Buscar trabajo cuando no has hecho un currículum en tu vida: "Ahora todo es diferente"
La pandemia ha acelerado la digitalización del mercado laboral y ha dejado atrás a quienes ya tenían dificultades: “Ya no se hace nada presencial”.
Que el mercado laboral ha cambiado enormemente en los últimos tiempos no es una frase hecha. En 2008 vino una megacrisis que se arrastró durante años, en 2020 una pandemia, en 2022 una guerra… y una reforma laboral. Mientras tanto, oímos hablar de transformación digital, de empleos verdes, de planes de Bruselas, de brecha digital. Y, de nuevo, no son términos vacíos. En Cruz Roja llevan veinte años trabajando con las personas que ponen rostro a estas crisis, dificultades y cambios. Claudio, Luis o Manoli son sólo tres de ellas.
Cada una de estas personas lleva consigo una historia distinta pero con algo en común: han tenido que hacer frente a numerosos obstáculos en su camino. Luis estuvo durmiendo durante meses en su coche tras perder el trabajo justo antes de la pandemia; Claudio tuvo que hacer lo mismo cuando emigró desde Argentina a España después del corralito, en 2001; Manoli sufre una discapacidad que le impide permanecer mucho tiempo de pie y la ha obligado a rechazar trabajos que antes le daban de comer.
Los tres recurrieron a Cruz Roja en algún momento, y los tres son ahora voluntarios con la organización tras haber encontrado un empleo más o menos estable. En Cruz Roja explican a El HuffPost que, desde que se creó su Plan de Empleo hace ahora veinte años, han trabajado con 780.000 personas vulnerables, entre ellas más de 17.700 mujeres víctimas de violencia de género, una cifra similar de solicitantes de asilo y refugio, migrantes, jóvenes con dificultad para la inserción laboral, personas sólo con estudios primarios, mayores de 45 años.
Todas las dificultades de base más una “capa digital”
Desde 2002, el perfil de los participantes ha cambiado y se ha ampliado mucho. El fenómeno más reciente que observan desde la organización es cómo la pandemia ha acelerado rápidamente una transición digital que llevaba años incubándose, cómo esto ha obligado a empresas y trabajadores a actualizarse a marchas forzadas, y cómo, de nuevo, ha ido dejando atrás a las personas con más dificultades.
Cruz Roja ha identificado en la llamada brecha digital uno de los perfiles de personas más vulnerables que necesitan ayuda en el marco de su Plan de Empleo. “En este momento, nos encontramos personas donde la brecha digital es muy alta, donde los oficios para los que se habían cualificado ya no existen”, explica Maika Sánchez, directora del área de Empleo de Cruz Roja. “Ahora, cuando buscas un trabajo, o incluso cuando no quieres perderlo, sabes que vas a necesitar saber usar unas máquinas, y que todo va a estar digitalizado y automatizado, o al menos una parte”, apunta Sánchez. Es lo que ella llama la “capa digital” que revisten prácticamente todos los trabajos desde la pandemia, y que a veces vuelven el mercado laboral aún más inaccesible para quienes ya lo tenían complicado.
“Ahora ya no se hace nada presencial”
Es el caso de Manoli Serrano, de 57 años y residente en Segovia. La mujer, con una discapacidad por artrosis degenerativa en las rodillas, había ido encadenando “trabajillos” temporales cuando la pandemia se cruzó en su camino. De Madrid, pasó a vivir en Segovia –donde le pilló el confinamiento– y, al no tener trabajo pero sí muchas ganas de ayudar, llamó a Cruz Roja para ofrecerse como voluntaria en la peor época del virus. Desde la organización le explicaron que estaba todo cubierto, pero le sugirieron que participara en su iniciativa ′Puentes hacia el empleo’, dirigida a mujeres en situación de exclusión social. Y ella, claro está, se apuntó.
“Como todas [las participantes del programa] estábamos metidas en nuestra casa, nos organizaban salidas al campo para hacer ejercicios de respiración y relajación, una clase de sevillanas en una escuela de baile… cosas para subirnos el ánimo”, rememora Manoli.
