No todo es tan sencillo como parece en Westeros: El machismo en el mundo de la fantasía
A la serie de HBO Game Of Thrones se le critica con frecuencia por usar el sexo, la figura de la mujer y la violencia para hacer hincapié en los momentos claves de la historia. Una acusación que, además, insiste en el hecho en que la historia trivializa y menosprecia lo femenino (con frecuencia vilipendiado y sometido a la autoridad masculina), para brindar una supuesta profundidad argumental a los hilos principales de la narración. ¿Pero, es así? En realidad, no todo es tan sencillo.
Hace unos años, participaba en un grupo de lectura que analizaba la por entonces desconocida serie de libros Canción de hielo y fuego del escritor George R. R. Martin, en la que se basa la serie. Entre los participantes, había un gran interés no sólo por el desarrollo de una sólida novela río, sino también por la capacidad del escritor para crear un universo literario coherente y profundo. Se debatió el uso de la magia, de la fantasía y la ficción, esa mezcla de lo verídico y lo creíble que brindaba a la saga una solidez inesperada, la mirada múltiple de los personajes, la violencia como parte del discurso y, como no podía ser de otra forma, el rol de las mujeres dentro de la historia. Siendo como soy una feminista que no se molesta en disimularlo, cuando este punto se tocó inmediatamente todo el grupo me miró con atención. Me encogí de hombros.
— La figura de la mujer se comprende desde el contexto medieval que usa el autor como referencia — opiné — , ni más ni menos.
Hubo asentimientos, algunos murmullos de apoyo, pero también miradas de sorpresa. Una de las mujeres de la concurrencia pareció ofendida por lo que acababa de decir.
— ¿Me estás diciendo que está bien y es aceptable que Daenerys Targaryen fuera vendida a un salvaje y violada en su noche de bodas? — me reclamó.
— No, no lo es. Estoy diciendo que el autor utiliza aspectos de la Edad Media como marco de referencia en la historia. Y durante la época, el trato de la mujer era ese.
— ¿Y no te parece necesario que en una obra con dragones y magia también se juegue con esos aspectos?
— No. La magia no cambia lo esencial. Y la cultura es un rasgo muy coherente y consistente en lo que el escritor cuenta.
Por supuesto, la discusión no acabó allí. Cuando mencioné que Daenerys Targaryen, tiene una evolución sustancial y poderosa alrededor de la trama, alguien me insistió que, aún así, se le atribuían errores “femeninos” y que a lo largo de la narración nunca llegaba a tener mayor control sobre sus “hijos dragones”, como si fuera incapaz de dominarlos por carecer del carácter o el poder para hacerlo. Al final el debate general pareció centrarse en un tema que, de pronto, parece esencial para analizar cualquier obra de ficción o fantasía: ¿Es Juego de Tronos una obra que menosprecia a la mujer o, por el contrario, la ensalza?
Es difícil analizar desde un punto de vista tan específico una saga que se basa en la variedad de escenarios, un mapa de personajes complejos, pero, sobre todo, en las implicaciones del poder. Porque hablemos claro: más allá de los dragones, zombies, brujas y magia, Juego de Tronos — como su nombre lo indica — es una obra donde se medita una lucha de poder que enfrenta a siete aspectos de la percepción de la dominación geográfica. Una visión aumentada sobre conflictos históricos como la Guerra de las Rosas hasta la percepción maquiavélica del gobierno, la lucha armada y la sucesión. Para el escritor parece ser de enorme importancia analizar el papel de cada uno de sus personajes desde ese punto de vista, por lo que es lícito preguntarse si George R. R. Martin necesita por algún motivo, dedicarse a temas específicamente modernos o en el tapete como la lucha de géneros, el empoderamiento femenino, la inclusión y otros rasgos sociales tan de moda actualmente. Y la respuesta a eso puede variar no sólo por el contexto desde donde se mire sino de las consecuencias que pueda tener esa interpretación literaria.
