Casado, más duro que nunca
El PP despliega una feroz oposición, no piensa llegar a ningún acuerdo con el Gobierno y evita la moción de censura acariciando a Vox
Dureza absoluta, asedio con los dientes, ni una rendija abierta para algún acuerdo. Pablo Casado ha olvidado aquel intento de viaje al centro y lleva días desplegando una oposición feroz contra el Gobierno de Pedro Sánchez. El PP casadista vuelve a ser el más aznarista y se impregna de lleno con aires ayusistas con el convencimiento de que llegará así a La Moncloa. A derechazos puros.
En Génova 13 se sienten con fuerzas para llevar a cabo esta oposición de desgaste y polarización al entender que las encuestas les avalan. Desde el entorno de Casado se da mucha importancia a los últimos sondeos hechos públicos por El Mundo y por La Sexta, de los que se desprende que serían primera fuerza y que rozaría la mayoría absoluta junto con Vox.
Eso les da alas en su estrategia dura. Fuentes de la dirección popular lo analizan así: “Los españoles apoyan la oposición firme y responsable de Casado y enseñan a Sánchez la puerta de salida de Moncloa, más aún tras los indultos. Si a Sánchez le quedara algo de dignidad, dimitiría y permitiría a los españoles expresarse en las urnas”.
Y es que esa es la ofensiva argumental que ahora traslada el PP en todos los rincones de España, empezando por el Parlamento: dimisión de Sánchez, disolución de las Cortes Generales y convocatoria de elecciones anticipadas. Los populares sueñan con eso, sabiendo que ahora las encuestas soplan a favor, pero todavía quedan dos largos para las generales. Son conscientes, admiten fuentes populares, de que el presidente no va a hacerles caso y que intentará alargar la legislatura hasta el último minuto.
Desde Vox y Ciudadanos se presiona al Partido Popular para otra solución: una moción de censura. Casado y los suyos se niegan, han analizado la situación fríamente y los “números no dan”. Lo repiten en público y en privado, la cuenta no sale en verde. Ir a una moción de censura para perderla no entra en los planes de Génova 13: sería volver a crear la sensación de perdedor y les ha costado mucho tiempo hasta que han logrado que la gente crea que hay posibilidades. La política son estados de ánimo.
Casado no ha logrado el efecto indulto que deseaba y ha fracasado en un intento de movilización social frente a la medida de gracia. Ha pinchado en la plaza de Colón y en la recogida de firmas, y se ha llevado una enorme decepción con el papel de los empresarios y de la Iglesia. “Soy católico y practicante, y no me identifico con la Iglesia que apoya a los indultos”, decía en una entrevista este fin de semana en La Razón.
A pesar de eso, él seguirá haciendo una batalla de los indultos y de la cuestión catalana. El PP ha presentado recursos ante el Supremo contra la medida de gracia, argumentando que son una parte implicada y diciendo que fueron objetivo de los CDR, y también está arreando duro contra el Gobierno para que recurra el fondo creado por la Generalitat para pagar las multas del Tribunal de Cuentas. La dirección del PP está convencida de que sí hay apoyo entre millones de España a su rechazo a los indultos y que lo rentabilizará en papeletas.
Además, hay una consigna clara que se ha trasladado a todas las direcciones regionales y provinciales: hay que repetir en todo acto público que “Sánchez es el presidente de la mentira”. Engarzan ahí con el discurso de Vox y de la ilegitimidad del Gobierno de coalición. Casado se sube otra vez a la línea dura de su rival/compañero de ultraderecha para taponar una sangría de votos y con guiños ante el futuro. Porque el “hasta aquí hemos llegado” se ha convertido ahora en un hasta aquí nos hemos reencontrado. Casado piensa en ese horizonte de futuro y va asentando la posibilidad de un Gobierno con Vox, nunca descarta esa coalición cuando le preguntan directamente. No obstante, su sueño es lograr la posibilidad de repetir lo de Ayuso en Madrid pero a nivel general: una victoria clara con un Vox sin la fuerza para entrar dentro. Las relaciones son buenas entre los dos partidos (sólo hay que comprobarlo con el abrazo en el que se fundieron Teodoro García Egea e Iván Espinosa de los Monteros en la toma de posesión de Ayuso en Sol cuando las cámaras se habían marchado).
El Partido Popular ya da por descontada la casi desaparición de Cs y que esos votos pasarán a Génova. E intentan atizar a los ‘naranjas’ en cuanto pueden. Fuentes del PP critican a los de Inés Arrimadas por lo que ha pasado en la Alcaldía de Granada: “De nuevo, Ciudadanos en brazos de PSOE y Unidas Podemos. Otra vez, retratados”. Otra de las tácticas durante estos días es exigir que se celebre el debate sobre el estado de la Nación, ya que los populares consideran que podría ser el foco para visibilizarse como alternativa y no se tienen que someter a una votación directa (han perdido en propuestas clave estas semanas como las contrarias a los indultos).
Otra cosa hay clara en Génova: nada de acuerdos con el Gobierno. Ni siquiera para la renovación de los órganos constitucionales, que siguen bloqueados por el PP (Poder Judicial, Tribunal Constitucional). Tampoco tienen intención de hablar sobre el futuro del Tribunal de Cuentas, con mayoría conservadora en virtud del acuerdo vigente que suscribieron Mariano Rajoy y Alfredo Pérez Rubalcaba. El PP se queja, no obstante. de que no hay una verdadera intención por parte del Gobierno de llegar a esos acuerdos y que Pedro Sánchez no llama a Pablo Casado.
Casado y los suyos seguirán con su orquestada operación de llevar las principales leyes a los tribunales, como han hecho con la de eutanasia. También podrían hacerlo con la ley trans una vez pase por las Cortes Generales. Vuelve la derecha más dura socialmente en contra de pasos clave para los progresistas. Jalonando todo ello con frases que han indignado a muchos y que parecen más de Vox, como la de la Guerra Civil: “Fue un enfrentamiento entre quienes querían la democracia sin ley y quienes querían la ley sin democracia”.
A la vez el PP está haciendo una “revolución silenciosa” dentro del propio partido, como explican fuentes de la dirección, renovando las estructuras autonómicas y provinciales (este mismo fin de semana Casado iba a bendecir a Valencia a Carlos Mazón). Quieren tener el partido a punto ya para encarar el segundo tramo de la legislatura y el siguiente ciclo electoral. Pero, antes, en octubre tendrá lugar su gran convención, en la que pondrán negro sobre blanco su rearme ideológico y en la que quieren abrir las puertas a la sociedad civil (con más de 400 invitados externos).
Pablo Casado, más duro que nunca.