Nuestra sociedad ya está abriendo paso al próximo Harvey Weinstein
Vivimos en una cultura misógina; y hasta que las cosas no cambien, los hombres como Weinstein seguirán teniendo carta blanca sobre el cuerpo de las mujeres.
De nuevo, me encuentro triste, enfadada y asqueada al ver que las noticias están plagadas de historias sobre un hombre poderoso e influyente —en este caso, el productor de cine Harvey Weinstein— que supuestamente ha usado su posición para acosar y abusar sexualmente de mujeres de forma sistemática durante décadas.
Lo que hace terrible esta situación es que, de nuevo, mucha gente a su alrededor sabía que el señor Weinstein supuestamente hacía esto, pero permitieron su comportamiento para que no se les señalara. Lo que me ofende no es sólo el hecho de que Weinstein haya abusado presuntamente de mujeres durante décadas, sino el hecho de que al menos una parte de su comportamiento fuera un secreto a voces en Hollywood.
Se me vienen a la mente muchas preguntas. Por ejemplo: ¿por qué Weinstein creía que podía tratar tan mal a las mujeres y salir de rositas?
Me pregunto: ¿por qué un hombre pasa años abusando de mujeres y todos sus colegas le permiten que siga haciéndolo?
Otra pregunta que tengo es: ¿por qué sus víctimas se quedaron calladas hasta ahora?
Curiosamente, la respuesta que se me ha ocurrido para las tres preguntas es la misma:
Las mujeres tienen todas las de perder cuando hay acoso, abuso y agresión sexual de por medio.
Creo que la razón por la que Weinstein pensó que podría salir de rositas con su comportamiento atroz, y por la que la gente de su alrededor hizo la vista gorda, y por la que sus víctimas se quedaron calladas, es esta: las mujeres tienen absolutamente todas las de perder cuando hay acoso, abuso y agresión sexual de por medio.
Creo que vivimos en una cultura que es fundamentalmente misógina, en el sentido de que las mujeres siguen siendo cosificadas, sexualizadas y acosadas y se dice y se hace muy poco al respecto.
Basta con echar un vistazo a las representaciones sexuales que se hacen de hombres y mujeres en los medios para darse cuenta de las evidentes discrepancias. Los hombres se muestran como interesantes, atrevidos, fuertes, valientes o inteligentes. Las mujeres se muestran casi exclusivamente como sexis y atractivas.
Hasta las mujeres médicos, abogadas y científicas que aparecen en los medios para comentar sobre diversos temas a menudo salen en las entrevistas con tops escotados y zapatos de tacón. Lo que esperan los estudios de televisión es que, como mujeres, prioricen su atractivo por encima de su experiencia.
Un artículo de Business Insider enumera a diez presentadoras de noticias que fueron despedidas porque ya no se las consideraba sexualmente atractivas. Si abres cualquier revista, incluso la liberal Vanity Fair, verás continuamente a mujeres famosas posando en ropa interior, mientras que a sus homólogos masculinos se les fotografía en vaqueros.
Desde hace mucho, mucho tiempo, a las mujeres no se les ha tratado justamente en el lugar de trabajo, ni en la Policía, ni en los tribunales, cuando intentaban obtener justicia tras haber sufrido una agresión o acoso sexual. Ofrezco varios ejemplos de ello en un blog que escribí hace poco para el HuffPost Canadá. Resulta casi imposible que a una mujer se la tome en serio cuando da un paso al frente con una queja así. Como consecuencia, muchas mujeres (demasiadas) simplemente se rinden y dejan de molestar.
Las cosas han cambiado muy poco desde la época (no hace mucho tiempo) en la que se sacaba a relucir todo el historial sexual de una mujer ante un tribunal durante el juicio en el que se acusada a su presunto violador. El supuesto agresor tenía más derechos, y mucha más privacidad, que su(s) víctima(s). Es triste, pero incluso el reciente caso del músico canadiense Jian Ghomeshi lo ha corroborado.
No me sorprende que las presuntas víctimas de Weinstein se quedaran calladas y que sus colegas no abordaran este comportamiento. La impotencia que todos sentimos cuando tratamos estas cuestiones de abuso sexual es aplastante.
En un artículo de Anna Mehler Paperny para Global News, la periodista señala que, de acuerdo con un sondeo de Ipsos Reid, sólo el 18% de las mujeres que han experimentado una agresión sexual han ido a la Policía.
Según este sondeo, el 71% de las mujeres que denunciaron el ataque a la Policía tuvieron una mala experiencia con los agentes, y el 80% de ellas se sintieron o "abandonadas" o "devastadas" como consecuencia de ello.
De hecho, "algunas supervivientes denuncian que la investigación por parte de las fuerzas policiales puede hacerlas sentir más violadas e incomprendidas, una situación que los investigadores han pasado a llamar 'segunda violación' o 'victimización secundaria".
En cuanto a los casos que van a los tribunales, sólo una pequeña parte de las denuncias de agresión sexual llega al interior de una sala de juzgados, y una cifra aún menor acaba en condena. Incluso entonces es más posible que las sentencias sean más un tirón de orejas que una reacción significativa acorde a la naturaleza de los delitos.
Un estudio del Centro de Reino Unido para la Investigación de la Violencia contra las Mujeres desveló que sólo se investigaron el 37% de los casos de violación denunciados y entre el 14 y el 18% de las agresiones sexuales de cualquier tipo denunciadas. El estudio también mostró que la tasa de condena estaba sólo en torno al 18%.
El mayor bombazo de este estudio es que "si se considera la cifra total de violaciones con base en estudios sobre victimización y no sólo en las denuncias a la Policía, sólo el 3-4% de los casos de violación acabó en condena".
En un artículo de Janette Gagnon para CNN, la autora comenta el caso del atleta universitario Brock Turner, que obtuvo una condena de seis meses por agredir sexualmente a una mujer que estaba dormida. En su artículo, explica lo común que es que los atletas jóvenes reciban una pena mínima.
Gagnon cita a la fiscal de Filadelfia Jennifer Long, que afirma que "solemos mirar a los agresores de una forma menos acusadora y minimizar lo que ocurrió a la víctima".
Según datos recientes de la Oficina de Estadísticas Judiciales de Estados Unidos, "por cada infractor condenado a prisión hay tres infractores en libertad condicional o vigilada".
Estas estadísticas apuntan que para los violadores condenados "la sentencia media [es de] aproximadamente 6,5 años, mientras que el tiempo que pasan en prisión [no llega a los] tres años".
Este período resulta terriblemente breve si se tiene en cuenta que quienes cometen delitos de droga reciben una pena media de más de siete años, y las condenas por robo son similares a las condenas por violación.
Vivimos en una cultura de misoginia, en la que los derechos de las mujeres son poco más que palabrería. En los medios se nos sigue viendo como objetos sexuales desplegados para el deleite del público masculino y tampoco en el trabajo, ni en la Policía ni en los tribunales nos consideran lo suficientemente valiosas como para que nuestras denuncias de abuso sexual se tomen en serio.
Hasta que las cosas no empiecen a cambiar —y no veo que esto vaya a ocurrir pronto, al menos con el actual gobierno estadounidense—, los hombres como Weinstein seguirán teniendo carta blanca cuando acosen o agredan sexualmente a las mujeres inocentes con las que mantengan algún tipo de contacto.
Este artículo fue publicado originalmente en el 'HuffPost' Canadá y ha sido traducido del inglés por Marina Velasco Serrano
Síguenos también en el Facebook de HuffPost Blog