Pezones zombis y otras nueve cosas que nadie te cuenta sobre dar el pecho
Nunca tuve planeado dar el pecho a mis hijos.
Siendo sincera, ni siquiera me imaginé convertida en madre. Pasé mi adolescencia y mis primeros años como veinteañera tratando de poner orden en mi vida. Tenía un trastorno de ansiedad y ya me había casado y divorciado de mi primer marido con 23 años.
Pero cuando conocí a mi actual marido, Ivan, todo cambió. Estaba enamorada de él y de la idea de formar una familia con él, así que lo hicimos.
Al final, decidí que probaría a dar el pecho, simplemente por decir que lo hice. Resultó ser una de las decisiones más valientes y acertadas de mi vida.
Ahora tengo un nuevo bebé superadorable, y con este ya van tres, lo que significa que estas viejas tetas habrán estado en total más de cuatro años alimentando bebés. Se podría decir que mis tetas se han sacado la carrera de dar el pecho.
Pero esto no significa que haya sido sencillo. De hecho, cada uno de mis bebés supuso desafíos diferentes a la hora de dar el pecho, desafíos que me habría gustado conocer antes de empezar. Por eso quiero compartir diez enseñanzas que nadie te cuenta sobre dar el pecho (y que me gustaría haber sabido hace años).
1. Los bebés no saben coger el pecho y tú tampoco sabes amamantar (al principio)
Sí, es "natural", pero al principio la mayoría de los recién nacidos no saben que tienen que abrir más la boca y no saben cuándo se han enganchado bien.
Y tú no sabes cómo coordinarte para que el bebé abra la boca al tiempo que tratas de apretarte el pezón (que parecerá ENORME al lado de la diminuta boca del bebé) para metérselo en la boca. Algunos recién nacidos ni siquiera se dan cuenta de que tienen hambre los primeros días, mientras que otros no dejan de llorar para que les des más leche.
Ninguno de estos problemas te hace ser mala dando el pecho, es completamente normal. Sigue intentándolo, pide ayuda al personal médico y a algún asesor de lactancia si hace falta. Aprenderéis lo que necesitáis y pronto tendréis un sistema y un estilo que os funcione.
2. No todos los miembros del personal médico que te atienden tras el parto son de gran ayuda para enseñarte a dar el pecho
Todo el mundo me decía que el personal médico me enseñaría a dar el pecho. Aunque los que nos atendieron durante el trabajo de parto y en el parto nos ayudaron a empezar, tuve que recurrir a asesores de lactancia con mis tres bebés. Fueros estos últimos quienes de verdad ayudaron.
No tengo nada contra los enfermeros, pero los asesores de lactancia se pasan literalmente todo el día ayudando a quienes acaban de tener un hijo a amamantarlo de forma apropiada y con menos dolor.
Simplemente debes saber que no pasa nada por pedir que venga un asesor de lactancia (si lo hay), no vas a ofender a los enfermeros.
Cuando ya estéis en casa, si no tienes la opción de ver a algún asesor de lactancia, puedes visitar grupos de apoyo a la lactancia para asesorarte. Estos grupos pueden sacarte de más de un apuro.
3. Dar el pecho puede desencadenar episodios de trauma
Cualquier persona que viva con trastorno de estrés postraumático (TEPT) o haya sobrevivido a algún trauma te dirá que los desencadenantes de traumas a menudo son impredecibles. Sin embargo, muchas mujeres en estas circunstancias (sobre todo quienes han sobrevivido a abusos) pasarán el embarazo y el parto sin que nadie les haya hablado de potenciales desencadenantes.
Para muchas supervivientes, dar el pecho puede hacerles recordar momentos en los que sufrieron abusos o despertar esa sensación de "SUÉLTAME" demasiado familiar.
Es importante que sepas que no estás sola y que sigues siendo una buena madre si no consigues dar el pecho. Y no le debes a nadie una explicación.
Puede que te calme saber que montones de supervivientes de abusos y traumas dan el pecho sin problemas. Algunas incluso lo encuentran incluso reparador. Cada persona es un mundo; encontrarás una forma de alimentar a tu bebé que os vaya bien a ambos.
