Otro festivalazo de cine fantástico
La vigésimo octava edición del Fancine empieza con polémica.
Veintiocho años de Festival de Cine Fantástico de Málaga
Así es: Fancine cumple 28 años. Los que no sean malagueños pueden pensar que estoy hablando del Festival de Málaga. No, para ese quedan aún varios meses y ya tendremos tiempo de comentarlo. Hablo del Festival de Cine Fantástico, una especie de hermano pequeño del que se celebra en Sitges. Tienen el mismo encanto, aunque nosotros siempre hemos tenido mucho menos presupuesto. Lo crean o no, ese es parte del encanto. La inauguración suele parecerse más a un caótico salón de cómic que a un verdadero festival de cine; el dinero escasea, mientras que las ganas y la desvergüenza sobran.
Esta edición ha traído polémica porque el cartel ofendía a la comunidad asiática y se acusaba a los organizadores de hacer apología del fascismo. ¿Qué decir de esta controversia? Aquí caben dos actitudes: la del "ofendidito" (corrección política everywhere, como se dice por ahí) y la del "sudapolla" (el que no tiene consideración hacia nadie porque todo se la pela). Yo creo que estoy en el término medio. Por una parte, la irreverencia y el atrevimiento siempre me han parecido valores a tener en cuenta y la intención del diseñador en ningún momento fue ofensiva. Por otro lado, deberíamos ser menos miopes con los símbolos ajenos (bien que nos ofendemos cuando agravian los nuestros) y no habría que herir sensibilidades de forma tan gratuita. Bastaba con informarse. Además, rectificar cuesta muy poco.
Lo que la bandera del Sol Naciente ha eclipsado
La polémica ha servido para hacer publicidad del festival. Esa dinámica es muy frecuente y no me cansaré de repetirlo: ¡Rebelarse vende! Sin embargo, la cagada del cartel también ha ocultado la cinefilia que desprende el evento. Los asistentes acuden al cine esperando lo mejor... y lo peor. Pasar un buen rato está casi garantizado, a pesar de que haya pelis que sean "morralla", o quizás gracias a eso. El Fantástico de Málaga proyectó, hace ya la tira de años, grandes películas como Cube o Memento. Ha habido especiales sobre los Monty Python y hemos contado con la presencia de actores de la talla de Rutger Hauer o con directores de proyectos demenciales como El ciempiés humano. Este año está dedicado al cine asiático (de ahí la susodicha polémica) y, por si fuera poco, entre los largometrajes a concurso se ha colado la última película del también demencial Lars von Trier (a quien, no obstante, admiro bastante más que al director del ciempiés).
En realidad, las películas tampoco son lo importante. Por encima de las historias que se pueden ver estos días, brilla la Málaga más friki en todo su esplendor. Y hasta me pongo nostálgico, ya que en la semana del Festival recuerdo mi ciudad invadida por un fandom de lo más fiel (Alcaide, Nahum, Óscar, Iñaki, etcétera), una célula de hilarantes locuelos que parece sacada del cómic de la Patrulla Condenada.
Parte de la idiosincrasia malacitana se explica mediante la locura y el frenesí imaginativo del Fancine. ¡Absténganse de asistir al Festival mentes realistas y rancios poco dados a fantasear!