Santa, tienes competencia: estos son los otros Papá Noel de España

Santa, tienes competencia: estos son los otros Papá Noel de España

Cinco comunidades cuentan con su propia versión del bonachón navideño: desde un tronco mágico que defeca regalos a un señor que les toca la barriga a los niños.

Papá Noel, visiblemente contrariado por este reportaje.Stocknroll via Getty Images

Se habrán hartado de escuchar hasta la saciedad que la sociedad española siempre tiende a importar todas las tradiciones extranjeras. Desde Halloween al arbolito de Navidad, pasando por el mismísimo Santa Claus. Sí, el icónico señor bonachón que viste de rojo y se pasa la Nochebuena recorriendo todo el mundo desde su casa en el Polo Norte, sobre un trineo tirado por renos voladores. Todo para poner un regalo en la casa de cada niño que se haya portado bien.

En España, la figura de Papa Noel siempre ha rivalizado seriamente con la de los Reyes Magos. Tres mejor que uno. Sin embargo, ¿y si les dijeran que en este país se puede subir la apuesta para fijarla en un ocho contra uno? Lo cierto es que no hay que buscar fuera porque hasta cinco comunidades autónomas cuentan con su propia versión de un ser mágico dispuesto a obsequiar a discreción durante toda una noche. Chúpate esa, Laponia.

Este es el caso de Cataluña, Euskadi, Galicia, Asturias y Cantabria; tierras en las que han prosperado una serie de tradiciones y leyendas que se han traducido en costumbres que van desde un tronco mágico que defeca regalos a un señor que toca las barrigas de los niños o un barbudo con un hacha a lomos de un burro.

  Un pequeño ejército del Tió de Nadal, conocido también como 'Caga Tio'.Mario Marco via Getty Images

Probablemente, la tradición navideña española más conocida de todas la encarna el Tió de Nadal, también conocido como ‘cagatio’, un nombre bastante esclarecedor y que hace referencia a la propia ceremonia. Se trata de una costumbre propia de Cataluña y de algunas partes de Aragón e incluso Andorra. Consiste en adornar un tronco o rama gruesa pintándole una cara en uno de sus extremos y tapándolo con una manta desde el inicio del Adviento -para los no cristianos, cuatro semanas antes de Navidad- o desde la Inmaculada -8 de diciembre-.

El objetivo es dejarle comida cada noche durante todo ese tiempo y que el tronco de Navidad no pase frío. Todo ello para que cuando llegue Nochebuena, los niños pequeños puedan pegarle con bastones mientras cantan una serie de villancicos y él les recompense defecando regalos. En el comienzo de la tradición estos obsequios solían ser chucherías y dulces, pero con el paso de los años llegaron a ser incluso objetos de tamaño considerable para las dimensiones del leño y su manta, como juguetes (el que firma este reportaje recibió un micropatinete del pequeño tronco).

“Comienza normalmente a principios de diciembre, los padres van con los niños a un bosque o a un parque. Entonces los adultos esconden el Tió en algún sitio y los niños lo encuentran ”, relata Alejandra Aramburuzabala a El HuffPost, de cómo se vive esta costumbre en su caso. “Es como que lo adoptas, te lo llevas a casa”, indica, para comenzar la alimentación del tronco, tradicionalmente, a base de mandarinas y frutos secos. “Yo lo que hacía era darle sobras de comida”, apunta la joven de Castelldefels (Barcelona), puntualizando que los detalles varían en cada familia y según la zona. Por ejemplo, ella también lo hacía en el colegio antes de irse de vacaciones, sobre el 22 de diciembre.

Una de las costumbres más compartidas es la de antes de varear al tronco navideño, la clave es alejar a los chiquillos para poder colocar los obsequios. “Hay algunos que dicen tenéis que ir a mojar los palos al lavabo para poder pegar al Tió, otros dicen dejad descansar al Tió un segundo, iros a otra habitación”, afirma esta chica de 33 años. En su caso, los regalos que dejaban eran cosas pequeñas como turrones o un libro como mucho. Lo celebraba en casa, en la escuela y también recuerda acudir con su familia a la plaza a ver el Tió gigante frente a la Catedral de Barcelona.

  El Olentzero representado en una figura.Josu Ozkaritz via Getty Images/iStockphoto

Junto con el Tió de Nadal, la figura navideña que cuenta con mayor arraigo de celebración entre la población, en este caso de Euskadi, Navarra y zonas del País Vasco francés. Se trata de un carbonero mágico y bien nutrido que vive aislado en las montañas durante todo el año donde fabrica carbón vegetal y pasa el rato comiendo, bebiendo y fumando en pipa. Sus orígenes se remontan a las tradiciones paganas que celebraban el solsticio de invierno. Como todo lo cristianizado acabó adoptando un nuevo rol y se convirtió en la persona que anunciaba el nacimiento del niño Jesús.

