Para que exista un mañana
Ayudar a todo el mundo, sin distinción, significa no dejar fuera de ese apoyo tampoco al sector de la cultura.
El sector cultural profesional no pide privilegios, ni tratos de favor, ni quiere beneficiarse de recursos detraídos de otros sectores. La demanda más inmediata es simplemente que los trabajadores de la cultura puedan acceder a las medidas en materia de protección profesional que recientemente se han puesto en marcha. Desde municipios del Estado, como Sevilla o Barcelona, la especificidad del sector cultural se ha teniendo en cuenta a la hora de elaborar los planes de apoyo, sin embargo, desde otros gobiernos como el de España o el de la Comunidad de Madrid, las medidas adoptadas son ineficaces para el sector. La razón es sencilla: el carácter intermitente de la actividad cultural impide el cumplimiento de los requisitos y condiciones exigidas para acogerse a los subsidios y prestaciones aprobadas
Los trabajadores culturales suelen alternar trabajos breves, contratos de obra y servicio y colaboraciones puntuales, por eso apenas profesionales pueden acogerse a las medidas puestas en marcha. El trato dado a los trabajadores de la cultura debe atender a la especificidad de su situación, no puede diluirse en el borroso paraguas de “medidas generales” que supuestamente ampara al resto de las actividades profesionales porque esto no sirve. De esto se fue muy consciente en la legislatura pasada cuando, en el marco de la Subcomisión del Estatuto del Artista del Congreso, los partidos políticos aprobaron, por unanimidad, un informe compuesto por un número importante de medidas que recogían adaptaciones legislativas necesarias en términos fiscales y laborales para hacer sostenible el trabajo cultural. Sin embargo, en esta situación de emergencia, lo que entonces aprendieron aquellos partidos hoy lo han olvidado, incluso, en algunos casos, quienes fueron protagonistas de aquella experiencia.
La cultura no se reduce a lo que hacen los profesionales de la cultura, ni tampoco es su patrimonio; la cultura no son solo las obras que se exponen en los museos, ni lo que se representa en las salas de teatro. Sin embargo, la existencia de los profesionales de la cultura es fundamental, sin ellos el ecosistema cultural en el que habitamos se queda cojo, pobre y vacío. Su existencia nos compete y compromete a todos. Las salas de teatro de nuestro barrio, las pequeñas editoriales especializadas que publican esos libros que no encontramos fácilmente, las escuelas de danza que enseñan a nuestros hijos a disfrutar de su cuerpo en movimiento, la persona que nos recibe en un museo para explicarnos con afecto una exposición. Los actores, guionistas, músicas, escritores, gestoras, iluminadores, creadores y creadoras en general son quienes nos están acompañando, de una manera u otra en estos días de confinamiento, y corren el riesgo de no estar ahí fuera cuando volvamos a salir de nuestras casas. Es fundamental que ese ecosistema, cuando toda esta dura crisis finalice, no esté habitado solo por los más fuertes que han logrado sobrevivir, sino que permanezca lo más diverso y plural posible.
Ayudar a todo el mundo, sin distinción, significa no dejar fuera de ese apoyo tampoco al sector de la cultura. Esto no puede esperar a junio o a septiembre, se trata de un sector precario, que venía sobreviviendo al día. Ya antes de que esta crisis comenzara era tarde, imagínense ahora.