Pensar en igualdad, expresarse en igualdad
A mediados de los años ochenta, una serie de dibujos animados alcanzó un gran éxito. Érase una vez el hombre fue un proyecto conjunto de varias televisiones europeas de marcado carácter educativo que buscaba entretener al tiempo que descubría el origen del 'hombre' y los grandes acontecimientos de la Historia de la Humanidad. ¿Y el origen de la mujer? Nada se especificaba al respecto. Valga este ejemplo entre tantos para argumentar lo obvio. El lenguaje no es neutro. También debería ser obvio que la Humanidad no es sinónimo de hombre. Que es una parte de un todo. No la única. La lucha por la igualdad de género requiere todas las sumas y ninguna resta. Cada cosa es importante cuando lo que se busca es una sociedad más justa. La descalificación, el insulto o la ridiculización están fuera de lugar cuando se está hablando de algo tan serio como construir un mundo más equitativo y mejor.
El camino de la igualdad es largo. También lo ha sido en el lenguaje. Hace más de cuarenta años, la lingüista americana Robin Lakoff publicaba en la revista Signs un artículo titulado 'El lenguaje y el lugar de la mujer'. Por primera vez se reflexionaba sobre los usos del lenguaje en función del género. En España, el I Plan de Igualdad de Oportunidades (1988-90) ya contemplaba la necesidad de revisar los textos reglamentarios para evitar expresiones que reforzaran la desigualdad por razón de sexo. En el año 1989 se publicó la primera guía para la eliminación de los usos sexistas en el lenguaje. Sería desolador pensar que, en casi treinta años que han pasado desde entonces, no ha habido avances.
Lo cierto es que hoy, con el efecto multiplicador que tienen las nuevas tecnologías, la guía no sexista del lenguaje en la sanidad valenciana ha vuelto a evidenciar que la lucha contra la desigualdad es titánica. También que poner en ella todo el empeño y más es necesario. Son precisas tantas fuerzas que tampoco conviene en exceso dilapidar parte de ellas con quienes rebuscan entre lo importante para quedarse con lo anecdótico. Es más fácil construir un chascarrillo a costa de una palabra para contentar a cierto público que dedicar tiempo a sopesar por qué en el siglo XXI son necesarias aún estas recomendaciones. Por cierto, recomendaciones que son de uso común desde hace décadas en autonomías, ayuntamientos, universidades o sindicatos.
Con la guía no sexista del lenguaje, la Conselleria de Sanitat Universal i Salut Pública cumple con uno de los requisitos incluidos en su I Plan de Igualdad, pero cumple principalmente con sus firmes convicciones. No habrá exabrupto ni provocación que las tambalee. El lenguaje inclusivo es imprescindible, porque lo contrario es una manera grosera de invisibilizar a las mujeres. O, lo que es lo mismo, usar por defecto el 'masculino genérico' no es inclusivo.
Un ejemplo, extraído del artículo 'La RAE contra el lenguaje de género', de Marianne Díaz Hernández, resulta muy elocuente: "en un grupo donde hay cinco niños y una niña, el sustantivo colectivo es niños, mientras que en un grupo donde hay cinco niñas y un niño sigue siendo niños". En el mismo texto se afirma que "mientras no exista verdadera igualdad en la práctica, actuar como si existiera no ayuda a eliminarla". Lo que sí ayuda es fomentar, principalmente desde la educación, que el lenguaje, como capacidad inherente al ser humano, refleje en condiciones de igualdad a mujeres y hombres. En suma, se trata de dotar a la lengua de la misma importancia que la dotaba Miguel de Unamuno cuando decía que "la lengua no es la envoltura del pensamiento sino el pensamiento mismo". Pensar en igualdad, expresarse en igualdad. Ese es el reto. Seguimos trabajando.