Su misión es la de entregar regalos a los más pequeños de la casa el día de Navidad, aunque los detalles pueden variar según la zona. “La tradición la aprendíamos un poco en la ikastola”, explica Unai Arteaga a El HuffPost, indicando que la figura del Olentzero la conoció ya en este tipo de centro educativo vasco. En su caso se celebraba tanto este como la visita de los Reyes Magos. Eso sí, a sus 33 años, recuerda bien que “el Olentzero era el que traía los mejores regalos y los reyes, pues calcetines y calzoncillos”.

Natural de Lezo (Gipuzkoa), comenta que también dejaban comida y agua bajo el árbol, “como a los Reyes, pero en vez de para un camello le dejábamos para un burro” anota sonriendo. El joven vasco señala que, por ejemplo, en su pueblo no tenían cabalgata de Reyes Magos y era el Olentzero el que pasaba. “Era un desfile en el que el iba sentado en un tractor, daba una vuelta por todo el pueblo y después iba a la plaza”, precisa, anotando que en otros sitios se celebran ambos.

  Una persona en Cambre, A Coruña, caracterizada como el Apapaldor.Xurxo Lobato via Getty Images

La historia del Apalpador cuenta con una gran tradición en la zona de O Courel y O Cebreiro (Lugo) además de en la comarca de Terra de Trives (Ourense), pero se ha popularizado relativamente hace pocos años a nivel de toda Galicia. También conocido como Pandigueiro en Trives, consiste en un carbonero que cada Navidad o Nochevieja según la familia baja de las montañas para tocarle -palparle- la barriga a los niños. De ahí su nombre.

La finalidad de dicho tocamiento es la de comprobar si los pequeños habían estado comiendo bien y recompensarles con unas castañas, además de desearles que tengan un feliz año. Existen testimonios de personas que ya habían escuchado esta tradición de sus padres antes incluso de la Guerra Civil española.

En la actualidad, esta tradición ha sido impulsada por algunas Administraciones de Galicia y distintos colectivos con la intención de difundir la historia de Galicia y que esta no se pierda. Al igual que el Olentzero o el Tió de Nadal, el mito del Apapaldor también está acompañado de canciones populares. No obstante, es complicado encontrar un hogar gallego que celebre de por sí la llegada de este personaje.

De carácter mitológico, en Cantabria y la zona de Llanes en Asturias su personaje navideño se corresponde con un leñador grande y simpático caracterizado por su barba y su hacha. El Esteru siempre va acompañado de su fiel compañero, Burru, es decir, un burro.

La historia cuenta que este señor vive en los recónditos bosques de Cantabria durante todo el año donde se dedica a cortar leña, con una excepción. En las fechas navideñas dedica todos sus esfuerzos a elaborar juguetes para los niños, que reparte el día de Navidad.

En la actualidad, la tradición ha ido recuperándose para adaptarla a la dinámica de Papá Noel. Los pequeños le escriben una carta al Esteru pidiéndole regalos y este se los trae. Sin embargo, la figura se ha popularizado más en los desfiles de Navidad y en cabalgatas de Reyes Magos como la de Comillas (Cantabria) que incorporan al icónico leñador a lomos de un asno.

  Ilustración del Anguleru.Denissf / GARABUXADA

De todas las versiones de Papá Noel mencionadas es, sin duda, la construcción más reciente de todas. Fruto del trabajo de recuperación etnográfica de la Asociación Garabuxada desde 2008, el Anguleru desembarca cada 24 de diciembre en distintos puertos asturianos como el de San Juan de la Arena.

Se trata de un pescador de angulas, como fácilmente se desprende de su nombre, que cada Navidad trae regalos a los pequeños. Llega desde las aguas asturianas en una lancha mágica cargada de regalos y le caracterizan su chubasquero amarillo y su barba.

Popularizado a través de diversos actos por localidades como Gijón, Mieres o Avilés, el personaje también se encarga de difundir un mensaje de cuidado y respeto del medio ambiente entre los más pequeños. Un buen tipo.

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Antón Parada es redactor de actualidad en El HuffPost. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid. Antes de llegar aquí trabajó cinco años en La Voz de Galicia y pasó por los micrófonos de Radio Voz.

Puedes contactar con él escribiendo a: anton.parada@huffpost.es