Ojos que no quieren ver...
En el horizonte, ni un gramo de esperanza. Más bien un incierto futuro para el PSM y para un aspirante a candidato de indiscutible solvencia para el baloncesto pero nula capacidad para hacer vibrar a la militancia.
Lo ha visto todo y, ahora esas gafas negras, impuestas por prescripción médica para protegerse de la luz, parecen esconder unos ojos que ya no quieren ver. La mirada oculta de Juan Barranco, el último alcalde socialista de Madrid, es la mejor metáfora del acto de presentación del aspirante a candidato del PSOE al Ayuntamiento de la capital. Ese alma que habla por los ojos, como decía Bécquer, puede besar con la mirada, sí. Pero también reflejar el cansancio. Y proyectar el fracaso. Y rebelar el pánico. Y esconder la resignación. E intentar disimular la decadencia.
Un inexorable ocaso que Barranco y otros tantos socialistas reunidos en el madrileño teatro de La Latina sienten tan cercano para el PSM como inapropiado el apoyo explícito que ministros, miembros de la Ejecutiva Federal y cargos de La Moncloa han escenificado con la candidatura del ex seleccionador nacional de Baloncesto, Pepu Hernández. La neutralidad no era eso. Y aun así el secretario general, Pedro Sánchez, reivindica su "derecho a posicionarse", el mismo que criticó de la gestora socialista cuando él se enfrentó a Susana Díaz en primarias.
Salvando las distancias entre nombres y aforos, la presentación ante el socialismo madrileño de Pepu Hernández recordaba a aquel fatídico día en que la de Triana decidió anunciar su candidatura rodeada de alcaldes, secretarios generales y tótem del socialismo. Una impúdica exhibición de poder institucional y orgánico que le llevó al desastre. Aquel día Susana Díaz perdió las primarias. Su derrota estaba escrita de antemano. Lo de Pepu Hernández no fue para tanto porque ni él conoce a quienes estaban en el teatro ni el volumen político de los presentes tiene comparación con los trienios de experiencia que acumulaban los que acudieron aquel día a una abarrotado pabellón de Ifema. Pero la foto es la misma. Una dirección empeñada en imponer su voluntad y a su candidato. Un partido al dictado de un líder.
Allí estaba Pedro Sánchez, "agradecido y emocionado", como si hubiera sido imbuido por el espíritu de Lina Morgan, que fue propietaria del recinto elegido para la presentación de la candidatura del exitoso entrenador de baloncesto. Sonaba Loquillo antes de empezar el acto, y la letra de Feo, Fuerte y Formalparecía toda una declaración de intenciones:
"No vine aquí para hacer amigos
Pero sabes que siempre puedes contar conmigo..."
Pepu Hernández anuncia que se quedará en la oposición si no logra la Alcaldía, que no parece que la vaya a lograr. "Quiero ganar pero si no es así, mi compromiso es ayudar toda la Legislatura". Antes tendrá que ganar unas primarias, que el "aparato" promete "limpias" como si la limpieza hubiera sido la marca de alguno de los procesos orgánicos que haya celebrado los socialistas. Bien lo sabe Sánchez, "el hombre que creyó en sí mismo", según le presentó ante el respetable la concejala Mar Espinar. La oficialidad se volcó con él en las de 2014 y se empleó a fondo contra él en las de 2017. Así gravita el socialismo, entre coaliciones de enemigos íntimos pero de intereses compartidos y entre cruentas batallas orgánicas.
Más de 20 años al frente del Gobierno de la nación, una dilatada presencia en gobiernos autonómicos y locales acreditan su experiencia como partido de gobierno. Y en todo ese tiempo, pese a experimentar algunos episodios de revisión ideológica y renovación traumática de sus liderazgos, en Madrid no ha sabido o no ha podido conservar el potencial como alternativa. El desenfoque programático, la pérdida de militancia, las dificultades para consolidar los liderazgos y un acelerado declive electoral evidencian que el PSM no es capaz de salir de una crisis que arrastra desde hace lustros.
Y, ahora, Sánchez, en velado reproche a una federación acostumbrada al fracaso, confiesa haber mantenido reuniones con mucha gente capaz, "pero poca dispuesta a dar el paso" para presentar una candidatura a una ciudad en la que hace 30 años que no hay un alcalde socialista. El presidente ya da por hecho, pese a no haberse celebrado aún las primarias, que habrá un tándem "competitivo y motivador" con Ángel Gabilondo para la Comunidad y Pepu Hernández para el Ayuntamiento.
Ahora tiene que hablar la militancia y votar un candidato, pero todo el mundo sabe cuál es la apuesta de los cuadros. Y es quizá por ello, por la obscena falta de neutralidad, por lo que a La Latina acudieron más alcaldes socialistas de la región, cuadros federales y cargos de La Moncloa que afiliados de base. La alcaldesa de Aranjuez, Cristina Moreno; la de Getafe, Sara Hernández; la de Móstoles, Noelia Posse; el alcalde de Fuenlabrada, Javier Ayala; el de Alcalá, Javier Rodríguez; la vicesecretaria general, Adriana Lastra; el secretario de Organización, José Luis Ábalos; el secretario de Coordinación Territorial, Santos Cerdán; el jefe de gabinete del Presidente del Gobierno, Iván Redondo; el secretario general de la Presidencia, Felix Bolaños y hasta el ex alcalde de Jun, José Antonio Rodríguez Salas, hoy asesor áulico de Sánchez en La Moncloa. Y aún así quedaron huecos en las plantas superiores del teatro.
En el horizonte, ni un gramo de esperanza. Más bien un incierto futuro para el PSM y para un aspirante a candidato de indiscutible solvencia para el baloncesto pero nula capacidad para hacer vibrar a la militancia. A la salida, todos hubieran querido ser Barranco para esconderse tras unas gafas negras que ocultasen sus ojos para no ver lo que está por llegar. En ningún sitio está escrito que el suelo electoral del socialismo madrileño lo escribiera Antonio Miguel Carmona en 2015. A juzgar por el entusiasmo que despertó Hernández, uno diría que la extinta FSM ha empezado a escribir su triste y definitivo final como federación y como alternativa para esta ciudad.