Aún así, la historia de la batalla por el poder en Westeros tiene personajes femeninos no sólo de enorme peso dentro del argumento sino, además, una enorme variedad de miradas sobre las mujeres como centro de algo más complejo que su mera figura como madre, esposa o hija de algún personaje central. Desde Daenerys Targaryen — vendida a un Khalasar Dothraki por su hermano ambicioso y vil — hasta la frustrada ambición de Arya Stark por convertirse en caballero y luchar espada en mano, las mujeres de Westeros rompen el molde de lo que podía esperarse del símbolo que encarnan. Incluso las más tradicionales son fuertes y misteriosas a su manera: Catelyn Stark regentó con mano firme un hogar lleno de enigmas e intrigas, tan cerca del poder como para encontrarse en riesgo permanente, y la cruel Cersei Lannister — canibalizada por el amor incestuoso —, aspira al trono — y llega al él en la versión televisiva — no sólo por mera ambición, sino bajo la necesidad imperiosa de dejar en herencia a sus descendientes la corona y el futuro. Una y otra representan a la tradicional maternidad, pero desde aspectos complejos y muy poco benignos: Lady Stark está destinada a convertirse en un espectro de venganza y odio. Cersei, en la futura reina del Trono de Hierro, embarazada de su hermano, en medio de una guerra que amenaza la supervivencia entera del continente y a punto de disputarse el reinado con Daenerys Targaryen, que gobierna el ejército más peligroso del mapa de circunstancias.
Porque Juego de Tronos es violenta, sexualmente agresiva y llena de implicaciones despiadadas basadas en la brutalidad, y eso nadie lo duda. Pero no sólo contra las mujeres. Hablamos de un libro donde la mayoría de los personajes han sufrido torturas, humillaciones, heridas de guerra, maltrato y no por el hecho de su género, sino a conveniencia de la trama. Se trata sobre todo, de una construcción literaria que busca crear una atmósfera salvaje , profundamente asimilada con la época y el contexto que intenta reflejar. En la saga, no hay nada sencillo ni tampoco creado a partir de una interpretación simple. Se trata de una mega estructura de ideas y planteamientos que se yuxtaponen unos con otros hasta crear un escenario de profunda complejidad.
Tal vez el debate sobre el sexismo en Juego de Tronos se encuentra en pleno apogeo justamente por el hecho de haberse convertido en una de las series más exitosas de la historia de la televisión. No sólo se trata de un suceso cultural — libro y serie se han convertido en una referencia pop — sino también, una nueva percepción sobre lo que una obra de época puede ser. Ya desde la serie Roma (también de la cadena HBO y producida por John Milius y William J. MacDonald) la obsesión por cierto realismo histórico que pudiera enmarcar una trama compleja y adulta tomó un nuevo nivel. La serie estaba llena de escenas explicitas de sexo y violencia y aún así, fue considerada como un hito televisivo, llegando a considerarse como referencia para una buena parte de los productos televisivos que se produjeron después. Desde Espartaco hasta Vikingos, el suceso real ambientado por un planteamiento visual audaz y tramas basadas en el poder como discurso principal se hizo frecuente y hasta deseable dentro del mundo televisivo.
Pero sin duda Juego de Tronos — la serie — es algo más. Se trata no sólo de un proyecto costoso a nivel comercial e intelectual, sino una vuelta de tuerca inteligente y bien construida sobre el habitual tópico del escenario fantástico. El exceso de desnudos y violencia — sobre todo la que ni siquiera se incluye en la historia original — ha originado un debate sobre hasta qué punto el uso de escenas sexuales y mutilaciones en apariencia gratuitas son más una forma de atraer audiencias y no apuntalar la trama. Además, el debate se cuestiona de manera muy dura el tema sobre los roles de género y el uso de los estereotipos femeninos como una forma de agresión. Tan lejos ha llegado el argumento, que la senadora demócrata Claire McCaskill o el blog feminista The Mary Sue se han quejado y han hecho muy público su descontento. Después de que uno de los personajes principales sufriera lo que se consideró una injustificada agresión sexual, el blog declaró que no volvería a reseñar capítulo o información sobre la serie. Incluso varios críticos acusaron a los guionistas de ensañarse con las mujeres de la trama.
¿Pero eso hace machista a Juego de Tronos, película y serie? No por necesidad, y es de un reduccionismo lamentable asumirlo de esa manera. Se trata de una comprensión sobre la forma en la que el autor concibe el mundo en que transcurre la historia y, sobre todo, de la forma en la que construye el discurso sobre el que se basa el comportamiento de los personajes. ¿Esa decisión deliberada “castiga” a las mujeres de la historia por el sólo hecho de oponerse al rol ancestral que deben cumplir? De nuevo, no todo es tan simple. Porque de ser cierta esa percepción, también podría serlo la conclusión que la violencia en la serie y libro son del todo innecesaria, que podrían atenuarse, disimularse o incluso, ocultarse en favor de cierta mirada “tolerante” sobre una percepción “correcta” sobre la historia que se cuenta, lo cual no sólo desdibujar el sentido completo de la saga, sino la forma como se comprende a sí misma.
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