¿Un tsunami en España? Es posible, pero ahora estamos preparados
Interior aprueba el primer plan de protección ante maremotos y detecta los mayores riesgos en la costa occidental de Andalucía y en Canarias.
El riesgo de que España pueda sufrir un tsunami es real. No es cuestión de agoreros, sino de ciencia. Por eso el Ministerio del Interior acaba de aprobar el Plan estatal de Protección Civil ante el Riesgo de Maremotos, un seguro de protección para la costa del que sorprendentemente aún carecíamos, pese a que en esta zona -7.660 kilómetros cuadrados- viven 23 millones de personas, el 58% de la población. Tras años de atraso y de empeño de los especialistas, el nuevo dispositivo se ha colocado a la vanguardia de Europa.
El objetivo del plan es el de detectar con la mayor anticipación posible estos fenómenos y avisar a la población para proceder a la evacuación y a la autoprotección antes de que el agua llegue a tierra. Parece sencillo, pero detrás lleva un trabajo de coordinación entre administraciones estatal y autonómicas ”único”, en palabras del ministro Fernando Grande-Marlaska, basada en el Sistema Nacional de Alerta de Maremotos y la información de la Red Sísmica Nacional, los mareógrafos de los puertos o los sistemas de detección del Instituto Oceanográfico Español.
El pasado 19 de julio ya se constituyó la Comisión Técnica sobre el riesgo de maremotos, un órgano técnico de consulta cuya misión es el asesoramiento a los órganos de dirección del Plan Estatal y, en su caso, de las comunidades autónomas, ante casos de siniestros provocados por sismos en el mar.
Todo lo que sea posible para determinar la localización y el momento, el dónde y el cuándo, esenciales cuando se levantan estas olas gigantes, capaces de desplazarse miles de kilómetros a velocidades de entre 500 y 1.000 kilómetros a la hora, con muy poca pérdida de energía, esto es, con su potencial devastador prácticamente intacto.
El plan de Protección Civil hace un estudio de riesgos potenciales que evidencia lo diverso de la amenaza en los distintos tramos de costa española. Todo depende de la cercanía y movimiento de las placas tectónicas más próximas, cuyo choque o fricción es la principal causa de estos fenómenos, aunque también pueden producirse por la caída de una ladera o por un volcán. Como media, desde que se produce un maremoto hasta que choca contra la costa pasa aproximadamente una hora, pero se tardan diez minutos en detectarlo y otros siete minutos en calcular dónde impactará y lo que inundará.
El riesgo va por zonas
Hay tres zonas de riesgo, según este plan: la más peligrosa comprende las costas de Huelva, el oeste de Cádiz y Canarias. La zona de riesgo intermedio es la mediterránea y Galicia y el Cantábrico, por último, es el área menos peligrosa.
Las mayores elevaciones por maremoto se producirían en la costa occidental de Andalucía y en Canarias, hasta los ocho metros, con un tiempo de llegada que va de los 55 minutos del oeste andaluz a la hora de las islas. En el caso andaluz, también se pueden dar tsunamis de menor magnitud, con un tiempo de llegada de media hora. En este caso, dependen de las fallas de Marqués de Pombal y Horseshoe.
En la costa mediterránea andaluza es la falla de Alborán sur la que hay que vigilar. Pueden generarse olas de cinco metros en Málaga y Melilla, con un tiempo de llegada de 20 minutos. Casi inmediata es la llegada en la franja mediterránea, porque las fallas en este caso -Golfo de Rosas, Neotectónica de Barcelona-Tarragona, Crevillente, Santa Pola y La Marina- están muy cercanas a tierra o incluso tienen parte de su traza en tierra, indica Interior. Las elevaciones, en este caso, serían de un metro.
En la zona norte de la costa de Murcia se aguardan olas de dos metros con toque en tierra en 30 minutos, a causa de la falla La Marina. Baleares debe vigilar sobre todo su franja norte en Mallorca y Menorca, por la falla Barcelona-Tarragona, con elevaciones de 0,6 metros y llegada en 20 minutos. Ceuta tiene 20 minutos para reaccionar, ante subidas previstas de 1,2 metros por la falla de Jebha.
Galicia puede tener alturas máximas de dos metros por el Banco de Gorringe, pero el tiempo de llegada de estos maremotos es mayor, de hasta una hora. En el resto de la cornisa cantábrica, los valores previstos en Asturias, Cantabria y País Vasco son inferiores a 0,5 metros, por lo que queda fuera el ámbito de aplicación del nuevo plan.
Los antecedentes
Ha pasado antes, y puede volver a pasar. Según el Instituto Geográfico Nacional, en España se han registrado 24 maremotos desde el año 218 antes de Cristo. Lo que más pesa en la redacción del plan y en las intervenciones de los responsables de Interior fue lo ocurrido en la costa de Cádiz y Huelva en 1755, cuando amplias zonas -sobre todo de la capital gaditana- quedaron inundadas. Murieron 2.000 personas. Una tragedia terrible a veces olvidada ante la magnitud de Lisboa, que se llevó la peor parte del terremoto, con 15.000 víctimas mortales.
