Qué es la covid persistente, cuáles son sus síntomas y cómo es el perfil del paciente
El coronavirus de larga duración suele prolongarse una media de 185 días y lo sufren, sobre todo, las mujeres.
Mujer de 43 años y con más de 185 días padeciendo síntomas, entre un abanico de 200 como el cansancio, los dolores de cabeza y musculares, el bajo estado de ánimo o la falta de aire. Es el perfil del paciente de covid persistente, un fenómeno que acarrea además serias dificultades para realizar actividades cotidianas.
Así se desprende de la encuesta realizada por la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG) y los colectivos de afectados LONG COVID ACTS entre el 13 de julio y el 14 de octubre de este año a 2.120 infectados en la primera ola, la mitad hombres y la otra mujeres.
De ellos, 1.843 son pacientes con sintomatología compatible con la Covid-19 persistente, con una media de 36 síntomas por persona; y casi ocho de cada diez, el 79%, son mujeres con una media de edad de 43 años.
El estudio refleja que el 78,3 % de los encuestados se realizó una prueba (1.437), siendo la PRC el método más empleado por los pacientes, (65,81 %), y por detrás el test serológico de anticuerpos (36,37 %).
Según ha explicado la doctora Pilar Rodríguez Ledo, responsable de investigación, los resultados reflejan la situación vivida durante la primer ola: “Ha habido una parte muy importante de personas que no han tendido acceso a hacer las pruebas”.
Además, ha destacado que, debido a la saturación de los meses de abril y mayo, a muchos de los pacientes no se les realizaba las pruebas adecuadas o no se las hacían en el momento justo, por lo que en muchos casos el resultado era negativo.
Hasta el 14 de octubre, la persistencia media de los síntomas de los participantes ha sido de 185,75 días, más de seis meses, pero en la actualidad todavía hay muchos de ellos que continúan con patologías, ha advertido la doctora.
En la encuesta se recogen hasta 200 síntomas persistentes diferentes, aunque son 87 los más repetidos por los participantes. Los más frecuentes son:
- Cansancio/astenia (95,91%);
- Malestar general (95,47%);
- Dolores de cabeza (86,53%);
- Bajo estado de ánimo (86,21%);
- Dolores musculares o mialgias (82,77%);
- Falta de aire o disnea (79,28%);
- Dolores articulares (79 %);
- Falta de concentración/déficit atención (78,2%).
- Dolor de espalda (77,7%);
- Presión en el pecho (76,83%);
- Ansiedad (75,46 %); febrícula (75%);
- Tos (73,2%);
- Fallos de memoria (72,63%);
- Dolor en el cuello/en las cervicales (71,32%);
- Diarrea (70,83%);
- Dolor torácico (70,12%);
- Palpitaciones (69,85%);
- Mareos (69,36 %);
- Hormigueos en las extremidades o parestesias (67,28%).
La mitad de los encuestados tiene siete áreas afectadas, la más habitual con síntomas generales (95%) y las alteraciones neurológicas (86%), seguidas de problemas psicológicos/emocionales (86 %), problemas del aparato locomotor (82%) y respiratorios (79%), alteraciones digestivas (70%) y cardiovasculares (69%), entre otras.
Rodríguez ha señalado que esto no significa que se hayan sufrido todos los síntomas a la vez, sino que durante el tiempo en el que han estado con el virus han podido ir apareciendo y desapareciendo, pero se trata de los más incapacitantes.
De hecho, la encuesta muestra que para al 74,65% les resulta casi imposible realizar actividades de ocio con amigos y otras personas. Además, el 72,55% se ven incapacitados para realizar trabajos fuera de casa, al 70% les afecta para atender a las obligaciones familiares y a un 30,43% les supone un esfuerzo o se les hace imposible el aseo personal.
Sobre su actuación actual, en una escala donde el cero es igual que antes y diez es peor, los pacientes sitúan su estado de salud en una media del 6,32 puntos, colocándose el 50% por encima del 7.
Anna Kemp, enferma desde el 18 de marzo y miembro del colectivo de afectado, ha explicado que sigue sufriendo problemas pulmonares y cansancio extremo y ha reconocido encontrarse peor que en el mes de mayo, siendo incapaz de andar medio kilómetro en media ahora: “Siento que mi vida se ha reducido a los mínimos”.
Otro de los problemas que señala es que después de estar 28 años viviendo en España y trabajar como traductora, ahora vuelve a confundir palabras entre las dos lenguas, algo que le produce una inseguridad a la hora de hablar con la gente.
Además, ha censurado la soledad que sienten en una sociedad que, a su juicio, les aisla, incluso en el entorno más cercano: temen que la falta de información y atención por parte de las instituciones les convierta en unos estigmatizados para la sociedad.