Lo que nadie te cuenta sobre el sexo después de los 50 años

Lo que nadie te cuenta sobre el sexo después de los 50 años

Hay dos momentos en la vida de una mujer en la que los estrógenos desatan el caos en su vida: cuando tiene 15 y cuando tiene 50.

Sarah Jessica ParkerKENA BETANCUR VIA GETTY IMAGES

Hace unas pocas semanas, mis amigas y yo fuimos a ver la obra Is There Still Sex in the City? [¿Sigue habiendo Sexo en Nueva York?], escrita y protagonizada por la propia Candace Bushnell. Hace años, mi grupo de amigas y yo formábamos nuestro propio grupo de mujeres atractivas al estilo de Sexo en Nueva York.

Ahora que tenemos entre 50 y 60 años, estábamos ansiosas por ver los detalles más jugosos de la obra, sobre todo la parte de “Sigue habiendo sexo”. Sin embargo, la obra apenas hablaba de ello más allá de alguna frase suelta, como si nos quisiera decir: olvidaos del sexo después de los 50; mejor adoptad un perro.

Después de ver la obra, mis amigas y yo no podíamos dejar de hablar de aquello que Bushnell no había mencionado: cómo es el sexo después de la menopausia. Si ni siquiera la obra magna del género hablaba del tema, ¿qué esperanza nos quedaba?

Y por eso tantas mujeres de mi edad estamos desesperadas por ver un programa o una obra que hable del tema.

Como mujer que ya ha llegado a los 60, doy fe de que la vida sexual no termina a los 50, y es fundamental que la tele empiece a reflejar esa realidad. ¿Por qué nadie les dice a las mujeres que llegan a esa edad lo que les va a ocurrir y cómo va a afectarles en su vida?

Lo único que me contaron a mí sobre la menopausia eran los sofocos. Y yo pensaba: “Bueno, me acaloraré un poco de vez en cuando y ya. No será para tanto”. Adelantemos el tiempo hasta los 54 años, recién divorciada, en mi primera cita con  un hombre muy mono y divertido. Cualquier mujer de 50 años sabe lo raro que es eso.

Sigo contando. Es enero, llevo un jersey de cuello alto y, al primer sorbo que le doy a mi martini sucio, me invade una ola de ansiedad. “Los nervios de la primera cita”, me digo mientras hurgo en mi bolso en busca del bote de ansiolíticos. Pero enseguida empiezo a notar esa sensación desagradable en el cuero cabelludo y pienso: “Mierda, es un sofoco”.

Como mujer que ya ha llegado a los 60, doy fe de que la vida sexual no termina a los 50, y es fundamental que la tele empiece a reflejar esa realidad

En parte, me siento aliviada, pero estoy sudando tanto que me entran ganas de arrancarme la ropa. Voy corriendo al baño y me doy cuenta con horror de que se me ha encrespado el pelo, se me ha corrido el maquillaje y me han salido manchas rojas por la cara. Intento arreglar el destrozo, pero me siento como un gato empapado cuando vuelvo a la mesa. Ese es el marrón número 1.

Ojalá alguien me hubiera hablado de los vuelcos emocionales que traen consigo los sofocos. Son como 60 segundos de crisis nerviosas seguidas por un baño de vapor. Parecido a esos días antes de que te venga la regla, cuando te saca de quicio cada pequeño detalle de tu vida que no sale como a ti te gustaría y, cuando te das cuenta de que es por la regla, piensas: “Ah, era la regla”. Pues imagínate eso en versión abreviada, pero 20 o 30 veces al día (y por la noche).

Porque ese es otro marrón: los sudores nocturnos. Os recomiendo planificar las noches de sexo en vuestra casa, porque no es divertido despertarte a mitad de noche en un charco de tu propio sudor y sintiéndote mal por estar poniendo perdidas sus sábanas. Y olvidaos de dormir haciendo la cuchara. Bueno, eso si conseguís dormir.

Marrón número 4: nunca he tenido mucha facilidad para dormirme, sobre todo con un hombre nuevo en la cama, pero ahora es misión imposible. Por eso, otra razón para planificar la noche en vuestra casa es que tenéis libertad para levantaros cuando queráis, ir a otra habitación y reorganizar el cajón de sastre que tenéis en la mente.

Pero todavía no he mencionado el que posiblemente sea el síntoma más disruptivo de la menopausia. Me pilló completamente desprevenida lo mucho que me iba a doler el sexo a partir de los 50. Pensaba que me pasaba algo malo y tuve que ir a una ginecóloga para que me explicara que mis paredes vaginales se estaban volviendo más finas y no sé qué historias de mi flujo sanguíneo y mis estrógenos. También mencionó la palabra “atrofia” y estuve a punto de desmayarme.

