Quién es el patriarca Kirill, el todopoderoso 'amigo' de Putin salvado por Hungría
El Gobierno de Orbán ha evitado que la UE sancionara al líder de la Iglesia ortodoxa rusa.
Su nombre llevaba sonando varias semanas desde que la UE lo puso sobre la mesa de los posibles sancionados en la sexta ronda de medidas contra Rusia y su círculo de influencia. El patriarca Kirill (en español Cirilo I de Moscú) es el cabeza de la iglesia ortodoxa rusa... pero es mucho más que un líder religioso.
Muy cercano a Putin, su figura es venerada en el país, aunque su influencia va mucho más lejos. No en vano, este jueves Hungría ha evitado que la UE le sancionara con un último órdago. Si los ‘Veintisiete’ mantenían su plan de atacar el patrimonio y los movimientos de Kirill, el Gobierno de Viktor Orbán torpedearía todo el paquete de sanciones... incluido el veto parcial al petróleo ruso que había aprobado dos días antes.
Nacido un 20 de noviembre de 1946 con el nombre secular de Vladímir Mijáilovich Gundiáyev en San Petersburgo (por entonces, tiempos de la URSS, conocido como Leningrado), el todopoderoso patriarca ortodoxo es un referente para Putin. Y el gobernante ruso tiene mucha afinidad personal con su colega húngaro.
Ya en mayo, Orbán adelantó que su país no apoyaría sanciones contra líderes religiosos rusos, incluyendo el cabeza de la Iglesia ortodoxa. El líder magiar lo excusó en que sancionar a dignatarios eclesiásticos “afectaría la libertad de religión de las comunidades húngaras, algo que es sagrado e inviolable”.
Lo cierto es que Orbán le ha evitado un problema a un ‘amigo de su amigo’. Porque más allá de su ascendente religioso, a nivel económico Kirill tampoco mantiene un perfil bajo, por mucho que su figura esté protegida por los medios afines al Kremlin. El periódico opositor Novaya Gazeta del Nobel de la Paz Dimitri Muratov, citado por ABC, apuntaba en 2019 que poseía entre 3.800 y 7.600 millones de euros de patrimonio, con importantes negocios en petróleo, industria automovilística o joyería.
Y como líder de opinión, su palabra va a misa, nunca mejor dicho. Al comienzo de la invasión de Ucrania, término que obviamente evita, Kirill sí habló de una intervención contra “las fuerzas del mal que luchan contra la unidad histórica entre Moscú y Kiev”. Incluso, dio su bendición a los soldados rusos porque han actuado de modo “muy correcto”. Para él, Ucrania también es parte de su “territorio canónico”.
Pero los motivos que le hacen apoyar a Putin en la guerra van más allá de un sentimiento panruso. Su objetivo es acabar con el movimiento gay y, especialmente, los desfiles del Orgullo. “Si la humanidad reconoce que el pecado no es una violación de la ley de Dios, si la humanidad acepta que el pecado es una de las opciones de comportamiento humano, entonces la civilización humana terminará ahí”. Y los desfiles de homosexuales “están pensados para mostrar que el pecado es una de las variantes del comportamiento humano”, reconoció en una homilía a primeros de marzo.
En esa intervención también pidió rezar “para que el Señor incline su misericordia hacia la sufrida tierra del Donbás, que lleva ocho años soportando este triste signo, generado por el pecado y el odio humanos”, en referencia al supuesto ‘maltrato’ de Ucrania hacia la población de la zona que explotó Putin para justificar la invasión.
En este tiempo, el papa Francisco se ha reunido con Kirill, así como también le ha enviado correspondencia para pedir su mediación en el fin del conflicto, sin que el líder ortodoxo respondiera afirmativamente.