PIB: un relato parcial del éxito o fracaso económico de un país
Ante el crecimiento del PBI de un país, tradicionalmente escuchamos declaraciones públicas sobre el progreso económico que ello implica para el país y sus habitantes.
Esta aseveración que es básicamente cierta en términos macroeconómicos, normalmente no es percibida así por sus ciudadanos cuando relacionan este indicador a su propio ingreso, progreso económico o mejora de su calidad de vida.
Pareciera haber un consenso cada vez más expandido de que el Producto Interno Bruto (PIB) es un indispensable referente del estado económico de un país, pero que no debiera ser el único. Por ejemplo, el Banco Mundial incorporó variables de sostenibilidad y medioambientales en su innovador Índice de la Riqueza de las Naciones, recientemente publicado.
Ahora, es el Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés) quien nos sorprendió gratamente con la publicacióndel Índice de Desarrollo Inclusivo. El nuevo índice emplea además del crecimiento, otros once indicadores para medir el desarrollo económico.
Estas otras dimensiones que se toman en cuenta tienen que ver con la estabilidad y el progreso de los países a largo plazo, considerando factores como la inclusión, la igualdad intergeneracional y la administración sostenible de los recursos naturales, entre otros.
Esta forma de medición de la riqueza es particularmente significativa en estos tiempos, sobre todo a raíz de la bonanza de las materias primas de la década pasada.
Varios países mostraron crecimientos altos de sus economías,con una significativa reducción de la pobreza que no ha sido posible sostener al mismo nivel en el tiempo.
Quienes trabajamos en instituciones de desarrollo sabemos que una de las cosas más difíciles de lograr es, precisamente, que el impacto de nuestra acción contribuya a la viabilidad de largo plazo de los países en los que trabajamos y no únicamente a superar difíciles coyunturas.
Si bien no sorprende que Noruega aparezca como el Número 1 del Índice, llama la atención la desconexión entre el crecimiento del PIB y la inclusión socioeconómica de sus habitantes en las 30 economías emergentes, con el PIB per cápita más alto.
De ese grupo, solo 6 han llegado a un índice de inclusión similar al crecimiento del PIB mientras que el resto, o se quedaron estancados en su índice de inclusión, o por debajo de este.
Por ello es que me reconfortó el hecho de que Uruguay, Paraguay y Argentina, tres países de la Cuenca del Plata y miembros de la institución que presido, aparezcan entre las 10 economías más inclusivas en América Latina.
Uruguay también aparece en la lista que considera los índices de inclusión entre todas las economías emergentes del mundo. Entre los diez primeros lugares de esa lista, solo hay otro país latinoamericano: Panamá.
El hecho de que muchos de nuestros países hayan logrado sortear con relativamente pocas dificultades la crisis financiera de 2008-2009 y hayan aprovechado el boom de las materias primas para avanzar en grandes conquistas sociales, indica que están trabajando con una visión de largo plazo, más allá de coyunturas políticas o económicas.
En el caso de los miembros de FONPLATA (Argentina, Bolivia, Brasil, Paraguay y Uruguay), todos son considerados países de ingreso medio. No obstante este progreso, en todos ellos permanecen enormes desafíos en cuanto a reducción de pobreza e inclusión, especialmente en zonas periurbanas y rurales.
Nuestro deber es, precisamente, ayudar a estos países a que las regiones aisladas, fronterizas o del interior- que es donde mayormente se encuentran los núcleos más duros de pobreza- puedan también disfrutar de los beneficios del desarrollo que ya se ven, por ejemplo, en las capitales y otras grandes ciudades.
¿Son necesarios grandes proyectos para ello? No necesariamente. Proyectos pequeños y medianos, en zonas aisladas, focalizados en sus restricciones y carencias específicas logran tener un enorme impacto al desarrollo.
Nosotros tenemos presencia en la región y nos especializamos en proyectos de dimensión pequeña y mediana, con costos transaccionales bastante menores a los que enfrentan otros organismos de desarrollo de dimensión más grande que FONPLATA.
Eso nos permite participar muy activamente en este segmento de las agendas de inclusión de nuestros países miembros y así llevar el desarrollo más cerca de la gente que más lo necesita.
Nuestra aspiración es que con una financiación eficiente, y con las políticas adecuadas de parte de los países miembros, en un plazo no muy lejano todos los países de la Cuenca del Plata puedan llegar a estar también en el "Top 10" del Índice del Foro Económico Mundial.