'Nevermind', el disco que cambió la música (y condenó a Kurt Cobain)
El gran álbum de Nirvana e icono del 'grunge' cumple 30 años. Varios expertos analizan su importancia y el legado de Cobain.
Un grito ahogado de rabia tan perfecto como su sonido. Un giro copernicano a la música cuando los noventa apenas comenzaban su camino. El brillo de los 80´s, su hard rock, su glam pedían una revolución; otra estética, otro modo incluso de enfrentarse a la vida. No eran tiempos felices, al menos para una generación de jóvenes desencantados. Y entre ellos apareció, cual profeta, Kurt Cobain, líder de Nirvana, con una obra maestra del grunge para remover la cultura de su tiempo. Fue un 24 de septiembre, de 1991. Ese día, del que este viernes se cumplen 30 años, salió a la luz Nevermind, su gran álbum y, sin saberlo entonces, su condena.
“En siete décadas de música contemporánea puede haber cinco discos que cambian la historia y entre ellos está Nevermind, detalla Julio Ruiz, legendario director del ya desaparecido Disco Grande (Radio 3). El tiempo, cuenta, no pasa por sus composiciones y aún hoy “hay un respeto mundial por una obra que cambió el paso del tiempo”. Su colega Rodrigo Contreras, voz de Rock FM Motel (Rock FM) considera a modo de reflexión inicial que “las barreras están para romperlas, quien las rompe entra en la historia y Nirvana entró”.
Como apunta Julio Ruiz, basta con que suenen los primeros acordes de Smells Like Teen Spirit (el gran single que millones de músicos han/hemos intentado reproducir a la guitarra) “y sigue haciendo vibrar y pegar botes a la gente, da igual que lo vivieran entonces o que sean nuevos”. Esa es solo una parte de la grandeza del elepé, que no envejece aunque ya sea un treintañero, porque su trascendencia va más allá de sensaciones y de los propios números. Ni siquiera los 30 millones de copias vendidas estimadas dan la muestra de lo que significa.
La revolución del grunge
Nirvana ya era una realidad antes de aquel 24 de septiembre de 1991, día en el que —¿casualidad?— Soundgarden, la otra gran banda del momento con Chris Cornell a la cabeza, sacase su tercer disco, Badmotorfinger. Por entonces, Cobain aspiraba a ser como Cornell, cuentan los expertos. Todo cambió de golpe. Demasiado de golpe, matizan.
La formación creada por Cobain y el bajista Krist Novoselic, con Dave Grohl ya asentado a la batería, había saltado al mercado con Bleach en 1989, una declaración de intenciones con buen éxito comercial (seis millones de ventas) y un estilo que marcaba lo que podría venir, especialmente con el ‘hit’ de About a Girl. Un diamante que, a poco que se puliese, podía reventar su tiempo.
Bebía de diversas fuentes, como Pixies, Meat Puppets, The Vaselines... hasta REM, pese a las evidentes diferencias en sus propuestas musicales. Nunca lo negó el trío, pero este supo ir varios pasos más allá. ”¿Qué cambió de un disco a otro? Primero, la calidad de los temas, las composiciones están ahí. Pero además, Nirvana fichó por una multinacional —pasó del sello independiente Sub Pop a DGC Records— y pudo darle estabilidad a la banda con el apoyo de un gran sello detrás. El grunge era un movimiento que necesitaba expandirse más allá del ostracismo”, analiza Rodrigo Contreras.
Lo hizo. De los garajes y pequeños clubs, a los grandes escenarios. Un ‘shock’ difícil de gestionar para una personalidad atormentada como la de Kurt Cobain. El locutor de Rock FM cree que fue “un cambio que le superó”. ”Él quería ser Chris Cornell y de repente se vio como un icono mundial. Ese paso de decir ‘somos puros, independientes’ y convertirte en el gran grupo de moda no es fácil, porque. Cobain y su banda terminaron luchando contra sí mismos: “Diría que muchas de sus adicciones y problemas vinieron de cómo gestionar el monstruo que había convertido”.
“Con un éxito más apaciguado quizás Nirvana hubiera seguido, o al menos Kurt Cobain hubiese seguido”, explica Julio Ruiz. “Quería brillar con la música, le gustaba ser el chico aplicado, pero cuando se tiene una mente tan torturada, el típico ejemplo de persona hiperinteligente e hipersensible, te puedes ver superado por semejante boom”.
Para Bruno Galindo, escritor y músico, Cobain fue “el último gran poeta del rock ‘n’ roll del siglo XX; algo así como una de esas flores de loto que salen del agua estancada”.
Cronista de mil y una historias, de mil y un conciertos para diferentes medios, Galindo no duda en aseverar que “Nevermind abre y cierra una época. Tiene ese sentimiento antimaterialista que termina devorado por aquello de lo que escapa. No ha perdido un ápice de potencia, de ese brillo sucio poderoso”.
Contrastes. Sucesiones armónicas perfectas, un sonido calculadamente sucio, y una producción muy trabajada. No fue fruto de un mero arranque de inspiración. Para Julio Ruiz “se juntaron varias circunstancias: el talento de Kurt, la mano de Butch Vig en la producción, el cambio de década y la necesidad de nuevos sonidos y nuevas estéticas... El grunge era más que un mero estilo musical”. “Además, Cobain era puntilloso y estricto, consiguió una mezcla perfecta entre lo maravilloso del pop ahormado en tres minutos y la furia del rock desbocado. Es un sonido zigzagueante y en directo eran una bofetada decibélica”, rememora tirando de sus vivencias.
30 años después el disco sigue generando pasiones y escándalos, doble éxito para todo rockero que se precie. El último en participar del ruido ha sido el otro gran protagonista de la obra, el bebé que perseguía un dólar bajo la piscina en la portada. Ya adulto, Spencer Elden ha denunciado, justo a las puertas del aniversario, a la banda por “pornografía infantil”. Una portada, de las más icónicas de siempre, que “ni de coña [risas] saldría ahora”, lanza entre risas Contreras.
“Pero ni la portada ni canciones como Rape Me (Viólame)”, publicada en 1993. Ese tema de título difícilmente promocionable hoy —la letra va más allá de lo que parece— formó parte del último trabajo en estudio de los de Seattle, In Utero, un ‘frenazo’ que apenas alcanzó las cifras de su opera prima.
Sucedió apenas medio año antes de que Kurt Cobain grabase su nombre para siempre al morir, en circunstancias aún sin aclarar, el 5 de abril de 1994. Tenía 27 años, como otras glorias caídas de la música. Cobain siguió el triste sino de Robert Johnson, Jimmy Hendrix, Janis Joplin o Amy Winehouse en el malhadado ‘club de los 27’ después de, como tantos otros, no haber sabido gestionar el éxito.