Neymar y su padre torean al Barça
La falta de autoridad de la directiva del F.C. Barcelona comienza a ser alarmante. Están completamente desnortados y no parece que vayan a encontrar la brújula pronto. No se entiende que no exijan a Neymar que salga y explique lo que quiere hacer. Si el brasileño quiere irse al PSG para liderar un proyecto multimillonario está en su derecho, que se vaya. Sería comprensible, pero que se manifieste ya. Este circo debe detenerse. La situación se ha convertido en un sainete y el Barcelona parece un club menor a merced de los caprichos de su estrella. Nadie está por encima del club -si acaso Lionel Messi, por lo servicios prestados y por tratarse de un icono, el mejor futbolista de la historia-.
Neymar lleva solo cuatro años vistiendo la elástica azulgrana y ha dejado algunas actuaciones memorables (como el día de la remontada ante precisamente el conjunto que ahora le pretende), pero no ha tenido la continuidad que demandaba el equipo cuando el 10 no ha aparecido y por tanto no puede condicionar más el proyecto deportivo. La directiva, con Bartomeu a la cabeza, debe obligarle a salir y pronunciarse. Los aficionados culés aún no saben qué quiere el brasileño, si irse y ser el líder del PSG o quedarse al amparo de Messi. Que haga lo que mejor le convenga, pero que se exprese, porque esta situación se asemeja cada vez más a los sainetes que describía Don Ramón de la Cruz.
Es esperpéntico, cuanto menos, que sea Gerard Piqué quien logre un patrocinador para el club (Rakuten), ejerza de apagafuegos durante cualquier crisis institucional y anuncie a través de sus redes sociales la continuidad de Neymar; por más que luego reculara y explicara que ese era simplemente sudeseo, pero que él no era el responsable de anunciarlo. Para eso hay -en teoría- un gabinete de comunicación, el cual parece esconderse ante cualquier situación conflictiva.
El Barça se ha convertido en un club sin jerarquía, donde un futbolista (Piqué) hace de portavoz, jefe de prensa, presidente... mientras que los verdaderos responsables siguen en la sombra esperando a que Neymar deshoje la margarita cuando a él le parezca. Su padre y él marcan los tiempos y la entidad mira expectante desde la barrera sin intervenir. Es hora de saltar al ruedo.
Su marcha, pese a que se trata de un futbolista brillante y con un futuro espléndido -por edad y condiciones- dejará en la caja 222 millones de euros (puesto que el Barcelona se ha remitido a la cláusula de rescisión y no negociará su venta), una cifra con la que se puede encontrar un sustituto de garantías (Coutinho) y reforzar la medular (Verratti o Seri son algunos de los nombres que se barajan).
Su salida o continuidad no se puede demorar más. La decisión se debe tomar lo antes posible para no supeditar el futuro del equipo a los antojos de un padre con ínfulas de estrella mediática.