Por qué tanta gente odia a Pablo Iglesias
Los expertos apuntan a los inicios de Podemos y a un aspecto por encima del resto: el chalet en Galapagar.
‘Coletas’. ‘Vicepandemias’. ‘Chepablo’. ‘Pablenin’. ‘El marqués de Galapagar’. A Pablo Iglesias ya no le queda ni un centímetro de cara donde recibir bofetadas. Se las han dado de todo tipo y desde todos los lados. La mayoría de veces, mediante descalificaciones que el vicepresidente del Gobierno puede encontrarse con tan sólo buscar su nombre en redes sociales o escuchar alguna tertulia política escorada a la derecha. O muy a la derecha.
Iglesias irrumpió en la política española en 2014 y ese tertuliano con un piercing en la ceja que discutía con Alfonso Rojo en laSexta Noche o con Federico Jiménez Losantos en Intereconomía pasó a ser eurodiputado, después diputado nacional y, seis años más tarde, vicepresidente del Gobierno.
En este sexenio, la figura del líder de Podemos se ha convertido en una de las más odiadas del panorama político actual. Un odio, en muchos casos visceral, que ha llegado hasta las puertas de su casa en Galapagar, donde vive junto a su pareja, la ministra de Igualdad Irene Montero, y sus tres hijos. Todos ellos soportan a diario y desde hace meses el acoso de personas que ven en Iglesias la encarnación de Belcebú.
Del asalto a los cielos a la cal viva
La formación morada causó un terremoto sin precedentes en España con un discurso que los expertos califican de radical y muy centrado en la crítica a los poderosos. Una nueva forma de hacer política que puso el listón de la decencia más alto que nunca. Ese umbral se ha convertido en arma de doble filo para Podemos en general e Iglesias en particular.
“Podemos empieza atacando con mucha fuerza a lo que había sido parte nuclear del sistema, rompiendo algunos tabúes, criticando directamente a los medios de comunicación, criticando a los poderes oligárquicos y económicos. Empieza con puño de hierro, con mucha fuerza y con mucha eficacia”, explica el politólogo Pablo Simón.
El consultor político Luis Arroyo incide en que Podemos llegó a la política con un relato “construido desde el cabreo, la indignación, el asalto a los cielos” y “desde la toma del poder activa, no diré violenta pero sí agresiva” y eso, según Arroyo, “genera una reacción del statu quo”.
Verónica Fumanal, exdirectora de comunicación del actual presidente del Gobierno Pedro Sánchez, cree que la contundencia con la que Podemos tiró la puerta abajo de las instituciones, con declaraciones como que “el PSOE tiene manchadas las manos de cal viva”, ha propiciado que muchos vean en Iglesias “todo lo que hay que abatir”.
“Aparece haciendo críticas morales al establishment y al final termina comportándose como ellos”, sentencia la politóloga Ana Salazar, fundadora de IDUS3. Para Salazar, todas las decisiones personales de Iglesias en estos años han propiciado que decaiga la imagen del líder de Podemos. En el último Barómetro del Centros de Investigaciones Sociológicas (CIS), Iglesias recibía una nota de 3,2, sólo superado —para mal— por Santiago Abascal (2,5).
El chalet es el punto de inflexión
En estas decisiones que han contribuido a minar su imagen hay una que destaca por encima del resto: la compra del chalet de Galapagar.
Todos los expertos coinciden en que la compra del famoso “casoplón del coletas” en la localidad madrileña de Galapagar ha supuesto un antes y un después en la percepción que los ciudadanos, incluidos los votantes de Podemos, tienen de Pablo Iglesias.
“Es el único partido de la historia que ha hecho un referéndum sobre el chalet de su líder”, sentencia Simón. El politólogo considera que, en los inicios de Podemos, el partido morado instaló en la política la necesidad de “tener una moral Franciscana”. “Insistieron mucho en que era una crisis de representación, lo de ‘no nos representan porque no son como nosotros y yo sí porque soy como tú’”, argumenta.
Para Arroyo, la compra del chalet es, en el relato, la prueba que certifica “la hipocresía y el engaño”: “En la narrativa, en las cafeterías y en las tabernas cala eso de ‘No ves, el que decía que iba a vivir en Vallecas ya se ha comprado un chalé con piscina’. Hay un punto de inflexión bastante notable, pero no definitivo, en la compra de la casa”.
Todos los mensajes del Podemos de 2014 reverberan ahora cada vez que sale en cualquier debate la casa de Galapagar. Pablo Simón hace hincapié en que los de Iglesias “han moralizado la vida pública” a partir del comportamiento individual. Esto ha propiciado que los rivales políticos traten de erosionar su credibilidad a través de su comportamiento privado. “Salvo con Pablo Iglesias, nadie sabe dónde vive ningún líder político de España”, revela Simón.
Fumanal afirma que hay estudios cualitativos y encuestas que certifican que el chalet “hizo mucho daño” porque dio argumentos a sus detractores y defraudó a muchos de sus simpatizantes: “La decisión de comprar el chalet era política. Los políticos pueden decir muchas cosas pero la gente no los oye, la gente los mira. No me digas lo que haces. Hazlo, y entonces lo valoro. Fue un signo de incoherencia política brutal”, comenta.
La coleta como símbolo
La indumentaria de Pablo Iglesias también ha sido objeto de debate desde su entrada en la política española. Las camisas de Alcampo, la ausencia de corbata y de traje y su característica coleta ha construido una imagen diferenciada de lo que ellos calificaron como “vieja política”.
