Nubes, rocío y peligros se acercan...
Pueden votar a quien crean que mejor les representa, pero también pueden hacerlo a la contra.
“Aquí no puede pasar”: una frase rotunda a la que recurrimos como si fuera un Lexatin que nos evade de la realidad. Creemos que el mal, la sinrazón y los peligros existen, pero nos cogen demasiado lejos: Trump en EEUU, Bolsonaro en Brasil, la locura del Brexit en Reino Unido... España, nos autojustificamos con profunda convicción, es distinta porque poseemos una sensatez de la que carece el resto de países no ya de Europa, sino del mundo.
“¿Votar otra vez? No, gracias”: una pregunta cuya respuesta está justificada ante la incomprensible incapacidad demostrada por la izquierda política para formar gobierno tras las elecciones del pasado abril. Hartazgo y desazón son sentimientos comunes entre los votantes que dieron su papeleta hace siete meses con la esperanza de que se formase un Ejecutivo progresista.
“Todos los políticos son iguales”: una muletilla que hemos escuchado centenares, miles de veces, provenientes de personas que, en realidad, se muestran ajenas a la política, que consideran que la democracia existe de una forma tan natural como el aire que respiramos y que no hacen el más mínimo esfuerzo por preservar el sistema político más libre que existe. Una frase que contamina. Que nos contamina.
“El sol de Roma se ha puesto. Nuestro día murió. Nubes, rocío y peligros se acercan: hemos cumplido nuestra labor”. ¿Debemos resignarnos a ser sujetos pasivos, incapaces de reaccionar ante un peligro y condenados a repetir el canto del Julio César escrito por William Shakespeare? ¿De verdad vamos a aceptar la debilidad como destino?
Nos podemos perdonar todo menos la pereza: vayan a votar, ejerciten un derecho que les fue cercenado a los españoles durante 40 largos años, demostremos que, pese a los políticos que nos han tocado en desgracia, el pueblo sabe estar a la altura de las circunstancias. Hablen con su papeleta, hagámonos respetar, celebren la posibilidad que tenemos de decidir sobre nuestro futuro.
Y confiemos en que, esta vez sí, los políticos sepan estar a la altura de las circunstancias. Que sabrán distinguir la mera argucia partidista de la responsabilidad que conlleva recibir el mandato ciudadano de gobernar un país. Asumamos que todos merecemos no sólo una segunda oportunidad, sino incluso una tercera. No se trata de hacerlo por ellos, sino por la pervivencia de la Democracia.
Voten y piensen que, con su papeleta, no sólo envían el mensaje de cuál es su prioridad ideológica, sino del futuro del país en el que quieren vivir ustedes, sus hijos, su familia. De las reglas del juego que deben marcar nuestra convivencia futura, de la España que se quiere construir. Sean voz, no silencio, para seguir siendo escuchados en el futuro.
Voten y tengan en cuenta qué defiende cada partido, qué propuestas de país presenta cada cual, qué sociedad quiere conformar y qué entiende por libertad. Valoren qué partidos aportan y qué partidos cercenan, cuáles no se salen de las reglas del juego establecidas y cuáles aspiran a dinamitar todo lo construido hasta ahora y volver a los gloriosos tiempos de la Reconquista.
Piensen, sobre todo, qué partidos proponen gobernar por y para todos —tengan la ideología que tenga—, y quién establece ya divisiones entre buenos y malos, quién aplica ya la censura pese a que no ha tocado aún poder, quién pretende saltarse, por ejemplo, el artículo 20 de la Constitución que consagra la libertad de Información de todos los ciudadanos, quién desprecia a los refugiados, a los homosexuales, a las mujeres… en fin, a todos los que no comulgan con sus ideas. Casi nadie se salva de su amenaza. Ni siquiera usted. En su mano está evitarlo.
En unas elecciones se puede votar a quien creamos que mejor nos representa, pero también podemos hacerlo a la contra. Para frenar, por ejemplo, el auge de la ultraderecha y sus tics antidemocráticos. Recuerden a Shakespeare: “El sol de Roma se ha puesto. Nuestro día murió. Nubes, rocío y peligros se acercan: hemos cumplido nuestra labor”. No aceptemos la debilidad como destino.
Feliz voto.