buscar, y rápido, nuevas referencias, nuevos ídolos que resucitaran el ideal de una revolución a lo bolchevique, donde quien mandara fueran los sóviets o, en lenguaje más moderno, pero no mucho, el poder popular, depositado plebiscitariamente en unas manos providenciales ungidas por el espíritu santo o lo que proceda en su caso del imaginario marxista-leninista.
En medio de una plaza caraqueña, se veía al caudillo bolivariano mirando escrutador los pequeños comercios y tiendas del lugar. Preguntaba que qué era aquel local, y enseguida pronunciaba una sonora palabra, con tono cuartelero, autoritario, sabiéndose rodado por las cámaras de TV a su servicio. ¡Exprópiese!, escupía orgulloso de su hazaña entre parabienes serviles y aplausos.
Esa era la democracia bolivariana. "Cuántos pecados se han cometido en tu nombre, libertad", que decía Madame Roland de la Platiere segundos antes de que la guillotina le separara la cabeza del cuerpo, a ella, revolucionaria de la primera hora.
Pues cuántos crímenes se han cometido en tu nombre, Simón Bolívar. Aunque aún aquel golpista, encarcelado por Carlos Andrés Pérez, e indultado por un senil Rafael Caldera, a quien le pudo el odio visceral, sarraceno, contra su adversario CAP, a pesar de que era copeiano, o sea, demócrata cristiano, conservaba aún el aura de buen revolucionario, lleno de sanas intenciones para limpiar un sistema democrático pero con alta corrupción, el régimen ya iba proa al marisco.
Ninguna democracia, ni ningún régimen, se sostiene sobre la improvisación, la arbitrariedad y la construcción metódica de una estructura que si bien estaba sustentada en el voto, a su vez estaba "atada y bien atada", como decían los franquistas del franquismo, a la figura omnipotente de su líder cívico-militar.
Aquellas confiscaciones, además de autoritarias, inmotivadas, frívolas, caprichosas, injustas, ilegales -porque no estaban basada en el respeto a la norma-, destrozaban vidas y haciendas de ciudadanos humildes, gente corriente, cuyo único pecado, como en toda guerra civil, era la envidia.
Aparte de ese factor, muy importante para entender el curso posterior de los acontecimientos, y la entronización de un cateto a babor como Nicolás Maduro, no es lo mismo ser conductor de camión que conductor de un Estado de Derecho, hay otro que no se puede ocultar: existe en el chavismo un cierto componente racista, sectario, hacia los inmigrantes: gran parte de los represaliados eran españoles, y mayormente canarios, isleños, que aún esperan las indemnizaciones.
Suele decirse en el Archipiélago que Venezuela es la octava isla canaria, y en realidad es un segundo archipiélago: solo en Caracas, entre descendientes de canarios y canarios de origen, hay más población que en la mayor parte de las islas, hay más gomeros que en La Gomera, más herreños que en El Hierro, y probablemente más palmeros que en La Palma.
Cientos de miles de familias españolas están atadas por lazos de sangre a cientos de miles de familias venezolanas. Venezuela, pues, nos duele a los españoles; nos duele cuando le va mal, nos alegra cuando va bien. Ahora, la tragedia venezolana tiene en vilo a una importante, estratégica, cantidad de familiares y amigos españoles.
A pesar de la cortina de humo, del inmenso botafumeiro –que tenía por objetivo, como el de la catedral de Santiago, amortiguar el olor que desprendían los desaseados peregrinos tras su larga caminata- desplegado por los alquimistas rabiosos que han ayudado con sus disparatados consejos desde España -y desde la corte chavista- a que Venezuela se hundiera en el caos, el país se ha convertido técnicamente en un Estado fallido, se ha disparado la corrupción como nunca antes, la pobreza como nunca antes, la división social, como nunca antes.... Aún se quema la hojarasca seca para levantar enormes y densas cortinas de camuflaje.
Cada apoyo, cada declaración de amor al régimen bolivariano, cada elogio a Chávez y a Maduro, cada silencio cómplice, es una bofetada a la inteligencia de los demócratas de buena fe y un insulto al pueblo venezolano.
La oposición ganó las elecciones parlamentarias en buena lid, a pesar de los trucos, las trampas, las amenazas y el trabajo de las cuadrillas callejeras y de las cuadrillas con togas y uniformes que han convertido en un hazmerreír la división de poderes inherente a toda democracia.
