Muere a los 90 años Michael Collins, el astronauta que orbitó la Luna a bordo del Apolo XI
Sus compañeros Neil Armstrong y Buzz Aldrin fueron los primeros en pisar el satélite mientras Collins manejaba la nave.
Su importancia fue capital en la gran misión espacial de la historia (hasta hoy), pero para muchos, Michael Collins, que ha muerto este miércoles a los 90 años, siempre fue ‘el otro’.
La figura del astronauta estadounidense, víctima del cáncer, según ha confirmado su familia, irá eternamente asociada a la primera misión que llevó al ser humano a la Luna. Pero a él le tocó la parte menos rimbombante; mientras sus compañeros Neil Armstrong y Buzz Aldrin pisaban su superficie el 20 de julio de 1969, él quedó encargado de manejar la nave Apolo XI que orbitó alrededor del satélite.
La NASA ha compartido la noticia con un comunicado donde destaca que Collins no solo fue el piloto de un momento histórico para la humanidad, sino que le definen como “un defensor de la exploración, que inspiró a generaciones y cuyo legado nos impulsa más hacia el cosmos”.
Nacido en 1930 en Roma, donde estaba destinado su padre, militar de carrera, también recibió formación militar durante su juventud en la prestigiosa academia West Point de Nueva York. Formó parte de la Fuerza Aérea de EEUU antes de ingresar en la NASA en 1963, en cuyo programa viajó en dos ocasiones al espacio.
Collins y la leyenda del ‘solitario’
El astronauta participó en la misión Gemini X en 1966, en la que realizó dos paseos extravehiculares. Fue la única vez que ‘pisó’ el espacio, ya que su gran hito para la posteridad ocurrió dentro del Apolo XI, tres años más tarde.
Collins llegó a ser llamado ‘el hombre más solitario de la historia’ o ‘el astronauta olvidado’ por quedarse sin poner el pie sobre la Luna como sí hicieron sus compañeros.
“Ahora estoy solo, verdaderamente solo y absolutamente aislado de cualquier vida conocida”, reconoció Collins en los minutos que permaneció sin contacto con Armstrong y Aldrin mientras estos daban “un gran paso para la humanidad”.
A su vuelta a Tierra negó haberse sentido verdaderamente solo y siempre rechazó ser considerado un héroe. Solo, explicaba entonces, “hicimos nuestro trabajo casi a la perfección, pero era a lo que nos habíamos comprometido”.
Meses después, en 1970, Michael Collins dejó el cosmos y se adentró en los despachos, al ser nombrado subsecretario de Estado para Asuntos Públicos. De ahí fue derivado al puesto de director del Museo Nacional del Aire y el Espacio de Estados Unidos, cargo al que se sucedieron otros de responsabilidad en compañías relacionadas con sus especialidades, el espacio y la Defensa.
El ministro de Ciencia e Innovación y colega de Collins, Pedro Duque, ha mostrado sus condolencias con un mensaje en Twitter. Aunque reconoce que no “no tuve el placer de conocerle personalmente, por desgracia”, sí remarca su influencia por su libro Carrying the fire (1975), que es “un favorito mío”.
Michael Collins dejó testimonio de sus hazañas aeroespaciales en otras dos obras: Liftoff: the Story of America’s Adventure in Space (1988) y Flying to the Moon and Other Strange Places (1994).