Noemí Casquet: "A muchas mujeres les da vergüenza reconocer que se masturban"
La periodista experta en sexología acaba de publicar 'Mala mujer', un libro sobre la "revolución" que nos hará libres.
¿Cuántas veces has oído a una mujer confesar que se masturba? ¿ Y hablar sin tapujos sobre qué le gusta y qué no en el sexo?
En pleno siglo XXI, las mujeres siguen cargando con una pesada mochila impuesta que impide que terminen de ser libres. Surfeando la ola del feminismo, del #Metoo, cada vez es más frecuente que aparezcan voces disonantes que rompen con un grito los corsés establecidos. Como la de Noemí Casquet: “Soy cisgénero, bisexual, poliamorosa, me encanta el sexo, me masturbo y lo quiero probar todo”.
Esta periodista catalana, que puso sobre las cuerdas a David Broncano en su paso por La Resistencia, decidió especializarse en sexología porque, antes de terminar el grado, le pidieron que eligiera algo que realmente le gustara. “¡Follar!”, pensó.
No tiene formación científica sino práctica: la que le ha dado probar todo lo que le ha apetecido, hablar con mucha gente, sobre todo con prostitutas, y horas de lectura e investigación. Se mudó con 26 años a Madrid y acaba de publicar Mala mujer, un libro bellísimamente ilustrado por Andyn sobre “la revolución que te hará libre”.
¿Cuál es esa revolución?
Es una revolución intergeneracional, entre todos los géneros e identidades, que empieza con escucharnos, porque es el primer paso para romper con lo establecido. La sociedad no quiere que nos escuchemos, y eso que formamos parte de ella, porque seríamos poco manipulables. La revolución empieza con escucharnos, crear conciencia y trabajar a partir de ahí, con atrevernos a ser nosotras mismas. ¿Eres feliz? ¿Esta situación es la que quieres? Haz lo que sea, pero de forma consciente.
Comienzas el libro confesando que estuviste en una relación “extremándamente tóxica y de maltrato psicológico durante seis años”...
Tenía 14 años y duró hasta los 20. Al principio, todo era maravilloso. Después, poco a poco, empezó a enfadarse cuando salía con mis amigas, controlaba el dinero que ganaba... La relación se convirtió en un corsé que cada vez apretaba más; yo era un monito que estaba en una jaula y él me daba de comer cuando quería. En aquella época, para mí era muy importante la fidelidad, pensaba que el amor todo lo podía, que los celos eran muy positivos y las discusiones geniales. Era normal que mi pareja no me cuidara o no me dijera ‘te quiero’. Mi relación era una montaña rusa de emociones: de repente, cuando pensaba que todo era maravilloso, se le cruzaban los cables y me levantaba la mano. Y lo peor, que esto era adictivo, era una droga de las mejores.
¿Cómo saliste de ahí?
La primera vez que fui mala fue cuando le puse los cuernos con su mejor amigo. Me sentí muy bien. Un año más tarde, me dio un ataque de ansiedad recordando esta relación y eso me llevó a coger mi moto y a querer descubrir la sexualidad de cada país. Porque esta relación me hizo incluso negar mi bisexualidad, algo que sabía desde los 12 años, y aprender a vivir mi sexualidad para la otra persona, abrirme de patas cuando quería y cerrarme cuando quería.
Datos recientes señalan un repunte de violencia de género entre las chicas más jóvenes. Quizá haya más chicas que se reconozcan en esta experiencia que cuando hablas de marturbación. ¿Cómo las ayudarías a darse cuenta de la gravedad de la situación?
La psicología fue lo que me ayudó a mí a darme cuenta. Yo tenía ansiedad, tenía miedo y no podía hacer nada. Necesité ayuda para salir de ahí y todavía me pesa. Intento ser una mujer muy fuerte pero hay cosas que todavía duelen. Es muy triste que haya gente que se pueda sentir identificada con esto. Todas las mujeres hemos pasado por una situación similar.
Entonces creías en el ideal del amor romántico… ¿En qué consiste?
Es una serie de valores y creencias que perpetúan la hegemonía del amor, cómo tienen que ser las relaciones y cómo tenemos que actuar en ellas. “Es mi media naranja”, “sin él no puedo vivir”, “voy a sacrificar mis sueños”. Se positivizan los celos, las discusiones, la falta de comunicación. Esto no es romanticismo. Yo soy romántica pero no soporto el amor romántico. Una relación sana está formada por empatía, confianza, comunicación, respeto y amor.
¿Es el sexo un tabú?
