Nunca cambian y otras claves sobre las personas tóxicas, según Silvia Congost
La afamada psicóloga publica 'Cómo identificar a las personas tóxicas y liberarte de los narcisistas'.
¿Cómo identificar a una persona tóxica? ¿Cómo alejarse si se trata de un padre, una madre o un hijo? ¿Y si el tóxico es el jefe? ¿O si tu pareja es un narcisista? Esas y más situaciones las aborda la psicóloga Silvia Congost en el que es su décimo libro, Cómo identificar a las personas tóxicas y liberarte de los narcisistas (Zenith).
Tóxicos son aquellos con quienes, al relacionarnos, “acabamos sufriendo, desgastándonos, perdiendo la autoestima o renunciando a quiénes somos”, define la experta y frente a ellos, lo tiene claro, no queda otra que huir: “Tienes que alejarte para protegerte”. Como defiende en esta entrevista, ciertas personas, como las narcisistas, nunca cambiarán.
No puedo comenzar sin preguntarte, ya que sacas un libro sobre personas tóxicas, sobre algo de plena actualidad: lo ocurrido en los Oscar. ¿Viste toxicidad en los comportamientos tanto de Will Smith como de Chris Rock?
Como dices, podríamos analizar la parte tóxica de ambos, sin duda, porque por un lado hubo violencia física, pero también estamos hablando de violencia verbal y reírse de los problemas de los demás nos puede hacer sentir un poco humillados e incómodos.
Se ha hablado mucho de que el comportamiento de Will Smith era masculinidad tóxica, ¿como psicóloga lo ves así?
Eso depende de cómo se enfoque; puedes pensar que hay esa parte o puedes pensar que cuando tú ves sufrir a tus seres queridos, que están siendo atacados o dañados, a todos se nos activa un instinto de protegerles, de querer cuidarles y evitar su dolor. Al final creo que estamos hablando de compasión, que es conectar con el dolor de la otra persona que enciende algo dentro de ti para intentar evitar ese sufrimiento. Y eso nos pasa en todos los contextos, cuando tú amas a alguien sientes compasión y cuando lo ves sufrir tratas de mejorar esa situación, aunque evidentemente no tenemos que utilizar la violencia física para ello.
Entrando en materia sobre el libro, hay un pasaje en el que cuentas que a veces hablas de personas tóxicas y hay gente que te escribe y te dice que no existen. ¿Por qué tú defiendes que sí?
Pues porque en la consulta he visto en muchísimos casos los efectos de estar al lado de una de ellas. Que hablemos de personas tóxicas no quiere decir que una que lo sea para ti vaya a serlo para todo el mundo, que sea una persona tóxica en sí misma. Pero mientras hay otras personas —ya estamos hablando de trastornos de la personalidad y casos más graves— que sí, se relacionen con quien se relacionen van a acabar creando las consecuencias negativas de ese vínculo.
Sí que existen y hablamos de personas tóxicas cuando al relacionarnos con ellas acabamos sufriendo, desgastándonos, perdiendo la autoestima o renunciando a quiénes somos, y eso siempre tiene consecuencias negativas.
Aseguras que alguien tóxico en realidad es una persona dañada, pero ¿ese daño es reversible? ¿El que es tóxico puede dejar de serlo?
Cuando hablamos de un trastorno de personalidad, por ejemplo, narcisista, que abundan mucho, son personas que están dañadas y que ese trastorno no se puede revertir. Y no se puede cambiar ni se les puede ayudar sobre todo porque ellos no tienen conciencia de ese problema ni del dolor que causan en los demás y, por tanto, ni piden ayuda, porque no sienten que la necesiten, ni hacen nada para cambiar.
Ahora, una persona puede ser tóxica para ti, porque tienes una relación con ella y estáis en un momento en el que no buscáis lo mismo pero seguís queriendo estar juntos y entonces os esforzáis para encajar, pero si realmente no miráis hacia la misma dirección, uno o ambos están sufriendo ahí y, si queremos seguir juntos, somos tóxicos. Son casos distintos.
También puede ser que estés atravesando una temporada complicada, de mucha tensión y que acabes comportándote de una forma que no es habitual y que sea tóxica, que tú te des cuenta y lo reconduzcas, pero estaríamos hablando de diferentes tipos de toxicidad.
Y en el caso de los que mencionabas primero, de los trastornos de la personalidad, como los narcisistas, ¿si van a terapia ahí hay posibilidad de cambio o tampoco?
El problema es que no van a terapia ellos. A veces me he encontrado con alguno y te dice ‘mira, vengo para aportarte información a ver si puedes ayudar a mi pareja, que seguro que no te está contando toda la verdad’. Vienen como para que ayudes porque el problema lo tiene la otra persona, ellos están por encima del bien y del mal, ellos son los inteligentes, los que manipulan, los que se aprovechan y los que son más listos que los demás y no tienen esa conciencia.
