La catarsis de Pedro Sánchez
Estas son las claves de la revolución que ha hecho en el Gobierno: Sánchez cesa al viejo “sanchismo”.
Pedro Sánchez llevaba tiempo dándole vueltas al cambio de Gobierno. No quería filtraciones, despistaba a los medios. Las encuestas no van bien y la legislatura arranca su segunda parte. Y este sábado ha llegado la gran catarsis. Ni los suyos se lo esperaban tan demoledor. Ha quemado todo lo que le olía a oxidado y ha diseñado el Ejecutivo “de la recuperación”.
Sánchez se ha quitado de en medio a la Santísima Trinidad que le había escoltado desde las cainitas primarias contra Susana Díaz: Carmen Calvo, José Luis Ábalos e Iván Redondo. Las personas con más fuerza dentro del Gobierno, los pesos pesados, los que habían diseñado las estrategias y los que llevaban mucho tiempo peleándose entre ellos. Sánchez ha borrado al viejo “sanchismo”.
El presidente no se casa con nadie, puro manual de resistencia. O de supervivencia. Y ha lanzado un Gobierno mucho más joven (la media es de 50 años), en el que predominan las mujeres y con la idea de aprovechar el tirón de la vacunación y la llegada de los fondos para la recuperación económica. Las elecciones de Madrid fueron el gran toque de atención: una Moncloa que huela a menos años y que tire con impulso frente a un Partido Popular al alza.
En la nueva estructura diseñada, la gran ganadora interna es Nadia Calviño, que pasa a ser la vicepresidenta primera. Siempre sale entre las mejores valoradas en el CIS y supone una piedra fundamental ante el empresario y la Unión Europea. Una mujer que es respetada hasta por la derecha y que cubre muy bien el hueco de los votos del centro. Yolanda Díaz pasa a ser la vicepresidenta segunda, manteniendo Trabajo. La gallega y el presidente terminaron de negociar este viernes los cambios y pactaron no tocar a ninguno de los ministros de UP: Irene Montero (Igualdad), Ione Belarra (Derechos Sociales), Alberto Garzón (Consumo) y Manuel Castells (Universidades). El siguiente escalafón, el de Vicepresidencia Tercera, es para Teresa Ribera (con las competencias de Transición Ecológica).
Ha sido un cambio brutal que ha afectado a la parte socialista del Gobierno, con siete nuevas caras. Ya aparece como uno de los pesos pesados de este nuevo Gobierno Félix Bolaños, hombre de la máxima confianza de Sánchez y que hasta ahora era el cerebro jurídico de La Moncloa como secretario general de Presidencia. Precisamente pasa a llevarse las competencias de Calvo y ostentará el Ministerio de Presidencia y Relaciones con las Cortes -lo que conllevará una buena parte de coordinación dentro del Ejecutivo-.
También aparece con mucha fuerza José Luis Albares, que será el ministro de Asuntos Exteriores en sustitución de Arancha González Laya (muy tocada desde la crisis de Ceuta). El hasta ahora embajador en Francia había trabajado en La Moncloa en la primera época de Sánchez como su sherpa en materia internacional, conoce todos los entresijos de la diplomacia y es muy leal al jefe. Otro salto de gran importancia institucional es el de Pilar Llop, que dejará la Presidencia del Senado en manos de Ander Gil para encargarse de Justicia. Sánchez cesa a Juan Carlos Campo, el encargado de aprobar los indultos. Se trata de olvidar su sello en la medida de gracia ante una oposición durísima por el tema catalán. Otro as bajo la manga: Miquel Iceta se hará con Cultura y se marcha José Manuel Rodríguez Uribes.
Isabel Celáa también fuera y con la llegada de Pilar Alegría, delegada del Gobierno en Aragón y una de las eternas grandes promesas del PSOE. Jugó un papel muy importante en la candidatura de Susana Díaz en las primarias, por lo que se manda un mensaje claro: se recose el partido y ya no es ese Sánchez que premia la lealtad de aquel congreso extraordinario.
Y el presidente ha dado un gran impulso al Gobierno con tres nuevas ministras con un corte parecido, jóvenes alcaldesas socialistas. Estos valores en alza son Isabel Rodríguez, Raquel Sánchez Jiménez y Diana Morant. La primera se encargará de Política Territorial y se lleva la portavocía del Gobierno (hasta ahora ejercida por María Jesús Montero). La primera edil de Puertollano (Ciudad Real) no es ajena a la política nacional, fue portavoz adjunta en el Congreso y una tertuliana habitual en espacios como La Sexta Noche. Un rostro empoderado para el nuevo Ejecutivo. Morant, cara conocida en el PSPV, se hace con Ciencia (marchándose un Pedro Duque alicaído) y Sánchez Jiménez se hace con Transportes, sumando la alcaldesa de Gavà más fuerza todavía al PSC dentro del socialismo nacional.
De Transportes se marcha José Luis Ábalos, el referente del sanchismo y que además abandonará la Secretaría de Organización del PSOE a escasos meses del congreso federal. Han sido muchos factores, con un desgaste político y personal tras estos años. Y desde su entorno recuerdan el acoso incluso que sufre en la calle.
Pero la gran, gran sorpresa ha sido el cese de Iván Redondo, el todopoderoso jefe de gabinete de Sánchez. La noticia ha causado mucha alegría en buena parte del partido, como señala un dirigente: “Vuelve el PSOE”. En Ferraz se creía que Sánchez le había dado mucho poder a su gurú, muy preocupado en sus “producciones” y que estaba dejando a un lado el pulso de los militantes y de la calle. Sobre él pesa también la desastrosa campaña de las elecciones del 4-M en Madrid con el hundimiento del PSOE y la arrolladora victoria de Isabel Díaz Ayuso. Su figura además empezaba a restarle públicamente y todo en este país se atribuía a lo que pasaba en su despacho. El presidente no lo ha mencionado en su comparecencia (donde ha citado a los ministros salientes).
Ahora tendrá la llave del despacho de La Moncloa Óscar López, un socialista de pata negra, que fue secretario de Organización del PSOE con Alfredo Pérez Rubalcaba. Es amigo de Pedro Sánchez, aunque se enfrentaron en las primarias (el nuevo jefe de gabinete apoyó a Patxi López). Es un hombre muy de partido, conectará directamente con Ferraz y pondrá el chip de cara al largo ciclo electoral a partir del año que viene (andaluzas, autonómicas, municipales y generales).
En esta nueva Moncloa desaparece el rastro de Calvo, figura clave del sanchismo y encargada de coordinar el Gobierno. Su papel se llevaba cuestionando meses y en las últimas semanas perdió la gran batalla de la ley trans, su figura de repente había pasado a formar parte del pasado y muchos veían que se había desconectado de una parte progresista de la calle (en la marcha del Orgullo LGTBI eran continuas las proclamas contra ella e incluso se taponó a la delegación socialista). Nunca se entendió con Redondo y al presidente le sobraba también ese continuo flujo de noticias de peleas dentro del complejo presidencial. Y Sánchez la ha dejado sin poder defender su ley estrella, la de memoria democrática, que iba teóricamente a ser aprobada el próximo martes.
Quedan 30 meses para que acabe la legislatura y Sánchez tira para adelante con una profundísima remodelación del Gobierno, eliminando a su núcleo duro y cogiendo fuerza con una nueva generación de socialistas. Una transición que terminará de culminar en el congreso del partido en el próximo mes de octubre. De repente, en unas horas ha surgido un nuevo Ejecutivo y un nuevo Partido Socialista.