Muere Felipe de Edimburgo, marido de la reina Isabel II de Inglaterra
El duque, que anunció su retirada de la vida pública en 2017, ha fallecido a los 99 años.
El príncipe Felipe, duque de Edimburgo y marido de la reina Isabel II, ha fallecido este 9 de abril en el Castillo de Windsor a los 99 años. “Con profundo pesar, su Majestad la reina ha anunciado la muerte de su querido marido, Su Alteza Real el príncipe Felipe, duque de Edimburgo”, ha comunicado el Palacio de Buckingham en sus redes sociales.
La casa real también ha emitido un comunicado en el que indican que se darán más detalles cuando sea conveniente. “La familia real se une a la gente de todo el mundo para llorar su pérdida”, añade Buckingham.
El duque fue hospitalizado el pasado 17 de febrero para tratar y ser intervenido de una dolencia cardíaca y fue dado de alta el 16 de marzo.
Felipe de Edimburgo, que antes fue Felipe de Grecia y Dinamarca, ha formado parte del matrimonio más longevo de la realeza. Se casó con Isabel cuando esta todavía era princesa, en 1947, cinco años antes de que falleciera Jorge VI y su hija subiera al trono. Juntos tuvieron cuatro hijos: Carlos, Ana, Andrés y Eduardo, que les han dado ocho nietos (dos cada uno: Guillermo y Enrique; Zara y Mike; Beatriz y Eugenia; y Jacobo y Luisa) y nueve bisnietos -y otro en camino de Meghan y Harry-, además de una larga vida pública en común. Esta, tal y como anunció Buckingham en mayo de 2017, acababa en otoño: entonces Felipe abandonaría sus obligaciones y comenzaría su retiro.
Sin embargo, la llegada de Felipe a la monarquía británica no fue fácil. Eran muchos quienes no lo veían como un candidato aceptable a casarse con Isabel, la heredera al trono. Felipe, aunque atractivo y muy simpático, no venía de una cuna lo suficientemente noble según algunos y, sobre todo, no tenía ningún tipo de fortuna: su paga del ejército era todo lo que tenía.
Nacido como príncipe de Grecia y Dinamarca (en la isla griega de Corfú, el 10 de junio de 1921), su ascendencia no podía ser mejor: era hijo del príncipe Andrés de Grecia (por lo que sus abuelos eran el rey Jorge I de Grecia y la gran duquesa Olga, nieta del zar Nicolás) y de Alicia de Battenberg. Felipe era el quinto hijo del matrimonio. Tuvo cuatro hermanas, todas mucho mayores que él y casadas con distintos príncipes alemanes. Ninguna de ellas (entonces vivían tres) fue invitada a su boda.
Ese fue uno de los motivos por lo que su relación con Isabel no estuvo bien vista inicialmente. Su compromiso se hizo oficial poco después de terminar la II Guerra Mundial y buena parte de su familia tenía una fuerte conexión con Alemania, lo que no gustó al pueblo de Isabel. De hecho, decidió cambiar su Battenberg natal por un Mountbatten mucho más british, un apellido que le cedió su tío, Lord Louis Mountbatten. Sin embargo, él había luchado durante toda la guerra en el bando británico: se graduó como cadete en el barco Britannia Royal Naval College en 1939 y a partir de ahí participó durante toda la contienda.
Fue en ese momento, poco antes de su graduación, cuando Isabel y Felipe se conocieron. Él tenía 18 años; ella, apenas 13. Sin embargo, se cartearon durante toda la Guerra (que Isabel pasó junto a su hermana Margarita en el castillo de Windsor, a salvo de los bombardeos de Londres, mientras él luchaba en el Índico o en Creta) y en 1946 Felipe pidió la mano de Isabel a Jorge VI.
La boda se celebró con todo fasto (pese a vivir en época de escasez y posguerra; la novia pagó parte de su vestido con cupones de racionamiento) el 20 de noviembre de 1947. Para casarse, el joven griego tuvo que renunciar a su lealtad al que fue su país y su religión, la ortodoxa. Entonces, Felipe se convirtió en duque de Edimburgo, conde de Merioneth y barón de Greenwich. No fue hasta que su esposa subió al trono cuando se convirtió en príncipe (que no rey). Además, entonces su apellido perdió fuerza: la casa real no pasó a llamarse Mountbatten (como él pretendía y como Winston Churchill y la reina María, abuela de Isabel, lograron frenar), sino que se quedó como Casa de Windsor.
Tras el matrimonio llegaron los hijos. El primero Carlos, en noviembre de 1948, que ha recibido de su padre (según dicen: nada puede confirmarse en esta familia...) su caústico y a veces metepatas sentido del humor, y también su pasión por el Medio Ambiente, algo que Felipe defendió desde una visita a las islas Sandwich en 1956. Tras él, Ana, su única hija, nacida en 1950. Ya tras su ascenso al trono llegaron Andrés, en 1960, y Eduardo, en 1964.
Todos los impedimentos que el pueblo y parte de la realeza pusieron para el matrimonio real de Isabel II no han hecho más que demostrar que eran erróneos. El príncipe Felipe logró ser el perfecto contrapunto de la reina. Le dio un toque de apertura y de informalidad (todo lo informal que puede llegar a ser el asunto, considerando que esto es la casa real británica, la más importante del mundo) a la institución, y su personalidad abierta contrasta con la extraordinaria timidez de su esposa. Considerado un hombre familiar, él dio una estabilidad al hogar de la familia en Buckingham que la reina, por su cargo, no pudo ofrecer a su familia.
Pese a ello, Felipe también se vio salpicado por unos cuantos escándalos. Poco acostumbrado a la vida en palacio, en los años cincuenta se le asociaron noches de juerga lejos de casa y algunos romances y escarceos (difíciles de demostrar, precisamente por tener lugar con damas relacionadas con la aristocracia). Nunca se jubiló, y su agenda estuvo copada por más de 200 actos al año en los que tuvo a bien demostrar su cercanía, pero también su fuerte carácter y su humor cáustico salieron la luz en algunas ocasiones, en público. Él mismo dijo, en un viaje a Oceanía en 1968: “He descubierto que hubiese sido mejor mantener la boca cerrada”.
Prueba de ellos es que de esa boca salieron frases como “Me gustaría ir a Rusia mucho, aunque los cabrones asesinaron a la mitad de mi familia” (algo que dijo en 1967), “Vamos a entrar en números rojos el año que viene, probablemente tendré que renunciar a polo” (dijo en 1969) o “Filipinas debe estar medio vacío porque estáis todos aquí trabajando” (que pronunció ante el personal médico de un hospital al norte de Londres en 2014). Además, en una recepción con Benedicto XVI en 2010, tras ver a un invitado con una corbata de cuadros escoceses, le preguntó a una diputada conservadora: ”¿Tú también llevas bragas de eso?”. Su impaciencia le ha llevado a espetar a los fotógrafos un ”¡Saca ya la puta foto!”.
Isabel II ha demostrado su amor por Felipe de Edimburgo en más de una ocasión. Le esperó durante toda la guerra, pese a que muchos se empeñaron en buscarle otra pareja, un hombre que encajara mejor. Pero ella resistió. También pasaron juntos problemas, crisis, bodas, Jubileos (él no estuvo presente en el de Diamante en 2012 al estar en el hospital), enfermedades y los divorcios de sus tres hijos mayores en los años noventa. Como dijo Isabel II en sus Bodas de Oro, en 1997, “Felipe ha sido, simplemente, mi fuerza durante todos estos años”. Una fuerza que, tras más de ochenta años juntos, se desvanece.