Y otros casos que también vienen a terapia porque su pareja les deja y cuando ven que pierden a esa persona entonces hacen un poco de teatro, en el sentido de ‘¡Ay, ya lo veo, me he portado mal, haré lo que haga falta!’. Un poco el paripé, pero cuando vienen ya los ves que no tienen ningún interés ni se abren realmente para un proceso.
Ante una persona tóxica dices que bueno, se puede conectar con la empatía, porque es la forma de saber por qué actúa así, pero el consejo que das es huir, ¿no?
Sí, es que una cosa es que tú entiendas por qué es así y otra que sigas consintiendo ese tipo de trato o lo que está ocurriendo en esa relación. Y lo digo porque a veces vienen personas a la consulta y las ves atrapadas en esa relación y dicen ‘ya, pero es que el pobre o la pobre sufrió mucho, es que claro, de pequeño le hicieron esto...’. Bueno, ya, ¿y por eso tú tienes que aguantar este trato o esa forma de vida? No. Una cosa es que lo entiendas, para que todo tenga sentido, pero a partir de ahí si tú ya ves que esa persona está dañada y que no va a cambiar, tienes que alejarte para protegerte.
Introduces ya lo siguiente que te iba a preguntar: ¿solemos caer mucho en el ‘yo voy a cambiar a esta persona’ o el ‘es que me da pena’?
Muchísimo. La pena y el instinto de salvadores son algo que tenemos muy arraigado, y más si la otra persona se hace la víctima cuando ve que no respondemos como querrían. Si te crees ese rol, si le compras ese papel, te sientes el verdugo y te sientes culpable; piensas ‘¿cómo le voy a hacer eso? ¿Cómo le voy a dejar si me dice que sólo me tiene a mí?’. Ahí nos sentimos incapaces de soltar.
Aparte es que el perfil narcisista tiene un tipo de víctima que es el que más busca, que suelen ser personas buenas, personas que quieren satisfacerte, personas complacientes, personas que intentan ayudarte, porque son más manipulables. También en estos casos, como son así las parejas, cuando hacen esa actuación de ‘no me dejes’ es muy difícil dar el paso.
Hablas de los narcisistas, que antes decías que es un perfil frecuente, ¿cómo se les puede identificar? ¿Cómo saber que estamos ante uno?
Son personas que engañan fácilmente porque muestran una cara al principio que puede resultar muy atractiva, pero sobre todo son personas que se creen que están por encima, que tienen el poder de controlar, de manipular, de hacer lo que quieran con los demás, e incluso lo verbalizan. Son personas que hablan mal de los demás, los menosprecian, todos son inútiles, todos son tontos, insultan con facilidad. Puede ser que te hagan comentarios que te hagan sentir humillado delante de otras personas y luego te digan que eres tú muy sensible o del tipo ‘esto ya lo hago yo porque tú, jaja, seguro que te equivocas’ y así poco a poco te van invalidando. O también que te hablan mal de tu familia, critican a tus amistades para que dejes de quedar y te van aislando. Todas estas señales son muy importantes.
¿Hay situaciones en las que no es que la otra persona sea tóxica, sino que el problema lo tengamos nosotros dentro?
Sí, de hecho siempre es importante que uno haga un proceso de autoreflexión, que nos hagamos preguntas y que intentemos mirarnos con un poco de perspectiva para ver qué parte hay en mí. Pero también hay que tener en cuenta lo que está ocurriendo entre las dos personas. Cuando tenemos dudas, creo que lo mejor es comentárselo a alguien de confianza, alguien que sabemos que nos va a dar una opinión objetiva. En la mayoría de casos, cuando la relación es tóxica debido a la otra persona que es dañina, mientras lo explica uno mismo ya se da cuenta e incluso uno mismo se siente avergonzado y dice ‘ahora que me escucho a mí mismo decir eso me doy cuenta de que es mucho más grave de lo que creía’. Va muy bien compartirlo con alguien de confianza.
¿Hay alguna manera de detectar si nosotros somos tóxicos para alguien?
Se puede detectar porque si estás en una relación en la que las dos personas, por ejemplo, no buscan lo mismo, o hay algún objetivo muy importante con el que chocan... imagínate que tú quieres tener hijos y tu pareja no. Si queréis seguir en la relación uno de los dos tendrá que renunciar a ese objetivo y entonces igual una de las dos dice ‘vale, pues ya renuncio yo’, pero ves que sufre porque quiere eso y no lo va a poder vivir. Si la ves sufrir pero aún así tú sigues te puedes dar cuenta de que realmente estás siendo tóxico, porque está renunciando a algo que es muy importante para su vida. O cuando queréis cosas distintas en otros temas importantes.
Antes dabas la solución de, ante el tóxico, huir y alejarse; duele hacerlo pero bueno, ante un amigo se puede tomar distancia pero, ¿qué hacer cuando el tóxico es un familiar?