La mujer cree que, en ese momento, el programa la ayudó sobre todo a mantenerse “activa”, pero también a formarse en competencias que ahora resultan clave. “Nos dieron píldoras informativas sobre cómo hacer un currículum, cómo aplicar a solicitudes en páginas de búsqueda de trabajo por internet, cómo se utiliza LinkedIn…”, enumera. “Somos gente que no ha hecho un currículum en su vida, y menos con todo lo que se pide ahora: hacerlo por ordenador, meterse en páginas de empleo, hacerlo en vídeo a veces, adjuntar archivos… te tienen que formar en todo el tema digital, porque si no, no llegas”, relata Manoli. “Ahora ya no se hace nada presencial”, dice, y esta mujer, como tantas otras personas, ha tenido que aprender a hacerse a ello en poco tiempo.
Manoli ahora trabaja como auxiliar administrativa en una empresa de formación y, de vez en cuando, también la llaman –a través de Cruz Roja– para ayudar a personas con movilidad reducida que viajan en Renfe. “El trabajo me encanta”, reconoce.
Según datos de Cruz Roja, una de cada cuatro personas que ha participado en alguna iniciativa del Plan de Empleo ha conseguido un puesto de trabajo, y 6.272 personas han puesto en marcha su propia iniciativa empresarial.
Las empresas buscan capacidad de adaptación y “saber estar”
Maika Sánchez explica que Cruz Roja ha colaborado con unas 70.000 empresas para su Plan de Empleo. “Cuando vamos a mesas de diálogo con ellas, les preguntamos cuál es el perfil profesional que buscan, y las competencias que mencionan no tienen tanto que ver con el cometido del puesto en sí, sino con la capacidad de adaptación al cambio, la flexibilidad en el puesto, y todo el tema digital”, señala.
Sánchez habla de un “saber estar” –en este nuevo mundo, se entiende–, de un nuevo paradigma en la búsqueda de empleo con el que las generaciones mayores no están tan familiarizadas. Por encima de todo está, de nuevo, la brecha digital. “Vemos que hay puestos de trabajo que se siguen llamando igual pero no tienen el mismo contenido ni los mismos requisitos”, afirma la directora del área de Empleo de Cruz Roja. Y “ya sólo para hacer una entrevista de trabajo necesitas esos conocimientos, porque muchas se hacen por videollamada, o incluso para dejar un currículum es a través de portales”, añade.
“Me tuvieron que echar una mano”
Luis Andrés Aliques, de 55 años y residente en Cantabria, sabe bien de lo que habla Maika. Para él, el punto de inflexión también fue la pandemia. Poco antes del confinamiento se quedó sin trabajo y estuvo “unos cuantos meses durmiendo en el coche”. Entonces alguien le sugirió que fuera a Cruz Roja, que “a lo mejor me podían echar una mano”. “Yo nunca había hecho esto, pero fui, y me atendieron muy bien”, cuenta ahora.
Hasta ese momento, había trabajado durante 15 años cuidando a personas mayores. A través de Cruz Roja, el hombre pudo acceder a alojamiento, y empezó a encadenar cursos de formación que le ofrecían desde la organización y que él iba haciendo desde su móvil. “Me ayudaron un montón”, asegura.
Cuando se le pregunta por el tema de la brecha digital, Aliques responde: “Sí, sí, eso me costó, me tuvieron que echar una mano”. El hombre explica que “hacía muchos años que no hacía un currículum ni nada y ahora, al parecer, todo es diferente”. “Siempre me echaron una mano, cada vez que no sabía algo me lo explicaban”, cuenta.
Al final, Luis encontró trabajo en la limpieza y mantenimiento de máquinas en la planta de Firestone, en Torrelavega. “Llevo ya un año y medio y estoy muy bien”, dice. Desde entonces, colabora como voluntario en Cruz Roja “para devolver el favor”.
“Pasé dos años muy, muy, muy complicados”
Claudio Mogilner, de 47 años, tiene aparentemente poco que ver con Luis Aliques, pero sus historias comparten algunos puntos. Claudio, argentino de Buenos Aires, llegó a Madrid en 2001 “luego del famoso corralito argentino”. Tenía 26 años y había viajado con el equivalente a 3.000 euros, dinero que se le agotó al poco tiempo, igual que la visa como turista. En tres meses se quedó en situación irregular y, por tanto, sin permiso de trabajo. “Pasé dos años muy, muy, muy complicados, durmiendo en el coche, pasando hambre”, relata. Hoy puede decir que la suya es “una historia muy bonita de superación, pero en su momento no fue nada bonita”.
