“Pablo estaba en bucle”: las confesiones de un PP destrozado
Los populares han vivido sus días más autodestructivos en décadas: “Le han escupido”, “¡Qué triste todo!”
“Pablo estaba en bucle”. Así lo cuenta una de las personas con las que se reunió el todavía líder del Partido Popular el lunes, cuando se atrincheró en Génova 13 y llamó a los que creía fieles para resistir ante la ofensiva lanzada por los barones a lo ancho y largo de España. Era el momento decisivo, de saber qué ejército tenía para luchar en la Junta Directiva.
Fueron horas muy difíciles, amargas, desgarradoras ese lunes. Pablo Casado se iba quedando más solo y solo. “Le dije la verdad, cómo lo veía”, indica otra de las personas que pasó por las plantas nobles de Génova 13 en esos momentos. Hasta los suyos le deban la espalda, de Andrea Levy a Javier Maroto pasando por Belén Hoyo. Aquellos con los que había ganado el congreso frente a Soraya Sáenz de Santamaría.
Se iba de las manos, frente a unos barones que movían todas sus piezas sin vuelta atrás. La operación estaba claro: había que hacerle caer lo más rápido posible. Se sucedían las llamadas por los dos lados. Teodoro García Egea intentaba recomponer a los suyos, pero hasta los casadistas presionaban contra el murciano. El rey estaba desnudo ya. Pocos ya apoyaban el lunes por la noche al presidente del partido. Los escasos fieles no daban crédito, incluso algunos lloraban en soledad.
Ese sentimiento lo confesaba una de las pocas diputadas que le quedaban ya el martes, cuando todo el grupo parlamentario viraba hacia los barones. “Le han escupido”, se quejaba esta parlamentaria, que reiteraba que no era necesario tanto “escarnio” en público. Pero, desde el otro lado, se confesaba que Casado seguía en sus trece y era necesario visualizar que estaba solo. Solo. Solo.
“Qué triste todo”, se lamenta ahora una de las personas de la dirección que le ha dado la espalda a Casado durante estos días. Muchos querían “buscar la mejor salida” al líder, como señalan fuentes populares, pero se encontraban a un presidente del PP enrocado y dispuesto a no ceder. “Los que conocemos a Pablo sabemos que está mal”, señala otra de las personas con las que habló a lo largo de la semana. “Ha sido muy duro”, añade.
Casado seguía en el despacho en Génova dispuesto a no ceder. Y convencido de que no había hecho nada malo aquel lunes. Si quería su cabeza, que fuesen a cortársela. No se podía creer lo que estaba pasando. Podía haber hecho cosas mal, reconocía, pero está convencido de que no había hecho nada malo. Y le dolía ver cómo los suyos se iban apartando. Apenas le han quedado apoyos, a su lado siempre Ana Beltrán y Pablo Montesinos.
El miércoles por la noche era el gran momento, la batalla final, cara a cara con los barones. Llegaban con el cuchillo en la boca para cortarle la cabeza en Génova, aunque algunos creían que debían dejarle algunos días. Y cundió entre ellos también la sensación de espectáculo que se estaba dando, con decenas de cámaras en Génova, con programas especiales en directo en todas las cadenas, con esa sensación de aquelarre que había trascendido. Aunque luego falsamente dijeran que la reunión fue tranquila, la realidad era otra.
Uno de los barones la describía así: “Un infierno”. “No ha sido fácil”, como reconocen fuentes que estaban dentro de la máxima cita. Lo “conveniente” hubiera sido que hubiera dimitido esa noche, reconoce otro barón que había apoyado de manera fervoroso pocos días antes a Casado. Muchos no se fiaban del líder y querían que quedara por escrito que se marchaba. Cerrar la puerta de manera taxativa a que luego hiciera un Pedro Sánchez y se presentara al congreso extraordinario como la gran víctima.
Todos querían el camino despejado para Alberto Núñez Feijóo, una vez que había acordado con Isabel Díaz Ayuso que ella no daría el paso. Ella lo seguía todo por el móvil esa noche de miércoles desde el palco del Wanda Metropolitano, donde había acudido para ver el Atlético de Madrid contra el Manchester United.
Más de cuatro horas de reunión. Dentro Casado se veía cara a cara con sus barones. Y se encontraba con algunos de los que más le ha dolido la traición como Fernando López Miras (Murcia) y Paco Núñez (Castilla-La Mancha). El líder no quería salir así, el PP ha sido siempre su vida, siempre creyó que llegaría a La Moncloa. Y, al menos, hacerlo de forma honrosa, con un gran discurso, haciendo la transición en un congreso. Al final lograba que los líderes regionales cedieses y le permitieran llegar a ese cónclave, que se celebrará de forma exprés a principios de abril.
Una guerra cainita, que ya tiene ganadores y perdedores. “Era necesario”, sostiene otra de las personas de la dirección que participó en la carnicería contra Casado. También muchos se quejan de que él haya aguantado tanto y se haya tenido que forzar al máximo con esa mala imagen de todos los ciudadanos. Y creen que él podía haber cortado todo antes, con movimientos como el cese de García Egea. Pero la guerra venía desde hacía mucho tiempo y ya era una cuestión “personal” entre él y Ayuso. “Así no se podía seguir”, resume un cargo territorial.
“Empiezo a creer que en política no hay humanidad”, ironizaba un diputado en el patio del Congreso mientras caía Casado. Así es la política.