Son casos que se dan mucho y que son evidentemente más complejos porque a veces no quieres cortar la relación con ese familiar, por ejemplo si es un padre o una madre que te maltrata psicológicamente, pero sí tenemos que aprender a tomar distancia. Yo lo que recomiendo primero es conectar con la compasión, es decir, indagar y entender por qué esa madre actúa así, por qué me desprecia o por qué me ha insultado tantas veces... a lo mejor rascando un poco vemos que en su infancia tuvo muchísmas carencias o que vivió malos tratos. Eso nos ayuda a entender, pero una vez lo entiendes y ves que es una persona que está dañada, ahí puede ser que consigamos, a veces con un proceso de reconstrucción de la autoestima y un ejercicio de perdón, que no nos afecte tanto, porque nos seguirá tratando así.
Sobre todo es no intentarle hacerle ver a esa madre que nos tiene que tratar bien, que así no puede ser, que nos hace daño... porque eso está comprobado que no sirve de nada. Ella ve a través de sus gafas y no hay una apertura suficiente como para cambiar. Tenemos que aceptar que no va a cambiar, que está dañada y que es la forma en la que ha aprendido a tratarnos y a comportarse y que nosotros somos los que debemos cuidarnos, protegernos y alejarnos cuando lo necesitemos.
Una parte del libro está llena de términos sobre el maltrato psicológico, algunos en inglés... el primero es ‘luz de gas’. ¿Cómo lo definirías?
Es cuando estás en una relación en la que la otra persona, poco a poco, con comentarios, va haciendo que tú acabes dudando de ti mismo y de las cosas que tú ves y de las que te suceden y te duelen. Acabas pensando que eres tú, que te estás volviendo loco. El término viene de una película muy conocida con el mismo título y lo representan muy, muy bien.
Hablas también del ghosting, que ahora con las redes sociales y las apps para ligar es un término muy extendido, pero también del caspering. ¿Qué es esto?
Sería cuando esa persona desaparece también pero de vez en cuando te va dando algunas señales, pero no se acaba materializando nunca. Es como ese fantasma que te va dando largas cada vez que pretendes citarte con él y nunca acaba quedando contigo. Realmente es curioso porque todos estos términos, antes de que se pusieran de moda, me vienen a la cabeza pacientes que he tenido reales que han vivido todas estas situaciones y aunque parezca algo así muy peliculero, se da y se da mucho.
¿Y cuál es la diferencia entre el cushioning y el benching?
El cushioning es cuando hay una persona que puede ser que tenga pareja pero va flirteando contigo para tenerte ahí por si su relación no funciona muy bien —evidentemente, si es una persona que va flirteando pues ya se puede imaginar que algún día su relación va a acabar—, te hace sentir importante y cuando se acabe la relación te va a tener ahí como si fueras una almohada.
Y el benching es como tenerte en el banquillo; es una persona que te aparta, que te dice que no quiere estar contigo, te va poniendo excusas como ‘de momento no, primero tengo que solucionar esta situación, déjame que pase esto y a ver si después, pero con el tiempo seguro que podremos estar’. Te crea esa falsa esperanza que hace que te enganches y como tú quieres estar con esa persona piensas ‘seguro que al final vamos a poder’ y claro, puedes estar perdiendo tu preciado tiempo y cuando miras atrás te das cuenta de que nunca has tenido nada con esa persona.
Y en de estos comportamientos, ¿se aprovecha la persona de la baja autoestima? ¿O podríamos protegernos reforzándola?
Totalmente, es lo que hay que hay que hacer y lo que pretendo de alguna manera con el libro, hacer un poco de prevención y a la vez, educación. Cuanto más hayamos trabajado con la autoestima, cuanto más sea consciente de lo valiosa que soy, menos voy a permitir determinados tipos de conductas y más capacidad voy a tener para detenerme y analizar qué se tiene en realidad con la otra persona. Lo más complicado a veces es el ghosting porque ahí sí hay un inicio de relación y parece que la cosa va a en serio, pero en el resto ni siquiera ha habido relación.
Cambiando de tema, Silvia. Llenas teatros, ¿cómo lo consigues?
Es algo que me apasiona, es lo que más me gusta hacer. Parte de la idea de crear esos espacios para poder fortalecer la autoestima con una masa de gente cuanto más grande mejor. Cuando vemos que a los demás les pasan las mismas cosas que a nosotros y sentimos que vamos juntos para aprender de un tema que nos motiva, salimos más fortalecidos. Empezamos con otro evento que era de relaciones y ahora Objetivo Amarte, que es sobre autoestima. Son experiencias transformadoras, tanto para mí como para los que vienen.
¿Tienes más libros en camino?
Estoy convencida de que sí y ya empiezo a darle vueltas a ver cuáles son los temas en los que me gustaría centrarme después de este. Como anécdota, cuando escribí el primero le comenté a la editorial que ya había dicho todo lo que sabía y que me había vaciado y mira, éste es el décimo.