No todas las tetas dan miedo
La exhibición de las tetas de los hombres, lejos de generar miedos o pánicos morales o sexuales, son un símbolo de poder, de hegemonía.
Que el festival de Benidorm ha suscitado polémica, queda fuera de toda duda. Y que las redes sociales pueden funcionar como una auténtica máquina de picar carne, también. Nos movemos bien en la dialéctica del conmigo o contra mí, de señalar al que no nos gusta, al que piensa distinto. Qué desagradable profesión debe ser esa de odiar y difamar a todo el que se mueva.
Pero odios aparte, este festival de Benidorm nos ha traído una polémica más: el (supuesto) recelo a las tetas. Rigoberta Bandini, en su Ay Mamá, nos decía eso de “no sé por qué dan tanto miedo nuestras tetas”, poniendo en el centro lo que generalmente está en la periferia: lo atávico que puede ser el miedo a los roles y a los cuerpos, a la libertad y, en este caso, a las tetas.
He tenido que leer estos días por Twitter algunos comentarios relativizando este miedo. Y yo, por más que lo pienso, menos entiendo esa banalización que se pretende del mensaje de Bandini. Parece evidente que, aunque hubiera querido, Rigoberta no hubiera podido mostrar sus tetas en el escenario; y parece también obvio que un tío puede enseñar las suyas sin problema, sin pánico y sin miedo.
El cantante de Maneskin, grupo ganador del anterior festival de Eurovisión, enseñó sus tetas sin problema durante su actuación -y el resto de los hombres de su grupo-, en cambio la única mujer componente del mismo rompía con esa estética: sus tetas estaban a cubierto. ¿Alguien puede afirmar que es por puro azar? ¿Acaso no podemos deducir que las tetas de las mujeres son las que dan miedo?
La exhibición de las tetas de los hombres, lejos de generar miedos o pánicos morales o sexuales, son un símbolo de poder, de hegemonía, y, en algunos casos, de erotismo y placer. Todas las tetas no dan miedo, las de los hombres se exhiben como parte del juego erótico sin ningún problema. El miedo aparece cuando se sospecha que las tetas de las mujeres pueden ser expuestas.
¿Por qué esta censura? Las tetas de las mujeres representan dos realidades antagónicas: o la mujer madre o la mujer como objeto sexual. Y en ambas construcciones, la mujer – a ojos del androcentrismo- pierde de facto su capacidad de agencia. En cambio, la exhibición de las tetas de los hombres representa dos realidades complementarias: el hombre como sujeto erótico y el hombre como producto mismo del poder.
Por eso estas últimas tetas son parte de un discurso no solo asumido, sino fomentado: en el hombre, sexo y poder no generan conflicto; en cambio, en la mujer, su capacidad de agencia, su cuerpo, su sexo, su maternidad, quedan diluidas a expensas de los ojos de otros: así, el hombre observa y la mujer es observada. Y es justamente esa falsa apariencia del hombre-sujeto y de la mujer-objeto lo que hace que, efectivamente, sean solo las tetas de las mujeres las que generan pánico moral.
Otra de las cuestiones que me preocupan (y que me ocupan) es el descuido sobre las maternidades – y paternidades- en los debates que tenemos en los feminismos y que aparecen y reaparecen sin llegar a concluir. Me gusta asumir como punto de partida la puntualización que hace Adrianne Rich (1976) cuando diferencia entre maternidad como experiencia vital y maternidad como institución; la primera radica únicamente en los cuerpos de las mujeres, la segunda queda bajo control del andrós. Por eso, las tetas de las mujeres generan tanto pánico: son un símbolo de su capacidad de agencia, un símbolo en el que la mujer-madre se fusiona con la mujer-sexual; en definitiva, las tetas de las mujeres generan pánico cuando escapan del control del androcentrismo.
Queda mucho por hacer en la liberación de los cuerpos y los deseos de las mujeres y también de los hombres que disienten de la norma sexual. El ejemplo de ese camino por recorrer es el odio que ha recibido Chanel, la cantante ganadora del festival de Benidorm; he tenido que leer cosas como que “es la candidatura hipersexualizada” o que “vaya ejemplo”. De nuevo, una vez más, mujeres y hombres asumiendo el discurso de la mujer-objeto, relegándola a una minoría de edad permanente, a una incapacidad para observarse, a una supuesta limitación para saberse soberana de su deseo.
¿Qué queremos decir con que Chanel está hipersexualizada? ¿Acaso que la seducción es algo perverso, que los cuerpos deben ser escondidos? Efectivamente las tetas y los cuerpos de las mujeres siguen generando pánico: las de Paula Ribó, las de Chanel, las de tantas otras. Y mientras seguimos en estas, las tetas de los tíos siguen siendo expuestas como símbolo de poder y erotismo promocionado.
Gracias Rigoberta por poner en el centro lo que quedaba en la periferia de los debates. Gracias Chanel por no tener miedo del cuerpo ni del deseo. Sigamos caminando.