El sexo es tabú porque es uno de los elementos clave a nivel de manipulación. Vivimos en una sociedad hipersexualizada, con mujeres desnudas por las calles y anuncios de chicos con un perfume que te dice que así follarás más. No interesa que seamos dueños de nuestra sexualidad porque dejaríamos de ser manipulables en esta sociedad capitalista y consumista. El sexo es uno de los pilares más básicos en los que nos pueden gobernar, y lo están haciendo, pero no nos damos cuenta. Vivimos en una sociedad patriarcal en la que las mujeres hemos sido durante mucho tiempo esclavas domésticas y sexuales, y de repente estamos empoderándonos, también en nuestra sexualidad, esto hace que te tachen de todo lo que quieran. Incluso de ninfómana porque follas lo que quieres follar.
¿La mujer ve la masturbación igual que el hombre?
Las mujeres hemos sido durante mucho tiempo esclavas sexuales y ahora tenemos resaca. Esto no es culpa del hombre sino del sistema. Si un tío decía que quería follar y había una tía que lo hacía, perfecto, porque el objetivo de la mujer en el sexo era quedarse embarazada. Es curioso, hubo un momento de histeria femenina, cuando se decía que las mujeres que no tenían orgasmos estaban amargadas, histéricas. Entonces, hubo una liberación, las mujeres empezaron a masturbarse, porque era incluso prescripción médica, hasta que se dieron cuenta de que eso de la histeria femenina era mentira y volvió el discurso de que las mujeres estaban por y para los hombres. He visto muchísimas mujeres con vergüenza a reconocer que se masturban, incluso sienten asco de sus propios genitales.
El sexo no es para nosotras...
Durante mucho tiempo el sexo ha sido algo exclusivo para los hombres; el porno, el trabajo sexual, todo está enfocado a ellos. Pero ellos han acabado por sufrir también este sistema, en el que se asienta la idea de que el hombre tiene ganas de tener relaciones sexuales siempre y con cualquiera, cuando no tiene por qué ser así. El patriarcado también les oprime a ellos.
Fuiste productora y directora de porno, ¿por qué lo dejaste?
Dejé de producir y de dirigir porque no podía hacer el porno que quería hacer, porque seguía perpetuando unos roles y unas rutinas sexuales en las que no creo. El mayor consumidor de porno es el hombre y el porno mainstream está dirigido a ellos: un hombre cisgénero, hetero y blanco, porque es el que paga. En un mundo capitalista, esto fomenta que el porno sea el que ellos quieren, una representación del placer que se olvida del femenino. ¡Tenemos que recurrir a pornografía lésbica para ver que hay un coño que no es para taladrarlo!
Ahora has lanzado Santa Mandanga, un proyecto de educación sexo-afectiva, ¿qué papel tiene la educación en este ámbito?
Hay estudios que indican que los niños se van a encontrar con pornografía sin buscarla entre los 9 y 11 años. Será su primera vez: una polla en la pantalla del ordenador sin esperarla. Si antes no han recibido una educación sexual, van a creer que eso es lo normal, su instinto se va a despertar con ello. Es como si fueran a aprender a conducir viendo Fast and Furious, competición y velocidad, cuando en realidad conducir es un atasco en la M-30. Santa Mandanga es una plataforma de sexo explícito que puede parecer porno, pero no lo es. Enseñamos paso a paso, a través de tutoriales, cómo follar, cómo hacer una masturbación, tocarte el clítoris o hacer un trío.
¿Crees que esta educación solo le hace falta a los niños?
Es una educación que le hace falta a todas las personas, es intergeneracional. El sexo lo tenemos en nosotros y todo nuestro entorno está enfocado en él. Es importante educar sobre el respecto al cuerpo y a las libertades de los demás y sobre el consentimiento mutuo y explícito.
¿Consentimiento explícito es decir sí hasta el final como dice Cayetana Álvarez de Toledo?
Me gustan estas polémicas porque es importante que se hable de esto, poner el consentimiento en el punto de mira de toda la sociedad, así se crea conciencia. Cuando las cosas empiezan a existir, podemos trabajar para mejorarlas. En esta sociedad, muchas veces la mujer ha estado dormida, borracha o drogada y la otra persona se ha aprovechado, como también lo hace de una situación de poder. Creo que es más fácil encontrar el consentimiento en el juego o decirlo explícitamente. “Me gustas, ¿te gustaría follar conmigo?”. ¿Es tan difícil? Las mujeres siempre hemos sido sumisas, nos hemos abierto de piernas cuando han querido. ¿Por qué no podemos decir ‘oye, ¿quieres cenar? Cómeme el coño’?