“Existen medicamentos”, me dijo. Premarin, por ejemplo, es un medicamento de reemplazo de estrógenos fabricado a partir de orina de yegua (de verdad, el nombre viene de “PREgnant MARes’ urINe”, ‘orina de yegua embarazada’).

Eso, para mí, era un buen marrón, así que me metí en Google y encontré una ginecóloga holística en Manhattan. Se me pasó por la mente que pudiera ser un sacacuartos, teniendo en cuenta su ubicación y el aspecto lujoso del despacho, repleto de productos a la venta. Y, por supuesto, no me daba ninguna garantía de que fuera a funcionar. Pero, oye, mi única misión era salvar mis partes, y eso no tiene precio.

Me senté frente a la doctora G, una mujer encantadora y sonriente. “No somos más que sustancias químicas”, me dijo mientras me regalaba una copia del libro Ageless: The Naked Truth About Bioidentical Hormones, de Suzanne Somers. Durante las siguientes semanas me hicieron muchas pruebas, gasté mucho dinero entre pruebas y medicamentos y, cuando ya llevaba 1.800 dólares invertidos, llegué a la conclusión de que la terapia de reemplazo con hormonas bioidénticas era un regalo del cielo.

Nunca había sufrido ninguna clase de disfunción sexual, pero después de la menopausia, no hay cantidad de lubricante que te solucione los problemas. Sin embargo, con la terapia de reemplazo hormonal (TRH), mi cuerpo volvió a funcionar. Pero, claro, cada cuerpo es un mundo y puede ser complicado encontrar la dosis y el equilibrio adecuados (una amiga me contó que su terapia había “hipercorregido” su problema y que ahora, bueno... ¿Alguna vez te has lanzado por un tobogán de agua?).

Fuera como fuese, mis sofocos amainaron, mis sudores nocturnos también, y mantuve mi osteoporosis a raya. Pero lo mejor de todo es que pude volver a ser yo misma al 90% en el dormitorio. No solo ya no me dolía el sexo, sino que también había recuperado mi mojo.

Demasiado bonito para ser cierto, ¿verdad? Verdad. Tuve que buscarme otra ginecóloga porque los precios de la anterior estaban por las nubes y cualquier otro tratamiento antiedad quedaba muy por encima de mis posibilidades.

Una vez que llegáis a la menopausia, entráis en el juego de la ruleta con una cantidad ingente de síntomas. Por eso, recordad que existe toda una industria cuyo objetivo es aprovecharse de las mujeres que están desesperadas por mantener su juventud “interior”. Sí, te estoy mirando a ti y a tus huevos de jadeGwyneth Paltrow.

Me pilló completamente desprevenida lo mucho que me iba a doler el sexo a partir de los 50

Siempre supe que, en algún momento, los riesgos de la TRH empezarían a superar a las ventajas. Cuando empezó a darme miedo (y a resultarme demasiado caro), simplemente lo dejé.

Ahora, la frase que me dijo la doctora G (“No somos más que sustancias químicas”) cobra mucho más sentido. Hay dos momentos en la vida de una mujer en la que los estrógenos desatan el caos en su vida: cuando tiene 15 y cuando tiene 50. Y ese caos puede hacer que las relaciones se tengan que basar en la “química” y poco más. Todo ese ritual sexual puede ser una distracción tan grande, de hecho, que no es de extrañar que muchas mujeres estén encantadas de acabar con él.

No puedo estar más de acuerdo con un diálogo de la temporada 2 de Fleabag. Cuando Phoebe Waller-Bridge, de 33 años, dice que ha oído que la menopausia es horrible, Kristin Scott Thomas, de 58 años, le responde: “Es horrible, pero luego, magnífica”.

Es magnífico quedar libre de esas ataduras hormonales. Me siento más libre que nunca desde que dejé de tomar estrógenos. Por fin me estoy convirtiendo en la persona que quiero ser. Estoy felizmente casada de nuevo. Conocí a mi marido cuando yo tenía 62 años y tenemos mucha química, pero también tenemos mucho más que química.

Candace Bushnell quizás no quiera hablar del sexo después de los 50 y quizás tengamos que esperar a que otra serie lo haga. Hasta entonces, me encargaré yo misma. Tenemos que hablar más sobre el sexo. Tenemos que compartir nuestras experiencias y ver cómo esas experiencias vuelven a nosotras. Porque somos bellas, atractivas y tenemos más vida de la que nos adjudica la cultura popular cuando nos marca una fecha de caducidad.

Queridas, estoy aquí para deciros que el sexo después de los 50 (y más allá) puede ser maravilloso. Que nadie os diga lo contrario.

Este post fue publicado originalmente en el ‘HuffPost’ Estados Unidos y ha sido traducido del inglés por Daniel Templeman Sauco.