Ortega Cano y el honor de los marcianos
Tiene que ser muy duro de digerir que te representen públicamente en una imagen con la cara de ese señor.
A ver, si hubiera sido al revés todavía yo lo habría podido entender… Si un extraterrestre rollo Men In Black hubiera andado por Cartagena y hubiera visto el cartel de Mongolia en donde se le representa con la cara de Ortega Cano, yo habría entendido que corriera a la comisaría más cercana para interponer una demanda contra la revista satírica por atentado contra su honor. El honor del marciano, claro. Tiene que ser muy duro de digerir que te representen públicamente en una imagen con la cara de ese señor. Y no me habría extrañado que un tribunal escrupuloso hubiera aplicado sin piedad la parte del código penal referida al Delito de Odio Galáctico o a la Ofensa contra el Honor Interestelar, condenando a los demandados a sufragar el lanzamiento de una sonda espacial con una petición de perdón leída por Edu Galán y Darío Adanti. Pero que haya sido el extorero, el matador, el que se haya sentido agraviado… no sé… llevo días dándole vueltas y no le encuentro sentido.
Con el honor pasa una cosa muy rara. Si se tiene -si la biografía avala un reconocimiento social sólido- una imagen banal amenaza tanto un buen nombre como una brisa amenaza a la pirámide de Giza. Sólo cuando el honor es sólo humo un soplido lo puede poner en peligro. Es el tribunal el que más atenta contra el honor de Ortega Cano al resolver que éste es tan ínfimo, tan subatómico, de tanta debilidad extrema, que una nadería como este cartel puede dañarlo. No se puede lucir una pared hecha de estiércol, dejó dicho Confucio, y tan difícil parece que una ilustración trivial, hecha en un contexto satírico dentro de la sociedad de los memes, pueda ensuciar un buen nombre, como que la sentencia publicada por el Tribunal Supremo esta semana pueda limpiar el de Ortega Cano. Si yo fuera el matador, el extorero, demandaría mañana mismo a dicho alto tribunal por atentado contra el honor al haber fallado a su favor.
El poeta José Manuel Rivas recuerda en una décima el viejo chiste del reo que pregunta al magistrado si es delito llamar “mentecato” a un juez. “¡Claro que lo es!”, exclama el letrado. “¿Y llamar ‘señor juez’ a un mentecato?”. “No, eso no es delito”. “Pues muchas gracias, señor juez”. Porque si un juez cree que en la unión entre el matador y los extraterrestres el que queda mal parado es el primero, entonces el propio juez es el alienígena. Y como no es la primera ni la segunda vez que Europa va a anular una resolución de un tribunal español no por jurídicamente endeble sino por marcianamente chiripitifláutica, podría ser buena idea añadir a las oposiciones a la carrera judicial alguna prueba complementaria para que el opositor señale en una carta celeste su planeta de origen. Quién sabe. A lo mejor descubríamos que han sido jueces pero también parte en el litigio entre Ortega Cano, Mongolia y el honor de los extraterrestres.