¿Te consideras feminista?
Para mí ser feminista es como respirar. Es un movimiento que engloba todas las culturas, a todos los géneros, porque el sistema patriarcal, en mayor y menor medida, nos oprime a todos.
Publicaste un tuit criticando el marketing del 8M...
Dentro del feminismo y del mundo capitalista, se ha utilizado al movimiento feminista para el marketing. Hemos visto a grandes multinacionales vendiendo camisetas con la palabra ‘feminist’ mientras explotan a mujeres en la India. Me encanta que el feminismo esté de moda, pero en el momento en el que un movimiento social entra a formar parte del capitalismo se pierde la acción política. Estamos haciendo marketing de un movimiento, ¿hasta qué punto eso es ético?
En tu libro dedicas un capítulo a las identidades de género.
Lo primero es educar en diversidad. A la gente le da reparos, incluso le molesta, que haya etiquetas. Para mí es una ventaja increíble en cuanto a comunicación. Las etiquetas facilitan el lenguaje y la transmisión de información, aunque no te pueden limitar. Crean una base para que, a partir de ahí, puedas ser tú mismo. Ser lesbiana no quiere decir que tengas que seguir un estereotipo, sino únicamente que te gusta acostarte con mujeres.
También hablas de cómo conectar con el ciclo hormonal.
Dentro del sistema patriarcal, la estructura está pensada para las hormonas masculinas. Los hombres son lineales, aunque puedan tener alteraciones mínimas. En nuestro caso, es rutinario. Pasamos por cuatro fases, en aproximadamente 28 días: preovulatoria, ovulatoria, premenstrual y menstrual. En términos ancestrales: la virgen, la madre, la chamana y la bruja. Como mujeres, tenemos cuatro personalidades en un mes.
Cúantas veces habrán bromeado con una mujer con eso de ‘estás insoportable, ¿tienes la regla?’...
Cuando creamos conciencia y conocemos estas fases, nos podemos adelantar a cómo vamos a estar. Es una de las herramientas más grandes que nos ha dado la vida, a parte de crear. Es alucinante saberlo. Centro todos mis proyectos para la fase preovulatoria y ovulatoria porque voy a estar llena de energía. Lo más introspectivo lo dejo para las fases premenstrual y menstrual. Y a esto le sumamos la influencia de la luna, que también tiene 4 fases que duran 28 días, igual que el ciclo menstrual. Podemos ser luna blanca o roja dependiendo de cuándo ovulemos y menstruemos. Y todo puede hacer que te conviertas en una verdadera bruja.
Más que una herramienta, la menstruación ha sido para la mujer un estigma.
¡Pero si hasta nos medican para ello! ¿Cuándo? En la fase premenstrual, cuando tenemos unas fuerzas introspectivas muy fuertes, a pesar de que nuestro cuerpo esté hecho una mierda. Sí, engordas, te salen granos, se te hinchan las tetas, pero tu creatividad está en la cúspide. La barrera entre el subconsciente y la conciencia están superbajas. Follas y sabes lo que quieres. En la premenstrual sabes qué te gusta, qué te molesta. Esto te puede frustrar, hacer pensar que la vida es una mierda y llenarte de esas energías que, junto al cansancio corporal, crean una mezcla que te hace discutir, gritar, llorar, y lo buscas. O lo puedes transformar y puedes hacer una análisis para cambiar lo que no te gusta de tu vida y centrar los cambios en las etapas de mayor energía.
Hay un estigma también sobre todo lo que no son las relaciones monógamas. Tú afirmas abiertamente que eres poliamorosa, ¿en qué consiste?
Soy una persona no monógama, no concibo la exclusividad sexual o afectiva en las relaciones. Tengo la posibilidad de tener más de una relación afectiva y/o sexual. Actualmente, estoy muy enamorada de una persona y no tengo la necesidad afectiva ni el tiempo para tener otra relación. Pero estoy abierta a relaciones sexuales con otras personas.
Es decir, ser poliamorosa no significa que tengas que tener más de una relación continuamente, ¿no?
Claro, es lo que hablaba de las etiquetas. Puedo ser poliamorosa toda mi vida, pero no me quiero limitar a ello. Ahora mismo, me siento así, mañana puedo hacerlo de otra forma.
¿Dónde está en estos casos la diferencia entre el amor y el sexo?
A mí, no me gusta tener relaciones sexuales sin relaciones afectivas. Me cuesta concebir el sexo de follar por follar. Lo he probado, lo tolero pero no me gusta. El amor y el sexo, para mí, van de la mano, pero esto depende de los límites de cada uno.