El colmo, en toda partes hay colmos, es que algunos de los brujos que apoyaron al chavismo y ayudaron a encaminarlo hacia el precipicio, al confundir los delirios con el futuro posible, justifican la insensata sentencia del Tribunal Supremo venezolano que despojó de poderes a la Asamblea Nacional, asumiéndolos porque también oyeron el trinar del pajarito del difunto presidente.
La posterior rectificación de los jueces, que hicieron añicos el principio de congruencia de los hechos propios al recular y cambiar la sentencia a pedido al Gobierno tras el enorme rifirrafe internacional, lo que demuestra es el grado de corrupción judicial.
Es curioso, desde una parte de la izquierda radical española se justifica la prisión -por ejemplo la del líder opositor Leopoldo López, a cuya corajuda mujer, Lilian Tintori, insultan y de cuyo dolor se ríen- o la inhabilitación política de los principales dirigentes opositores -el último, Henrique Capriles, gobernador del estado de Miranda-, en que quieren cambiar al régimen, en que incitan a la gente a movilizarse y a enfrentarse a la gran y desvergonzada trama urdida por la nomenklatura del chavismo internacional y de la JONS.
Es como escupir hacia arriba, que en la cara te caerá, una versión libre del Eclesiastés, cuando el rey Qoelec le dice a su hijo que a quien lanza una piedra a lo alto, encima le cae. Todos sabemos de partidos políticos, movimientos y mareas en España que hacen lo mismo. Declaran que harán activismo callejero contra la "trama", descalifican a las instituciones, donde introducen la zafiedad ante su falta de razones, para poner peldaños en el camino de su destrucción, rodean el Congreso, insultan...
Claro que en España, mientras ellos no gobiernen, están a salvo. En España, todavía reina la cordura; son mayoría los demócratas sensatos que saben perfectamente dónde está el risco y no quieren caer en él. Es fácil saberlo, como decía Bob Dylan, no hace falta ser meteorólogo para saber de dónde sopla el viento.
Los venezolanos sufren como nunca han sufrido. Una exiliada en Canarias, Coromoto, me hipaba hace quizás cinco años, en una nutrida manifestación de nostálgicos de su tierra, que lo que la atormentaba era "la crueldad" de su Gobierno y de sus amigos en España. "Hay que ser crueles para estar impasibles ante lo que nos está pasando", lloraba.
Ya no quedan dudas sobre el clamoroso fracaso de la alucinación bolivariana. No hay medicinas, ni siquiera las básicas; los hospitales no tienen vendas; el papel higiénico es tan lujo como un Rolex; no hay potitos ni pañales para bebés.... ¡No hay gasolina¡, a pesar de las operaciones de maquillaje anunciadas a bombo y platillo, pura cosmética.
Ríos humanos pasan la frontera con Colombia para comprar combustible, alimentos, medicinas, prendas de vestir, zapatos....
Sí, hay que temer a los que justifican el drama de nuestra Venezuela, a los que buscan explicaciones donde no las hay, a los que, cegados por su ambición y endiosamiento, quieren exportar a España el modelo bolivariano, si bien, como el apóstol y pescador Pedro, lo nieguen tres veces, treinta o trescientas.
España y la Unión Europea deben ayudar urgentemente a los venezolanos secuestrados por un Gobierno que se niega a reconocer que el pueblo que un día creyó en él y lo aupó, ahora lo desprecia.
Justificar la persecución de la oposición es una insensatez, un pecado mortal democrático. La oposición es la única actividad, como explicaba Felipe González, en la que se cobra para oponerse, y que tiene su fundamento en la necesidad de la crítica y la confrontación de ideas para controlar a los poderes.
Como en todos los engranajes autocráticos y engrasados por las dádivas del sistema, la persecución bolivariana –no hay que olvidar el fundamento golpista de su legitimidad de origen, luego validada por urnas infectadas por el virus de la ensoñación– hacia los medios de comunicación ha sido de extraordinaria fuerza.
Hoy día, solo un puñado de valientes, como en Cuba, como en Nicaragua, mantienen enhiesta la bandera de la libertad.
Sí, libertad, cuántos crímenes se cometen en tu nombre.
Aviso a los exquisitos: el PCE de la clandestinidad en el franquismo, y los dirigentes del PCE en la Transición, tomaron el relevo de un eurocomunismo que, a pesar de haberse alejado del doctrinarismo, el militarismo y el intervencionismo de Moscú -tardíamente, es cierto-, no alcanzó el éxito ni el rédito a su enorme esfuerzo y sacrificio para traer la democracia, porque ya no era su tiempo histórico. Y si no lo era entones, menos lo es ahora, a pesar de que la mona se vista de seda