Antes de emigrar, Claudio había trabajado como realizador de televisión en Estados Unidos y en Argentina, “pero en España no tenía permiso de trabajo y, aunque lo hubiera tenido, en esa época era muy difícil insertarse en el mundo audiovisual”, explica. De Madrid se mudó a Salamanca, y allí recurrió a la ayuda de Cruz Roja “hasta para comer, porque la situación era delicada”.
Emprender “para comer”
Claudio estaba literalmente solo en España, “no conocía absolutamente a nadie”. Recuerda que cuando compró su primer teléfono móvil, “un Amena de prepago”, se puso muy contento. Luego se dio cuenta de que “no tenía nadie a quien llamar, no tenía ningún contacto en la agenda”, y se le pasó la emoción.
Todo el afán de Claudio en ese momento era “emprender”, no tanto por “ambición económica”, sino “para comer”. En Cruz Roja le ayudaron a cubrir sus necesidades más elementales, pero también con todos los trámites, papeleos y burocracia necesarios para regularizar su situación y emprender.
“Cuando llegas a un país nuevo y no sabes cómo funcionan bien las cosas, necesitas mucho acompañamiento, para entender las normativas, las leyes, las condiciones, los permisos de trabajo… Se necesita muchísimo, y siempre faltaba algún papel”, recuerda. “Si ibas a la Subdelegación de Gobierno, te decían que faltaba el empadronamiento, si ibas a empadronarte, te decían que no podías porque te hacía falta un número de identificación, si querías abrir una cuenta en el banco te decían que no tenías permiso… en ese momento fue muy complicado”, asegura Claudio.
Algo “tan simple y tan complejo” como un empleo digno
Cuando él recurrió a Cruz Roja, el Plan de Empleo de la organización empezaba a echar a andar. En ese momento, la atención se centró en los migrantes, pues su llegada comenzaba a ser significativa en España, como también su vulnerabilidad y su exclusión.
En Cruz Roja vieron que, “para que la gente pudiera salir realmente de la exclusión y para prevenirla, el empleo era uno de los instrumentos clave”, señala Maika Sánchez. “Un trabajo que permitiera a la gente tener ingresos estables, vivir de manera autónoma y salir adelante. Algo tan simple y tan complejo como esto”, resume.
Claudio Mogilner finalmente pudo emprender. Hace 18 años, montó Internacional Web, una empresa de marketing web y digital que ahora tiene un equipo de más de 30 trabajadores y más de 1.500 clientes, cuenta. Como los demás participantes en este reportaje, el argentino se incorporó después como voluntario en Cruz Roja, principalmente para ayudar a migrantes y emprendedores como él.
“Se trata de que el trabajo permita vivir con dignidad”
Muchas veces, la ayuda de Cruz Roja y de sus voluntarios se traduce ′simplemente’ en acompañamiento, o en información. También la forma de arrimar el hombro ha cambiado con la pandemia. “Hemos tenido que aprender a acompañar a la gente y a ayudarla a través de recursos digitales”, explica Maika Sánchez. “Hace dos años, habría sido impensable enseñar a través de Teams a hacer entrevistas de trabajo, o dar una sesión de cómo usar los portales de empleo a través de Zoom, o una conferencia de un experto con 500 personas conectadas desde cualquier lugar de España”, ilustra.
Sánchez señala que una parte de su labor va destinada “a generar ese cambio de mentalidad en la gente”: “Que accedan a la información, que vean cómo está cambiando el mercado de trabajo y que tomen sus propias decisiones”. “Nosotros les explicamos: el mundo va por ahí, hay una revolución tecnológica, hay una transición ecológica”, dice. “Es duro, pero o te adaptas o mueres. O te adaptas, o no conseguirás un puesto de trabajo. Da igual en qué puesto; ocurre desde el más pequeñito hasta el más grande”, concluye.
Con todo, la directora del área de Empleo de Cruz Roja se muestra optimista. Considera que “la reforma laboral puede ser una oportunidad muy importante para que los empleos sean más estables, para que se reduzca la temporalidad laboral y para que el trabajo permita a las personas vivir con dignidad, que de eso se trata”, zanja Maika Sánchez. “El mercado laboral es cada vez más exigente, pero el mercado también tiene que escuchar a las personas”, dice.