Por qué tenemos que reivindicar y celebrar el Orgullo LGTBI 365 días al año
Asesinatos, penas de muerte, agresiones verbales... Aún queda mucho que hacer para vivir en Igualdad.
Si estos días alguien pregunta por qué no hay un Día del Orgullo Hetero será, posiblemente, porque esa persona no ha sentido en sus propias carnes la discriminación o el miedo por el simple gesto de dar de la mano a tu pareja por la calle. Porque sí, se ha avanzado mucho en derechos LGTBI pero no lo suficiente como para gritar a los cuatro vientos que vivimos en Igualdad. No en nuestro país, pero mucho menos en el resto del mundo. Y menos aún con el auge de algunos movimientos nacionalistas y ultraconservadores contrarios a que se dote de derechos a este colectivo.
Lesbianas, gays, transexuales, bisexuales, intersexuales, personas no binarias, de identidades queer... son víctimas de distintas opresiones que se reproducen en mayor o menor medida en todos los lugares del mundo.
Más de 3.500 personas trans asesinadas
Por ejemplo, entre enero de 2008 y septiembre de 2020, al menos 3.664 personas trans fueron sido asesinadas en el mundo, como detalla el Observatorio de Personas Trans Asesinadas. Durante la pandemia, según informa Amnistía Internacional, los años de discriminación han empujado a muchas personas de este colectivo aún más a la marginación, haciéndolas más vulnerables a los estragos económicos que todo el mundo vive por el coronavirus.
69 países de la ONU lo penalizan
52 años después de las revueltas del Stonewall Inn, con las que empezó oficialmente el movimiento LGTBI, aún hay 69 Estados Miembros de Naciones Unidas que tienen disposiciones que penalizan los actos sexuales consensuados entre personas adultas del mismo sexo. En seis -Arabia Saudí, Brunei, Irán, Mauritania, parte de Nigeria y Yemen- se contempla la pena de muerte como castigo a estas relaciones. Y en otros cinco -Afganistán, Emiratos Árabes Unidos, Pakista, Qatar y Somalia- puede imponerse la pena capital potencialmente, aunque según Amnistía “hay menos certeza jurídica al respecto”.
Casos concretos
La criminalización de la comunidad LGTBI por todo el mundo tienen nombres y caras. En mayo de este año fue la del joven iraní Alireza Fazeli Monrafed, de 20 años. Se identificaba como gay no binario, fue secuestrado por varios familiares varones en su localidad natal de Ahvaz, provincia de Juzestán, el 4 de mayo de 2021. Al día siguiente, los familiares informaron a la madre de Alireza de que lo habían matado y habían arrojado su cadáver bajo un árbol.
Las autoridades confirmaron que había sido degollado y anunciaron investigaciones, pero no se ha detenido a ninguno de los presuntos asesinos.
Otro de estos rostros es el de Vitalina Koval, una activista feminista y LGTBI ucraniana. El 8 de marzo de 2018, Kogal organizó una acción por el Día de la Mujer y seis miembros de un grupo de ultraderecha la rociaron a ella y otras participantes con pintura. Koval sufrió quemaduras químicas en los ojos.
Esta cultura del odio también se da en algunos países de la Unión Europea. En Hungría, el gobierno ultraconservador de Viktor Orbán ha aprobado una propuesta de ley que va en contra de todo lo avanzado en derechos humanos. La norma prohíbe que los niños y niñas tengan acceso a toda educación y publicidad LGTBI. La UEFA rechazó proyectar en el estadio de Munich la bandera arcoíris. Un gesto que generó muchas críticas y la reacción solidaria de gran parte del deporte español contra la LGTBIfobia.
Personas LGTBI refugiadas
La orientación sexual es una de las razones por las que muchas personas huyen de su país y solicitan refugio. En Kenia, que acoge al menos a 1.350 refugiados LGTBI en dos campos y en algunas ciudades, estas personas aún se enfrentan a grandes desafíos como el acoso, la discriminación, las agresiones, la violencia institucional, la violencia por parte de otros refugiados, por parte de la comunidad de acogida…
De hecho, a finales de marzo de 2021, unos desconocidos atacaron la zona de Kenia donde se encontraban algunas personas refugiadas LGTBI, dos de las cuales sufrieron varias quemaduras. Uno de ellos murió. No es la primera vez: en 2019, los enfrentamientos acabaron con la muerte de cinco refugiados de este colectivo.
En España: una ley trans con déficits y el auge de Vox
España ha sido, durante los últimos años, un país pionero en derechos LGTBI. Pero eso no quita que se puedan dar pasos atrás. Así nos lo ha demostrado el partido ultraderechista Vox, con medidas como el veto parental o declaraciones como que en las escuelas se dan talleres LGTBI en las que se enseña a los niños zoofilia. Y no sólo los de verde: en algunos territorios, como Murcia o Madrid, el Gobierno autonómico ha hecho amanes de ceder ante algunas de estas medidas con tal de conservar el poder.
El pasado 29 de junio se aprobó la ley trans-LGTBI. Una norma pionera que sitúa a España en la vanguardia de Europa en cuanto a derechos LGTB pero que ha traído cola. Se lleva debatiendo desde febrero, con discursos reaccionarios en contra de despatologizar la transexualidad. Las tres grandes críticas de los colectivos trans es que se ha dejado fuera a los menores de 12 años de la libre autodeterminación de género, no se ha incluido a las personas no binarias y tampoco a las personas migrantes.
Datos que parecen de otro siglo
El simple hecho de hacer un gesto de amor a tu pareja se puede convertir en una pesadilla para una persona LGTBI en casi todo el mundo. Según la Agencia de Derechos Humanos de la Unión Europea, el 48% de los españoles evita coger de la mano a su pareja del mismo sexo en público por miedo a sufrir agresiones. Una cifra que aumenta hasta el 60% en el resto de Europa.
No es un miedo ilógico: el 41% de españoles LGTBI reportan haber recibido insultos, amenazas o persecuciones los últimos 12 meses. En Europa la cifra es del 38%. Algunos de ellos (17% en España y 20% en Europa) afirman haber sido discriminados en el trabajo o en procesos de selección para el mismo.
El pinkwashing
Además, no todo avanza tan rápido como parece a primera vista. Muchas asociaciones LGTBI como la plataforma Orgullo Crítico critican el llamado ‘capitalismo rosa’ o pinkwashing. Se trata de estrategias para lavar la imagen de instituciones, países, empresas o personas de todo el mundo apelando a su condición de LGTBIfriendly con discursos contradictorios como apoyar el Orgullo en el mes de junio con merchandising y banderas pero pagar mal a sus empleados -entre los que hay personas del colectivo LGTBI- el resto del año.