Aquel maremoto llegó a una magnitud de nueve grados y fue el más grave conocido en España. Hubo olas de 15 metros que no encontraron obstáculos ni en las murallas de las viejas ciudades y que no se conformaron con entrar una vez tierra adentro, sino que está documentado que llegaron a entrar y salir hasta tres veces, por ejemplo, de Cádiz capital.
La geografía del área, con un litoral llano y sin apenas altura, sigue siendo la misma y entonces permitió a las olas penetrar muy hondo, hasta un kilómetro, pero las consecuencias de un maremoto en el mismo lugar podrían ser más graves ahora, puesto que actualmente la población e infraestructuras de los municipios costeros es mucho mayor.
El Grupo de Investigación Edanya de la Universidad de Málaga, reconocido a nivel internacional por sus aportaciones al modelado matemático y simulación numérica de tsunamis y líder europeo en la materia, ha elaborado ejemplos gráficos sobre el daño de aquella catástrofe y con ellos se despejan dudas a quienes traten de minimizar el riesgo: pasan los primeros segundos, parece que no ocurre nada, y luego llega la inundación.
El último maremoto ocurrido en España data del 27 de mayo de 2003. Un terremoto en la costa de Argelia generó un tsunami de pequeñas dimensiones, con olas llegaron a puertos baleares como los Palma de Mallorca y Mahón. No pasó de 15 centímetros, pero dañó algunas embarcaciones.
¿Se puede saber cuándo vendrá el siguiente?
Es, como se suele decir, la pregunta del millón. Y la respuesta es no. El propio plan del Gobierno lo reconoce, se está preparando para un riesgo que es real, vaya que sí, pero que nadie sabe si llegará, no cómo ni cuándo. El geólogo hispalense Alejandro Fernández explica que España está situada en una zona sísmica “importante”, área de contacto entre las placas africana y la europea. No estamos ni por asomo cerca de lugares como Japón o el Cinturón de Fuego del Pacífico, donde ocurre el 81% de los mayores terremotos del mundo, porque aunque hay fricción, el riesgo es “moderado o bajo”, indica. Incluso las recientes cadenas en Granada o Murcia evidencian que la tierra se mueve a nuestros pies, pero sin gran fiereza.
“Es muy complicado. La naturaleza es imprevisible, esa es parte de su grandeza. El consenso en la comunidad científica es que donde ha habido un movimiento puede volver a haberlo y lo que es esencial es estar preparados para que, si eso pasa, se afronte la crisis con las mejores garantías”, indica. Habla de un “factor de retorno”, que es tan abierto que lo mismo tarda en aparecer un puñado de años que unos miles;“son circunstancias que tiene ese terreno y que permanecen”, avisa.
A veces, añade, es complicado saber con tiempo cómo es lo que se avecina, porque “normalmente existen olas sucesivas con, incluso, un mayor poder destructor que la primera”, de ahí la importancia de sistemas de detección como el aprobado por el Consejo de Ministros el pasado mes. La palabra que repite es “desafío”.
Qué hacer
De momento, la aprobación del nuevo plan ha activado a la población de las zonas afectadas, donde se están ya afinando los protocolos de información y aviso, hasta a niveles de verdadera batalla ciudadana. En Cádiz hay asociaciones de vecinos como la de Segunda Aguada que han elaborado sus propios consejos de actuación.
En el caso de que se produzca un tsunami, el Ministerio de Interior considera clave las tareas de prevención y preparación para conseguir una rápida reacción de los ciudadanos. Así, se recomienda a las comunidades la elaboración de “planes de evacuación que deberán considerar el alejamiento de la costa hacia zonas de cotas superiores a los diez metros por encima del nivel del mar”.
No obstante, hay casos en los que el tiempo es mínimo, por lo que se aconseja la evacuación vertical: sencillamente, subir a un edificio a una altura suficiente para evitar la llegada del agua. Se recomienda situarse a más de 30 metros. “Para ello es preciso hacer un trabajo previo de identificación de aquellos edificios de altura que reúnen las características necesarias de resistencia ante maremotos”, indica.
Puede haber daños por impacto directo, por inundación y por erosión por las olas cuando regresan al mar, con una fuerza de 100 kilómetros por hora. La fuerza del maremoto podría derribar edificaciones y arrastrar objetos muy pesados, como escombros y automóviles, por lo que hay que tener especial atención a esos obstáculos. Y con las falsas pausas: a veces se piensa que viene una única ola, la gente se relaja y hasta acude a la costa a ver los efectos, y entonces vienen más y se agiganta el drama. Un maremoto puede producir 10 o más olas destructivas durante 12 horas.