Parásitos
Los hombres actúan como parásitos de la convivencia por haberle quitado a las mujeres la posibilidad de ser y de llegar a ser.
Hay una película del mismo título más interesante que la oscarizada de Bong Joon-ho.
El diccionario de la RAE recoge en su tercera acepción que un “parásito” es una “persona que vive a costa ajena”, por lo tanto, quienes viven una normalidad definida por una serie de privilegios obtenidos a costa de los derechos que les han restado a otras personas, son unos parásitos.
Y los hombres actúan como parásitos de la convivencia por haberle quitado a las mujeres la posibilidad de ser y de llegar a ser, y haberlas dejado limitadas a los roles y escenarios que su cultura androcéntrica ha levantado sobre la identidad femenina para que ellos pudieran tener más espacio en lo público, más trabajo en el mercado, más salario en el trabajo, más responsabilidades en la toma de decisiones, más tiempo a lo largo de cada día, más impunidad en la violencia, más invisibilidad frente a las críticas, más reconocimiento ante las acciones… En definitiva, para que los hombres tuvieran más poder que las mujeres.
El machismo es un sistema parasitario de la sociedad que a diferencia de lo que ocurre en la naturaleza, donde lo micro parasita a lo macro, cambia los papeles y hace que el huésped, que es la cultura que recibe a quien llega a su seno, actúe como parásito de la persona. De ahí la dificultad para detectar el problema. Si todo el organismo es quien parasita a alguna de sus partes, la propia fisiología vendrá caracterizada por las consecuencias de ese parasitismo y estas no se verán como alteraciones, sino como normalidad. Los síntomas que produce serán rasgos, y los signos elementos propios del sistema. Esta es la razón que hace de la “normalidad” la referencia que lo define, y que sea capaz de integrar como algo propio los resultados de ese parasitismo, hasta el punto de permitir que las mujeres que sufren violencia de género digan lo de “mi marido me pega lo normal”, o que cuando una mujer cobre menos que un hombre se entienda que es lo propio, porque como manifestó el eurodiputado polaco de ultraderecha, Janusz Korwin-Mikke, ellas deben cobrar menos por ser “más débiles y menos inteligentes”; el mismo razonamiento que lleva a entender que la paridad es una injusticia y las cuotas para conseguirla una imposición contra los hombres, pero, en cambio, que no se ve nada anómalo que el 90% de los directivos de las empresas más importantes sean hombres, como si la relación “hombre-poder” u “hombre-capacidad” fuera lo “normal”.
La desigualdad es eso. Si no hay Igualdad entre hombres y mujeres es porque los primeros tienen una posición de superioridad y ventaja respecto a las segundas, y cuando en una sociedad que tiene los tiempos, las funciones, las responsabilidades, los espacios… definidos y tasados, hay quien tiene más que otras personas, es porque esas ventajas se han conseguido sobre las desventajas del otro grupo. El poder y los privilegios de los hombres se han levantado sobre la merma y las limitaciones de los derechos de las mujeres, y se ha hecho de forma estructural a través de ese sistema parasitario de la sociedad que es el machismo y su cultura patriarcal.
Si las mujeres, como demuestran a diario, pueden hacer lo mismo que los hombres, y no lo han hecho a lo largo de la historia, es porque no las han dejado hacerlo. Y no se lo han permitido porque de haberlo hecho se habría descubierto la falacia presentada como normalidad que es el machismo parasitario.
Por eso no hay neutralidad, porque si dejamos la situación tal y como está, el parásito seguirá absorbiendo la energía de la convivencia y generando desigualdad. Y por esta razón los hombres deben posicionarse y actuar contra el sistema, porque si no lo hacen, con independencia de que cada uno de ellos tenga más o menos beneficios, el sistema seguirá actuando en contra de lo común. Los hombres deben decidir si quieren ser parásitos sociales o huéspedes en convivencia con la igualdad y la democracia.
El feminismo lleva siglos actuando como desinfectante del machismo con el objeto de desparasitar la desigualdad y la injusticia de nuestra sociedad. Si los hombres beben unas gotas de feminismo, y lo hacen a diario, podrán purgar el machismo que llevan dentro, y eliminar el germen de esa identidad parasitaria que la cultura ha depositado en los intestinos de la masculinidad.
No produce alergias ni da reacción, el feminismo es salud en igualdad.