No quiero tener hijos y estoy harta de explicar por qué
Por no tener hijos, estoy obligada a hacer más méritos para demostrar mi valía como adulta y, sobre todo, como mujer.
Me pasa desde los veintipico años. Todos los años, para el Día de la Madre, recibo felicitaciones por la calle: ”¡Feliz Día de la Madre!”, me dicen, casi de forma reverencial, cuando me cruzo con alguien.
Las primeras veces me sobresaltaba. Me entraban ganas de parar a quien me lo decía y explicarle algo que no tenía ninguna forma de saber: que no soy la madre de nadie. Me resultaba una blasfemia recibir unas felicitaciones para las que no había hecho los méritos requeridos. Sin embargo, durante la última década, he aprendido a apreciar esas muestras de amabilidad. Sonrío, doy las gracias y sigo mi camino, pese a que no quiero tener hijos.
Es una verdad personal que poco a poco he empezado a compartir con la gente. Cuando alguien me pregunta si tengo hijos, ahora digo que no y añado que tampoco quiero. A veces me lo digo a mí misma en mis monólogos internos, en los que me planteo mis objetivos y mis posibles planes. He aprendido a reafirmar mi decisión, ya no digo: “Quizás algún día”. Y lo que tal vez sea más importante: también estoy aprendiendo que ya no necesito justificar mi decisión. Al fin y al cabo, ¿cuántas veces les piden a las otras mujeres que justifiquen su decisión de tener hijos?
Salvo contadas excepciones, incluso entre seres queridos, la respuesta más agradable que suelo recibir es una amabilidad forzada: una tos, una risa incómoda, unos parpadeos en silencio hasta que encontramos otro tema de conversación... Muchas personas, en cambio, no son tan consideradas. Cambian de repente su tono de voz (o incluso nuestra relación) o, a veces, insisten. Parece que la gente no sabe qué pensar de alguien, sobre todo si es mujer, que se atreve a decir que no quiere tener hijos.
En mis momentos más empáticos, soy capaz de entender que esta mentalidad es incomprensible. Al fin y al cabo, independientemente de cuándo y dónde pasamos la infancia, a la mayoría nos han educado para tener hijos.
Elegir no tenerlos es contracultural prácticamente en cualquier parte del mundo. Cuando era niña, tenía varios muñecos bebés, una prueba de que existía la expectación de que acabaría teniendo hijos de verdad.
Aunque no recuerdo haber deseado ser madre, tampoco puse en duda que tal vez algún día lo sería. Nos educan (directamente o a través de indicaciones sociales) que las niñas pequeñas crecen para tener algún día a sus propias niñas pequeñas. Muchas tardes, mis muñecas participaban en las tardes de juegos con mis amigas. Más que simples juguetes, estas muñecas eran herramientas para enseñarnos a pensar, hablar y actuar como madres.
También hay personas que consideran que mi decisión de no tener hijos es más que un desafío a las expectativas sociales. Lo consideran antinatural. Especialmente en el caso de las mujeres (porque se supone que estamos dotadas de un reloj biológico y un instinto maternal), nos dicen que deberíamos querer hijos. Claro que es cierto en muchos casos. No puedo ni imaginarme el sufrimiento de las mujeres que ansían tener hijos y no logran concebir. Tengo amigas cercanas que han adoptado o probado con la fecundación in vitro después de meses de citas y pruebas médicas. Me alegra que existan estas vías alternativas para ser madre y que cada vez se vea como algo más común. Sin embargo, eso también ha provocado que a la gente le cueste más creer que voy a seguir sin hijos. “Ah, pero eso es lo que dices ahora”, me dicen. “Podrías congelar tus óvulos, por si acaso. Y si no, siempre te quedará la adopción”.
Esta insistencia, tanto en el plano individual como en el plano cultural, en que debo ser madre me frustra. No estoy segura de cuántas veces más podré sonreír y encogerme de hombros en respuesta a los lamentos acusatorios del tipo: ”¿¡Que no quieres tener hijos!? ¡Si serías muy buena madre!”. Tardé años en reconocer para mí misma que no quiero tener hijos. Ahora que ya lo he hecho, sé que nadie logrará convencerme de lo contrario, pero eso no quiere decir que esté interesada en hablar de ello cuando sale el tema.
No quiero tener que explicar que aunque sé que esta es la decisión correcta para mí, a veces me causa cierta vergüenza. Es fácil sentir que estoy decepcionando a la gente o que he escogido un estilo de vida que desafía el orden natural de la vida.
A menudo también siento que por no tener hijos tengo que hacer más méritos para demostrar mi valía como adulta y, sobre todo, como mujer. Si tuviera hijos, nadie pondría en duda mi contribución a la sociedad: estaría aportando vida. Sin esa contribución, me siento presionada para ser más productiva, más decidida y más próspera.
Presumiblemente, una de las razones por las que me dicen que sería buena madre es porque se me dan bien los niños. Acabo de terminar mi octavo año dando clases de Inglés en un instituto. En todo ese tiempo, he querido a mis alumnos, me he reído, he llorado y he celebrado con ellos, me he preocupado por ellos y he aprendido de mis más de mil alumnos. Me parecen encantadores y todavía no sé cómo expresar lo que significan para mí.
También tengo lazos importantes con niños más pequeños. Una vez, la hija de una amiga dijo: “Me encanta la señorita Kerry como me encanta mi color favorito”. El padre de una niña a la que adoro me dice a menudo: “Solo quiere que le leas tú antes de dormir. Nunca se lo pide a nadie más”. Me alegro de conocer y querer a estos niños con los que paso tanto tiempo.
Y, pese a todo, no quiero tener mis propios niños.
Lo que sí quiero es que la gente respete esta decisión. Quiero decir que no voy a tener hijos sin que me pregunten, me juzguen o me intenten persuadir. Quiero que la gente acepte que se trata de mi vida, mi familia y mi cuerpo. Sobre todo ahora, en una época en la que en Estados Unidos se empeña en legislar en contra del aborto y en decir a las mujeres que no pueden decidir sobre su propia vida, su familia y su cuerpo.
Es el momento de esforzarnos más (y no menos) en escuchar a las mujeres cuando dicen lo que quieren, independientemente de si explican o no el porqué. Así que hagamos caso de las mujeres cuando afirman que no quieren tener hijos, porque han tomado una decisión informada sobre lo que es mejor para ellas. En mi caso, me encanta la vida que he tenido sin hijos. Y diré más: estoy segura de que no tener hijos seguirá siendo el modo de sentirme más realizada.
Kerry Graham vive, enseña, escribe y corre en Baltimore, Maryland (Estados Unidos). Su trabajo ha aparecido en The Citron Review, Gravel y en Role Reboot, entre otros. Kerry dirige un boletín informativo semanal llamado This Together. Puedes ponerte en contacto con ella a través de Facebook, Instagram o Twitter.
Este post fue publicado originalmente en el ‘HuffPost’ Estados Unidos y ha sido traducido del inglés por Daniel Templeman Sauco.