Aprovecho esta ocasión para recordar que preguntarle a una madre "¿por qué no das el pecho?" nunca está bien. Hay infinitos motivos por los que la gente puede alimentar a sus hijos con leche en polvo y ninguno de esos motivos es asunto tuyo.
4. La segunda noche es la peor
Nadie me dijo esto, pero cuando alimentas a tus hijos solo dándoles el pecho, la segunda (y a veces la tercera noche) con el recién nacido es la peor.
Es así porque aún no das leche. Solo tienes calostro, un líquido amarillento que no es leche y que está cargado de nutrientes, anticuerpos y demás cosas buenas, y puede que tu hijo aún no haya aprendido los fundamentos de la lactancia.
Recuerdo que la segunda noche en casa con mi hija fue completamente frustrante y la pasé aterrorizada. Le estaba dando el pecho tanto como podía, pero aun así no se dormía y parecía hambrienta e incómoda.
Al día siguiente, me subió la leche, se acomodó junto a mi pecho y simplemente tragó y tragó. Durmió 4 horas del tirón y yo casi me eché a llorar de alegría.
Es un proceso frustrante, pero no le hace ningún mal al bebé (mientras siga haciendo suficiente pipí y caca, algo que los enfermeros te ayudarán a mantener controlado). Tú respira y recuerda que la leche que le estés consiguiendo dar a tu bebé es la mejor que puedes dar en esos momentos y que pronto tendrás las tetas tan grandes que probablemente te empaparán el sujetador.
5. Los recién nacidos no toman el pecho como los bebés mayores
Con los recién nacidos, el proceso puede llevar mucho tiempo. Una hora cada toma, por poner un ejemplo.
También requiere mucho trabajo conseguir que un recién nacido coma. Puede que tengas que recolocártelo cinco o seis veces hasta que enganche correctamente el pezón. Un buen enganche lo es todo: hará que te duela menos y el bebé recibirá más alimento.
Probablemente quieras ponerte cojines bajo los brazos y en la espalda. Querrás tener a mano un buen vaso de agua, el móvil, el mando de la tele o un libro antes de ponerte manos a la obra, porque vas a estar un buen rato.
Si aceptas que el funcionamiento normal es ese, podrás relajarte y disfrutar del proceso. Engánchate a una buena serie. Yo me vi todos los episodios de ¡Llama a la comadrona! de Netflix con mi último bebé y disfruté cada segundo.
Una vez que el bebé crece, le puedes dar el pecho en cualquier momento y en cualquier lugar. Recuerdo haber perseguido en una ocasión a mi hijo mayor a través de un parque con mi segundo bebé enganchado a mi teta y con las piernas balanceándose de un lado a otro mientras yo corría. El bebé seguía a lo suyo mamando, incluso cuando cogí al otro pequeño con el brazo que me quedaba libre y lo alejé del aparcamiento para volver a ponerlo a salvo.
Me colgaba la tripa posparto y probablemente hubo una veintena de espectadores viendo la escena (y mis tetas), pero así es la vida cuando tienes hijos pequeños. Lo bueno es que ahora en Estados Unidos ya es legal dar el pecho en público en los 50 estados.
6. La punta del pezón puede volverse de color blanco, azul o incluso negro
Suena terrorífico, pero no significa que se te vaya a morir y caer el pezón. Solo significa que el torrente sanguíneo que llega al pezón se ha reducido debido en muchas ocasiones a algo llamado vasoespasmo, pero no te preocupes, es temporal y suele ser completamente inofensivo.
Esto me sucede cuando doy el pecho y cuando me saco la leche con una bomba y, sinceramente, no sé por qué. Me gusta llamarlos pezones zombis y atormentar a mi marido para que me los mire, pero no duele y a mi bebé le llega suficiente alimento. Vuelven a su color normal al poco tiempo.
Si te pasa esto y te duelen los pezones, puede ser debido a un mal enganche del bebé. Ese es un buen momento para ir al asesor de lactancia o visitar un grupo de apoyo a la lactancia.
Si te duele y no se debe al enganche, los pezones negros o azules pueden ser un síntoma del síndrome de Raynaud, pero no significa que no puedas seguir dando el pecho. Hay muchas madres con esta afección que dan el pecho sin problemas.
