No hay resurrección para el PSOE

No hay resurrección para el PSOE

Ferraz se escuda en la fragmentación del mapa político para acusar el golpe de las encuestas.

HP

Ni Pascua ni Resurrección. Para el PSOE no hay retorno ni tregua en las encuestas. En Ferraz hay malestar, irritación y hasta desaliento. No tanto por los datos, sino por la insistencia que dicen ver en algunos despachos del poder para crear un estado de ánimo en favor de los de Albert Rivera. 20 años después regresa la teoría de la conspiración, aunque ahora lo llamen "Operación recambio" y pase por sustituir al PP por Ciudadanos "con tal de que la alternativa no sea el PSOE".

Cierto o no, cuando un partido que ha transitado por tres siglos, gobernado durante tanto tiempo, dado gobernantes de la talla de Felipe González y acumulado una historia inseparable a la de España y, de repente, adolece ahora de una especie de impulso suicida que le atrae hacia el abismo, debe haber más que una confabulación tras su caída, que va más allá de las simpatías que despierte Rivera en los despachos de los poderosos.

Si antes cayeron imperios, reinos o gobiernos, por qué no puede caer el PSOE

Si antes cayeron imperios, reinos o gobiernos, por qué no puede caer el PSOE. La pregunta hace meses que ronda a no pocos socialistas. Y la respuesta, de momento, sólo está en las encuestas. Pero de confirmarse la tendencia, la hasta ahora izquierda hegemónica no sería ni primera fuerza del tablero ni tampoco alternativa de gobierno. La resultante de no pasar del 20% de los votos -como ha vaticinado Sigma 2 y antes Metroscopia o Gad 3- supone el averno y con él un tránsito recorrido ya antes por socialistas catalanes, vascos o madrileños, por citar algunos ejemplos.

El caso es que el tránsito de partido de Gobierno hacia la nada (o tercera fuerza) ocurriría con referentes y notables mineralizados en el silencio para que nadie les acuse de desleales o de favorecer la debacle por recelar del liderazgo de Pedro Sánchez. Nadie quiere ser señalado, después del aquelarre protagonizado aquel 1 de octubre de infausto recuerdo. Y si desde algún sitio han emitido señales de alarma -aunque bastante tibias- ha sido desde Andalucía, y tienen motivo.

Si el escenario futuro es el de la consolidación del multipartidismo, "el problema no será la debacle del PSOE, sino el de la gobernabilidad del país", auguran desde la dirección federal

Que el PSOE anote resultados tan nefastos como los publicados por las distintas empresas demoscópicas es malo para Pedro Sánchez, pero mucho peor para Susana Díaz, que debiera ser la primera interesada no sólo en la resurrección de las siglas, sino también en que el PP no caiga en los términos que apuntan las encuestas. Si fuera así y en su territorio, Ciudadanos pasará por delante de la derecha tradicional, los de Rivera tardarían segundos en pactar con el PP y anotarse el tanto de haber acabado con un "régimen" que dura ya 40 años.

El debate interno en todo caso parece prohibido. Nadie se atreve a abrir la veda para un aterrizaje forzoso en el principio de realidad que dibujan los sondeos y del que recelan, por supuesto, los dirigentes y militantes más fervientes. Un ejemplo, el ex vicesecretario de Organización, José Blanco. Lean lo que escribió el sábado por la noche en su cuenta de Twitter nada más publicarse la encuesta de Sigma Dos que situaba al PSOE a dos telediarios de descender a cuarta posición en el tablero electoral:

Hasta en Ferraz se mofaron de tanto entusiasmo. Los actuales inquilinos reconocen que España huele a cambio, pero añaden que ello no significa que el PSOE no pueda formar parte de una coalición y estar en un futuro gobierno. Los socialistas han dejado de pensar en grande para hacerlo en un mapa político fragmentado superador de cuatro décadas de bipartidismo y en el que cualquier alianza sería posible, incluso entre formaciones hasta hoy incompatibles. Si el escenario futuro es el de la consolidación del multipartidismo, "el problema no será la debacle del PSOE, sino el de la gobernabilidad del país", auguran desde la dirección federal.

El caso es que mientras el PP cae en picado, Ciudadanos no para de crecer y Podemos repunta tras las movilizaciones sociales, el PSOE no sólo no rentabiliza el desgaste del Gobierno, sino que pierde votos a izquierda y derecha. Y eso no puede ser sólo resultado de la ausencia de Pedro Sánchez del Congreso de los Diputados ni de que las heridas internas sigan abiertas tras las últimas primarias.

Hay algo más que probablemente tenga que ver, sí, con la crisis existencial de la socialdemocracia en Europa, pero también con la ausencia de un proyecto político atractivo para trabajadores, clases medias y jóvenes y, sobre todo, con el deterioro pavoroso de una clase dirigente que desde tiempos de González hasta Sánchez, con Zapatero de por medio, ha pasado por los tres estados de la materia: sólido, líquido y gaseoso.