Además de la forma de vestir, Iglesias introdujo en el lenguaje popular expresiones como “la casta”, “el régimen del 78″, “no nos representan”, “PSOE y PP la misma mierda es”, “transparencia”...
El experto en comunicación no verbal Sergio Colado, presidente de ACONVE (Asociación de Analistas de Comportamiento No Verbal), asegura que Pablo Iglesias, a nivel de comunicación, “es bastante bueno jugando con el lenguaje no verbal y con la oratoria, rara vez comete un desliz”. Colado incide en que el líder de Podemos suele hablar con agresividad y que “sabe usar muy bien esa expresión facial de contrariado”.
Ese gesto con el ceño fruncido “transmite una imagen de reivindicación y de lucha” algo que “su partido transmite y vende a su público”. Su forma de dirigirse a sus rivales políticos “es cortante” y, según Colado, puede generar “separación con el público”.
En cuanto a su forma de vestir, Colado asegura que es “muy disruptiva” y que sirve para diferenciarse del resto de políticos “como diciendo ‘no soy un político al uso, soy del pueblo’”.
Con el paso de los años, como se ha podido ver en los últimos debates electorales, el político ha rebajado el tono de su mensaje y se ha mostrado más cercano al PSOE, algo por otra parte obvio al conformar un Gobierno de coalición. “Ha hecho algo muy inteligente: dejar de ser Pablo Iglesias. Se transmutó en otra persona mucho más moderada con un lenguaje menos ofensivo, buscando el pacto, con la Constitución en la mano, hablando despacio, dando la razón a otros líderes políticos”, señala Fumanal.
Para Ana Salazar, ya antes de ser vicepresidente, Iglesias “se moduló y suavizó su comunicación tanto en el contenido como en la forma, pero su imagen ya estaba creada”.
Pablo Simón lo define como “un animal comunicativo” gracias a sus inicios como tertuliano de televisión, donde “está acostumbrado a bregarse en estas circunstancias”. El politólogo define a Iglesias como ”ágil, culto e instruido”, unas cualidades que “reman a su favor”.
La guerra con los medios de la derecha
Pablo Iglesias ha vivido una guerra con algunos medios de comunicación del espectro ideológico de la derecha. “Evidentemente hay una confluencia de intereses de medios muy concretos y muy específicos de la derecha. Una reacción contra alguien que pretende cambiar el régimen entero y que, por tanto, es una amenaza para el establishment y para el status quo”, señala Luis Arroyo.
Verónica Fumanal no está de acuerdo: “Creo en las responsabilidades individuales más que en las organizativas. ¿Son los medios culpables? No. ¿Son responsables algunas personas que están en los medios de comunicación generando odio? Sí”.
“Los medios tienen la obligación de sustraerse a la persona y censurar el acto en sí mismo, porque si no podemos ir por una vertiente peligrosa”, señala Pablo Simón.
Irene Montero abordó en una entrevista a Vanity Fair el acoso que tanto ella como su familia están viviendo en el famoso chalet de Galapagar por parte de un grupo de personas. Sobre los autores intelectuales de esta situación, la ministra de Igualdad señaló que “operan una derecha y una ultraderecha que solo sobreviven a través del odio”.
Pablo Simón explica que, en democracia, se debe cumplir una máxima: separar la esfera pública de la privada: “Puedes criticarme por las políticas que hago, pero tú no entras en mi vida privada mientras no interfiera en lo otro. Este tipo de discursos ligados al odio se vinculan con algunos comportamientos sobre los que parece que hay barra libre”.
Todos los expertos consultados esperan y desean que este acoso a la familia de Iglesias y Montero no vaya a más.
“Hay una responsabilidad por parte de los medios a la hora de establecer cuáles son los comportamientos moralmente aceptables en nuestra sociedad. Y el acoso, no lo es. Los escraches no lo son. Este es el error de Podemos, que siempre están enredados en escraches bien y escraches mal. Error. Hay mecanismos de protesta que no pasan por un acoso selectivo a una personas en su domicilio particular”, sentencia Pablo Simón.
Iglesias no está solo
Hay tres políticos, uno de ellos retirado, que según los expertos generan un nivel similar de rechazo y de polarización en los ciudadanos: Gabriel Rufián, Santiago Abascal y el expresidente José María Aznar.
Para Verónica Fumanal, Aznar en su última época también se convirtió en una figura controvertida y criticada por una parte de la población. El Prestige y la Guerra de Irak marcaron, para mal, dos picos de impopularidad del por entonces presidente del Gobierno.
“Es complicado establecer una comparativa con el pasado, tampoco se puede decir que Pablo Iglesias haya sido la persona más odiada de los últimos 40 años, no me atrevería a decirlo porque no tenemos punto de comparación”, señala Pablo Simón.
El politólogo prefiere fijarse en las encuestas en lugar de en las redes sociales, que no son representativas de la sociedad: “Iglesias puntúa bajo pero es cierto que la mayoría de políticos puntúa bajo. No hay mucha distancia entre el primero y el último, según el CIS”.
Para Simón, es lógico que los líderes “de los partidos más extremos” los que tienen “un discurso más rupturista” sean los que generen más polarización, aunque sentencia: “Aquí lo importante es saber cómo te valoran tus propios votantes”.
De momento, sus votantes han llevado a Pablo Iglesias a ser vicepresidente del Gobierno.