7. Si duele cuando te sacas la leche, probablemente estés usando un embudo de succión de un tamaño inadecuado
En la revisión de las cuatro semanas, el médico se dio cuenta de que mi bebé no había engordado suficiente, así que me mandó al asesor de lactancia para descubrir por qué.
Cuando me dieron la terrible noticia de que tendría que sacarme más leche después de darle el pecho para incrementar mi suministro, gimoteé. Sacarme leche siempre había sido un suplicio para mí y solo lo hacía cuando era absolutamente necesario.
Puedes imaginarte mi sorpresa cuando el asesor de lactancia me dijo que probablemente estaba utilizando una talla incorrecta de copas (también se conocen como embudos de succión). Ni siquiera sabía lo que eran los embudos de succión, como para saber que había distintas tallas.
Las copas o embudos de succión son la parte de los sacaleches que se coloca en los pechos y hay de muchas tallas, desde 15 mm a 36 mm, para todos los posibles tamaños de pezón. Ahora ya puedo sacarme la leche sin que me duela, lo que fue muy útil cuando tuve que incrementar mi suministro.
8. Tus pechos van a cambiar, pero tampoco tiene por qué ser terrible
Lo único que sabía sobre la lactancia es que te destroza las tetas. A los guionistas de televisión y de cine les encanta soltar chistes sobre tetas desinfladas y pezones gigantes. Puede que te pase también a ti. No sé, no te conozco a ti ni conozco tus tetas.
¡Pero también puede que no! Las tetas de algunas mujeres terminan completamente normales cuando ya han terminado de darles el pecho a sus bebés y algunas mujeres terminan con unas tetas más grandes que acaban adorando.
La cosa es que no se puede saber hasta que todo termina, de modo que no merece la pena preocuparse al principio.
9. Los sujetadores de lactancia de los grandes almacenes pueden ser tan buenos como los de las tiendas de lencería especializadas
Cuando mi bebé tenía un mes, me gasté 50 dólares en un sujetador de lactancia ligeramente acolchado. Me guio una profesional para encontrar la medida perfecta y funcionó genial. Me alegré muchísimo de haber comprado ese y los suaves sujetadores sin aro que usé durante el embarazo y las primeras semanas en casa tras el parto.
Una semana después de haberme comprado ese sujetador especializado, descubrí otro sujetador casi idéntico en el supermercado por solo 12,99 dólares. Lo compré, dando por hecho que se desarmaría o sería una birria en comparación con el caro.
Y no. Sujetaban igual.
Moraleja: si hay de tu talla, adelante, cómprate el sujetador de supermercado. Hasta donde tengo conocimiento, no hay una diferencia real. No habrá una señora con cinta métrica para ayudarte a encontrar la talla perfecta, pero puedes coger un buen montón y ponértelos en el probador hasta que encuentres el sujetador perfecto.
10. Puede que al final te encante dar el pecho
Con mi hijo mayor no le cogí demasiado gusto a dar el pecho. Lo hice porque sentí que era lo correcto, pero daba poca leche y él era un tiquismiquis (solo le gustaba una teta, que se hizo enorme mientras la otra se desinflaba).
Con mi segundo bebé, tuve que sacarme leche para mantener el suministro y él no se me sabía enganchar a la teta izquierda sin un embudo de succión, que tenía que llevar conmigo a todas partes.
Sin embargo, con mi tercer bebé, me encanta dar el pecho. Quizás por eso a ella se le da mejor que a mis otros dos hijos. Mama bien en cualquiera de los dos lados, así que no necesito embudos de succión. O quizás me encanta porque sé que es mi último bebé y quiero atesorar estos momentos.
Sea cual sea el motivo, darle el pecho a mi hija ha sido mi dicha. Me mira a los ojos y ambas sonreímos. Me siento increíblemente unida a ella.
No sabes cómo va a ser tu experiencia dando el pecho, pero puede que sea una de las mejores cosas que hayas hecho en tu vida.
Este post fue publicado originalmente en el 'HuffPost' Estados Unidos y ha sido traducido del inglés por Daniel Templeman Sauco.