'No te preocupes, querida': Betty Friedan en el siglo XXI
Olivia Wilde vuelve a insistir en cómo el mundo, hecho a imagen y semejanza nuestra, ha tratado y trata a las mujeres.
Todo ello mientras que ellas deben sentirse felices en un mundo cerrado a lo “show de Truman”, del que no pueden salir y en el que se supone, según la palabra masculina, que disfrutan de la mayor felicidad posible. Ese supuesto paraíso, lógicamente, solo puede sostenerse sobre las violencias que no se ven aparentemente pero que soterradamente mantienen la superioridad de esos señores que, cuando vuelven a sus casas, encuentran a una Barbie que ha limpiado, cocinado, callado y, además, está siempre dispuesta a satisfacer sus necesidades sexuales. El matrimonio, ya saben, como un espacio muy próximo a la prostitución. Como apropiación, que diría Carole Pateman, de los trabajos, las capacidades y, por supuesto, el cuerpo de las mujeres. Las raptadas, las bellas durmientes, las histéricas. Todas ellas son las mujeres del proyecto Victoria, en el que es evidente quienes son realmente los vencedores y quienes las vencidas. “No te preocupes, querida”, yo te salvaré: Jack como el príncipe que mantiene a la princesa en un sueño que a él le permite creerse un dios.
La fábula se le va de las manos a Olivia Wilde, que se reserva el papel de mejor amiga de Alice, y desemboca en un caótico final que seguramente despistará a más de un espectador. Lo más interesante de la película es el proceso mediante el que vemos cómo la protagonista va, de alguna manera, reconociendo eso que Betty Friedan denominó “el mal que no tiene nombre”. Como su memoria y su presente se van entrelazando, aunque solo sea a fogonazos, para revelar que esa felicidad construida no es su felicidad. Tal vez, y a diferencia de lo que ocurría en Super empollonas, me ha faltado en el relato ese punto de sororidad que habría introducido un revulsivo en esa comunidad de silencios y sumisiones - o sea, el patriarcado - y que solo débilmente atisbamos en ese final en el que no queda muy claro si habrá alguna más que siga los pasos de Alice. El círculo eterno de danzarinas y nadadoras cuyos hilos mueven otros y que necesita que, en un determinado momento, haya una mujer, o varias, como nos ha demostrado la historia del feminismo, que se salgan de la disciplina. Que dejen de ser como una burbuja dorada en un anuncio de champán y recuperen las riendas de sus vidas.
En fin, No te preocupes, querida es una de esas películas, me temo, que aburrirá a una gran mayoría de hombres y que a muchas mujeres, les guste más o menos, les hará verse como en un espejo. Un irregular relato que habría necesitado algo de tijera en el guion y que no solo nos habla del pasado sino que nos advierte de lo que corre el riesgo de resucitar. Eso que tantos hombres, aburridos ante la pantalla, no se atreven a cuestionar. Al contrario, eso que algunos, bastantes, están dispuestos a reproducir y alabar: lo que es utopía para unos y que es distopía para las demás.
Este texto se publicó originalmente en el blog del autor.