Cómo perderse por las tierras del vino blanco más famoso de España
Un recorrido de sabor, historia y naturaleza por la Ruta del Vino de Rueda.
No habrá calle que no esté pintada con el rastro de las uvas recién vendimiadas. No habrá un solo rincón que no huela al líquido que crecerá en las bodegas y acabará llenando las botellas del vino blanco más conocido en España. En septiembre, en Rueda (Valladolid), no habrá un sólo rincón del pueblo, un solo habitante o un solo esfuerzo que no se vuelque en la vendimia. Tampoco ahora, en junio, es diferente. Todos en el pueblo que da nombre al vino miran al cielo obsesivamente, para alejar las lluvias y atraer el calor que llenará las viñas de flores. Sin flores, no hay uvas; sin uvas, aquí, no hay nada.
Rueda está en el corazón de la Denominación de Origen creada en 1980 y en el centro también de la Ruta del Vino de Rueda, una iniciativa de 2013 para revitalizar una zona llena de historia, cultura, naturaleza y gastronomía, pero afectada por la despoblación y la falta de oportunidades. Se extiende por el sur de Valladolid y el norte de Ávila y Segovia: miles de hectáreas de territorio donde la huella del vino es profunda e indeleble.
El pueblo de Rueda es el mejor ejemplo de ello. Ligada a la producción de caldos desde la Edad Media, esta villa disfrutó sus décadas doradas entre los siglos XVII y XIX gracias al comercio del líquido elemento. Las familias nobles se instalaron en la localidad atraídas por su pujante economía y las casas blasonadas que construyeron son ahora parte del legado que le mereció a Rueda la declaración como Conjunto Monumental Histórico-Artístico y Bien de Interés Cultural.
El vino en el pasado… y en el presente: el pueblo acoge actualmente 23 bodegas, más que ningún otro de los municipios que forman parte de la Ruta. Entre ellas están las Bodegas Viore, un complejo vanguardista por dentro y por fuera del que salen cada año más de 700.000 botellas de vino. El recinto, que se puede visitar con cita previa, muestra la faceta más industrial del trabajo vitivinícola en la Ruta, pues su actividad descansa en la vendimia mecanizada (“recogemos 120 millones de kilos de uva, necesitaríamos un ejército”, explican) y en los más sofisticados controles microbiológicos.
Esa modernidad a ultranza contrasta con la Historia que se respira unos pocos kilómetros al norte, en Tordesillas (Valladolid). En el imaginario de muchos solamente por la controversia sobre el Toro de la Vega, es uno de los puntos más septentrionales de la Ruta y alberga algunos de los monumentos imprescindibles para cualquiera que la recorra completa o en parte. En Tordesillas, donde Juana I de Castilla estuvo recluida entre 1509 y 1555, se conservan las Casas del Tratado en las que Castilla y Portugal se repartieron el Nuevo Mundo en 1494.
Tordesillas, que este año celebra el 525 aniversario de ese acuerdo, fue declarada Conjunto Histórico-Artístico en 1977. Además de su puente medieval, las iglesias de San Pedro o Santa María y el templo de San Antolín, convertido en museo de arte sacro, acoge el Real Monasterio de Santa Clara, una de las mejores muestras de arte mudéjar en Castilla y León. El espectacular conjunto se hace aún más destacable porque todavía es el hogar de 8 monjas de clausura, con edades entre los 35 y los 95 años.
Para poner la grandeza de Santa Clara en contexto se puede visitar Olmedo (Valladolid), donde el Parque Temático del Mudéjar permite visitar en una hora varias joyas artísticas castellano y leonesas que distan muchos kilómetros entre sí. El restaurante El caballero de Olmedo, a solo unos pasos, permitirá reponer fuerzas tras semejante viaje. Olmedo, además, acoge el mejor centro de operaciones para todo aquel que se decida a dejarse llevar por las historias y los sabores de la Ruta de Vino de Rueda: el hotel Balneario de Olmedo, un complejo termal de 4 estrellas levantado sobre las ruinas de un monasterio cisterciense del siglo XII.
El municipio debe mucho de su fama a la tragedia de Lope de Vega El caballero de Olmedo y por eso honra al Fénix de los Ingenios con un museo interactivo, el Palacio Caballero de Olmedo, del que podrían aprender algunos museos de grandes ciudades. El visitante vive una experiencia sensorial que le acerca a la obra, a la vida de Lope y también a la historia de Olmedo sin perder nunca el interés, gracias a juegos visuales y guiños constantes a los recursos del teatro clásico español. Precisamente en torno al teatro gira una de las grandes actividades de la localidad en verano: el festival Olmedo Clásico (11-21 julio de 2019).
El teatro clásico es una de las armas que han utilizado en Olmedo para luchar contra la despoblación. En Matapozuelos, a sólo 17 kilómetros, han optado por la gastronomía. Este pequeño pueblo de apenas 1.000 habitantes acoge dos de los mejores restaurantes de la Ruta, el Mesón de Pedro y La Botica de Matapozuelos. El segundo, ubicado en una casa de labranza de 1876, tiene una estrella Michelin y aúna dos almas gastronómicas: la clásica de Teodoro de la Cruz, el padre y la moderna de Miguel Ángel de la Cruz, el hijo. La cocina de uno y otro está tan ligada al producto de la zona que probar cualquiera de sus platos es otra manera de recorrer la Ruta con la mente y el paladar. Con la misma idea de que el sabor dé vida al pueblo trabajan en el obrador La Giralda de Castilla.
Su producto más famoso, el mantecado al vino de Rueda, recuerda a quien lo prueba que el vino corre por las venas de este territorio y que todo lo que rodea a la uva es objeto de respeto reverencial en la zona. A unos kilómetros apenas de Matapozuelos, otro pueblo que apenas supera los 1.000 habitantes refleja como ningún otro la razón de ser de esta parte de la España vacía que no merece estarlo. Es La Seca (Valladolid), epicentro de la meseta castellana, rodeada de un paisaje en calma en el que dan ganas de perderse a pie, en bici o a caballo.
La Seca es “la cuna del Verdejo”, la variedad de uva con la que se produce la mayor parte del vino blanco de Rueda. Es el lugar que más vides acoge de toda la Denominación de Origen y entre los viñedos que la rodean, cuando la flor de la uva empieza a tomar forma, sólo cabe pensar que hay muchos motivos para acercarse a esta tierra y brindar.