Paqui Maqueda, la peleona voz que ha pedido "honor y gloria" para las víctimas de Queipo
Al frente de la Asociación Nuestra Memoria de Sevilla, lleva años manifestándose por lograr justicia y reparación para la familia de su abuela y los demás represaliados.
Paqui Maqueda, miembro de la Asociación Nuestra Memoria de Sevilla, se ha convertido en las últimas horas en el rostro de la dignidad. Cuando anoche supo que los restos del general golpista Gonzalo Queipo de Llano salían de La Macarena, en cumplimiento de la Ley de Memoria Democrática, fue corriendo hasta la basílica para presenciar ese momento histórico por el que tantos años ha peleado. Allí, mientras una furgoneta blanca sacaba esos huesos -los de sus represaliados aún no han visto el aire en fosas como las de Pico Reja-, los familiares del fascista le lanzaron vivas. Maqueda, que estaba en silencio, no pudo más y lanzó un “honor y gloria a las víctimas del franquismo” que no sólo se ha viralizado, sino que se ha clavado en la conciencia de este país con escasa memoria y muchas heridas por cerrar.
Esta trabajadora social, incansable de la lucha memorialista en la capital andaluza, integrante también de la plataforma Gambogaz que busca la restitución de los bienes expoliados por los golpistas, acalló los aplausos a Queipo con su voz fieme. Sumó los nombres de los suyos, de la familia que le falta, la represaliada, la que la puso en el camino de la verdad, la justicia y la reparación. Cinco nombres que era obligado recordar, los de su abuelo, sus tres tíos abuelos y su abuela.
En declaraciones a la agencia Europa Press, Maqueda ha dicho que nombró a sus familiares porque “no podía permitir los gritos de Viva Franco y Viva Queipo, y los aplausos”. “El punto y final a esta historia no lo iba a poner la familia de Queipo. No me parece que sea ahora el momento de ellos, es el momento de las víctimas”, añade.
Maqueda ha valorado que “aunque sea a empujones, en este país se nos empieza a respetar”, al tiempo que ha calificado el día después de la exhumación de los restos de Queipo -y también de otro general franquista, Francisco Bohórquez- es de “orgullo” para las familias de las víctimas y el movimiento memorialista que “con su empeño y persistencia, ha logrado sacar a Queipo de la Basílica”.
Maqueda se ha referido a los “insultos” que recibió a las puertas del templo esta pasada madrugada -“que me callara, pedazo de puta”, afirma que oyó-, asegurando que “no se quién fue ni me interesa. Nosotros somos distintos. No contesté. Llevan insultándonos muchos años y no devolvemos insultos. Nosotros lo que hacemos es trabajar para que se haga justicia. Apretamos los dientes y tiramos para adelante, como han hecho nuestras familias durante muchos años”. “Los insultos manchan a quienes los hacen, sea quien sea”, ha sentenciado.
La presidenta de la Asociación Nuestra Memoria ha relatado que nombró a su bisabuelo, al hijo de éste asesinado y a los otros dos que fueron presos-esclavos del franquismo. “Y a mi abuela, que era macarena y rezaba a la Virgen teniendo que pasar por delante de la tumba” de Queipo. “La emoción me pudo y hablaron las víctimas por mí”, ha reconocido Maqueda para la que la exhumación de Queipo y Bohórquez contribuyen a hacer que “Sevilla sea una ciudad más limpia democráticamente hablando”. “Se nos mira a la cara. Empiezo a sentir mi condición de víctima”, ha remarcado. Al diario Público le ha confesado que está contenta por el paso dado y que, al fin, ha dormido bien por una noche.
Maqueda ha anunciado que el movimiento memorialista avisará a la Secretaría de Estado de Memoria Democrática de la placa conmemorativa que aún queda en la Macarena y que “hay que quitarla”. “La Hermandad de la Macarena lo sabe. Ha tenido una resistencia feroz pero aunque sea a empujones, en este país se nos empieza a respetar”, ha sentenciado la presidenta de la Asociación Nuestra Memoria, que ha apuntado que el Ayuntamiento de Sevilla dispone de información sobre más de 30 símbolos franquistas que aún quedan dispersos por la ciudad.
Toda una vida de pelea
Ese rostro que hoy copa las redes sociales no es nuevo en el mundo de la memoria en Andalucía, porque Maqueda es, junto al histórico Cecilio Gordillo, un referente imprescindible. Paqui Maqueda pertenece a una familia de Carmona (Sevilla) con un largo historial de represión. Su bisabuelo, Juan Rodríguez Tirado -el primero de los nombres que citó anoche- fue fusilado al comienzo del alzamiento fascista, en agosto del 36, a su hijo Pascual le aplicaron la ley de fugas, y lo asesinaron por la espalda, y otros dos hijos, Enrique y Juan, fueron encarcelados tras la guerra. Rodríguez Rodríguez eran ls apellidos de estos tíos abuelos de la activista, tal y como se escuchó anoche ante La Macarena.
“Luego, estaba mi abuela, que se llamaba la Frasca y yo llevo su nombre”, dice Maqueda. Con la foto de su abuela, sobre todo, pero también con la del resto de sus represaliados, Paqui lleva unos 20 años manifestándose un sábado al mes en la Plaza de la Gavidia de Sevilla. Iba con su hermana Gracia. Las dos, tan iguales, de mirada tan vida y emocionada, de las más jóvenes del grupo, contaban a quien pasara la historia de los suyos. Eran apenas un puñado de activistas, de familiares, de historiadores, los que han presionado a los Gobiernos hasta llegar a donde estamos hoy, con Queipo fuera de donde nunca debió estar, sin honores para los carniceros.
La casa familiar de los Maqueda fue incautada y la familia tuvo que dejar el campo y trasladarse a Sevilla capital, al barrio obrero de Las Letanías, y es allí donde refuerza su conciencia social y completa los estudios como trabajadora social. Trabaja para el Ayuntamiento de Sevilla. En estos años, Paqui Maqueda también ha publicado el libro En la silla del criminal, diario de una andaluza en Argentina, en el que da cuenta de su viaje a Buenos Aires para pedir justicia en la causa que se abrió en el país americano, la llamada querella argentina, en cuya pelea también está inmersa. También es autora de La cuerda.
En una reciente entrevista en El HuffPost explicaba: “Durante años, porque nuestra pelea no es de hoy, se nos ha tapado o, al menos, obviado. ¿Cómo es eso de “muerto el perro se acabó la rabia”? Algo así planeaban: “irán yéndose los que sufrieron y esto se olvidará”, pensaron. Mala estrategia, no lo hemos hecho. Cuando salimos fuera de España a contar lo que nos pasa nos da hasta vergüenza explicar esta desprotección”. “La causa está viva, es comprendida por la sociedad española, es acompañada, y por eso los partidos tienen que sumarse a esa corriente”, añadía. Ahora, al menos, se avanza.