Nise se laurea en la Abadía: el año de Inés de Castro (I)
Se trata esta de una de las primeras tragedias españolas
Solo una compañía valiente como Nao d´amores se atrevería a poner en escena Nise lastimosa y Nise laureada, la historia de Doña Inés de Castro y Valladares (Nise es anagrama de Inés), princesa de Portugal, quien “reinó después de morir”.
Se trata esta de una de las primeras tragedias españolas, compuestas por Gerónimo Bermúdez y publicadas a nombre de Antonio de Silva en 1577. Bermúdez de Castro (c. 1530-1605/06) fue un lucense de Santiso (A Fonsagrada), humanista erudito, teólogo, quizá docente en Salamanca y Coimbra, fue un interesante poeta, dramaturgo, soldado, viajero y, en su madurez, dominico en los conventos de la Peña de Francia (Salamanca), A Coruña y Tui (Pontevedra), donde falleció a finales de 1605 o principios de 1606. Las piezas son tragedias senequistas en cinco actos y con dos coros que fueron compuestas antes de 1575, y que narran la historia del desgraciado amor del infante Don Pedro de Portugal con la noble gallega Dª Inés de Castro; su terrible muerte (Nise lastimosa) y la implacable venganza de su amante, el ya Rey Don Pedro, contra los participantes en el complot que acabó con la vida de su amada (Nise laureada).
La tragedia de Inés de Castro tiene una importante dramaturgia clásica. Contamos con la Inés de Castro de 1558 del portugués Antonio Ferreira, en quien se pudo haber inspirado Bermúdez. Luego, Vélez de Guevara hará una de sus mejores obras: Reinar después de morir, dedicada a ella en 1635. De hecho, Inés de Castro está de moda pues en la Compañía Nacional de Teatro Clásico Ignacio García y José Gabriel López Antuñano están preparando la versión española de Reinar después de morir, que ya han estrenado en Portugal.
La obra es, como digo, valiente. La tragedia de fin de siglo XVI ha sido tradicionalmente vista como simples ejercicios escolares diseñados para la clase. No obstante, tienen teatralidad Ana Zamora y su magnífico equipo en esta obra sacan toda la que hay.
Lo primero que sorprende de la obra es el aforamiento, para el que la Nao d´amore echa mano de su propio foro: una estructura de madera que guardan en su laboratorio de Revenga. El aforamiento es fundamental para la obra pues dota a la misma de un elemento de ritualidad que está presente a lo largo de todo el texto, pero es abierto al final de la obra cuando incluso llega a descender un botafumeiro para perfumar el teatro. No nos olvidemos de que se trata del teatro de la Abadía por lo que el espacio, solemne y mágico, adquiere una inmensa ritualidad y fuerza. Aquí es fundamental la iluminación de Miguel Ángel Camacho, que destaca las magníficas vidrieras del conjunto arquitectónico. la escenografía de Ricardo Vergne y el vestuario de la ganadora del Max Deborah Macías recalcan estos elementos rituales. El núcleo de convicción escénica de la obra parece merodear el momento triunfal del triunfo de Nise tras su muerte. Se destacan en la dramaturgia (que respeta más o menos un 40% del texto) los aspectos más sublimes, quizá rozando lo necrofílico. La magnífica dirección de la propia Zamora establece varios juegos con la dirección musical de Alicia Lázaro en cuanto se cantan romances sobre el desdichado caso. Asimismo, la coreografía de Javier García Ávila dota de una cierta luminosidad los movimientos escénicos del elenco. Este, magnífico como siempre, está formado por un conjunto de actores muy de la Nao: José Luis Alcobendas, Javier Carramiñana, Alba Fresno, José Hernández Pastor, Natalia Huarte, Eduardo Mayo, Alejandro Saá e Isabel Zamora. Son actores completos, que actúan, cantan, bailan y son capaces de supeditarse para el gozo general de la obra, caso destacable en nuestro panorama escénico (y no solo clásico, por supuesto). Tengo debilidad por Alejandro Sáa desde que vi aquel tour de force en el que hizo el back-to-back de Laurence Boswell/Rodrigo Arribas de El castigo sin venganza y El perro del hortelano en los Teatros del Canal, donde interpretó a un magnífico Batín, así que me van a permitir sus compañeros, que lo destaque a él.
En breve: la Nao a lo suyo, capaz de llegar a los más felices puertos en los terrenos de la tragedia, tal y como hiciera en los de la comedia, y créanme que las de fin de siglo son más complicadas que aquellas maravillas de Torres Naharro o Gil Vicente.