No celebramos una derrota
Cataluña escoge esta fecha emblemática porque recordamos lo que fuimos y perdimos. Sin embargo, pasan los siglos y lo seguimos recordando.
La primera ley aprobada por el Parlamento de Cataluña cuando se constituyó fue la que declara el 11 de septiembre fiesta nacional de Cataluña en los siguientes términos:
Esto ocurría el 12 de junio de 1980. Me gustaría hacer mención de este “tiempo de lucha” al que hace alusión el proemio de dicha ley porque aquí es donde radica y donde se encuentran -me parece- las claves decisivas sobre el porqué de esta celebración, que para muchos todavía es desconocida, ya sea por desinterés, tergiversación o, simplemente, por ignorancia. Una efeméride que es conocida popularmente como la “Diada”, en una clara referencia lingüística a que se trata de un día grande, de ahí el aumentativo (como riada, si hacemos referencia al desbordamiento de un río). Una palabra, pues, en relación a la importancia de la fecha. Después de todo, la fiesta nacional no deja de ser –en todo el mundo- una fecha de gran significación que es simbólicamente adoptada por una nación y con la que se contribuye a la unidad de sus ciudadanos. De hecho, es habitual encontrar que la celebración se corresponda con el día en que se celebra la independencia de un territorio, pero hay naciones que rememoran otros hechos -normalmente considerados grandiosos y decisivos y, por tanto, dignos de ser recordados-. En el caso de Francia, sin ir más lejos, el día 14 de julio -fiesta nacional francesa- se recuerda la toma de la Bastilla en 1789 y, por tanto, se conmemora un acontecimiento que, en cierto modo, tenía que cambiar la vieja Europa: la Revolución Francesa.
También en Cataluña lo que recordamos este día es decisivo y tiene que ver con un gran cambio, pero tal vez en España no sea del todo evidente. Este país pequeño que es Cataluña, resulta que tiene como fiesta nacional la conmemoración de una derrota bélica. En España, la “fiesta nacional”, el día 12 de octubre, conmemora la efeméride histórica del “Descubrimiento” (sic) de América. Una fecha que, como tradicionalmente la intelectualidad española ha sostenido, supone el nacimiento “del Imperio Español” (que va de 1492 a 1898). Esta celebración imperialista, conquistadora, expansionista y beligerante donde las haya se conmemora con desfiles militares ante el rey de España. Todavía hay quien le llama “Día de la Hispanidad” o “Día de la Raza” (que, además, asusta) y es memorable no sólo porque a partir de entonces se inició el contacto entre Europa y América que algunos llaman “el encuentro de dos mundos” -y que más bien fue “encontronazo”-, y cito ahora de la Wikipedia, que es especialmente significativo teniendo en cuenta que se trata de contenidos que generan los propios usuarios y, por tanto, que están bajo “vigilancia” y si esto se mantiene significa, de alguna manera, que hay una cierta ecuanimidad respecto del relato: “En una época donde estaba finalizando el proceso de construcción del Estado actual, con la integración de los diferentes reinos peninsulares en un único reino”. En 1492 “finalizaba”, pues, para algunos el proceso de construcción del estado “actual”. No está mal. Seguramente es la finalización del proceso de construcción más larga de la historia: y es que casi 520 años después aún se tambalea la cosa. Señal, tal vez, que los cimientos no debían ser tan sólidos como pensaban algunos.
Pero regreso a la Diada. Ya sé que son muchos los que piensan que no sería necesario que celebráramos nada, salvo acaso una hermosa festividad regional, cuanto más folclórica mejor, que demostrara que somos una región perfectamente instalada en la España plural; pero resulta que elegimos como celebración una derrota militar precisamente en relación con esta España que cada vez dista más de poder considerarse plural. Cataluña escoge la derrota como fecha emblemática porque recordamos lo que fuimos y perdimos. Y sin embargo, pasan los siglos, y lo seguimos recordando. Actualmente con dolorosa vigencia, porque seguimos perdiendo contra España: perdemos entidad e identidad y perdemos derechos y libertades. Por ello hasta que no dispongamos de nuestro día de la independencia, seguiremos recordando que un día lo fuimos. Y en el s siglo XXI, a diferencia del XVIII, esperemos que sean el diálogo y la negociación las herramientas de construcción nacional. No la violencia, ni la represión que, por lo pronto, son las credenciales del Estado español. Tiempo de lucha, ciertamente. De lucha democrática. ¡Bona diada!