Mucho 'online', más separación y mejor higiene: lo que se quedará en la educación post-covid
Un año del estado de alarma: los cambios que ha traído el virus y que transformarán el modelo de aprendizaje en la era post-covid.
La pandemia ha arrasado con casi todo a su paso y el ámbito educativo no ha conseguido salvarse. Las desigualdades se han hecho, si cabe, más evidentes y aunque las consecuencias del golpe ya se sienten, prometen ser todavía más visibles a largo plazo. A pesar de todo, hay algo que el coronavirus sí ha conseguido: poner en jaque el actual sistema educativo y sentar las bases para reinventar un aprendizaje de calidad y para todos a través de nuevas herramientas de cara a la era post-covid.
A lo largo de un año los colegios han visto cómo sus rutinas dejaban paso de manera improvisada a las reglas que el virus iba marcando: reducción de los aforos en las aulas, grupos burbuja, más distancia social, mayor integración de la informática y bien de gel hidroalcohólico. Algunas definitivamente han llegado para quedarse. Otras plantean dudas.
Tecnología vs brecha digital
Los meses de confinamiento llevaron al centro del debate el planteamiento de un modelo basado en la digitalización. Millones de niños, y sus familias, se las vieron y se las desearon para montar en casa su propia escuela particular. Pero sobre la implementación de un sistema que priorice “lo online” hay discrepancias.
Para quienes sí tienen acceso a la tecnología adecuada, expertos en la materia constatan que hay pruebas de que el aprendizaje en línea puede ser más eficaz para determinadas edades y de ciertas maneras. Algunas investigaciones muestran que, de promedio, los estudiantes retienen un 25-60% más de material cuando se enfrentan al contenido online, en comparación con un 8-10% de lo que aprenden un aula. Esto se debe principalmente, dicen, a que el aprendizaje electrónico requiere un 40-60% menos de tiempo que en un entorno tradicional, ya que cada estudiante marca su propio ritmo, releyendo, acelerando o saltándose algunos conceptos.
El problema está en que, actualmente, la brecha digital que supone la inclusión de estos aparatos acentúa aún más las desigualdades socioeconómicas entre el alumnado. Julia es profesora en un colegio de Vallecas en el que la mayoría de sus estudiantes no cuenta con dispositivos electrónicos en sus casas. “Al principio de la cuarentena se recaudó dinero, se compró material y se entregó a las familias que tenían más dificultades”, explica. “Ahora, cuando se confina una clase se van prestando”, añade.
“Lo ideal sería que cada vez que se confine un aula todo se pueda hacer online, que los profesores estén preparados para ello y que los niños tengan acceso al medio y puedan conectarse, pero no es así. Los más pequeños, además, por mucho que lo tengan necesitan un progenitor encima atento y eso es un problema”, reconoce.
A ello se suma que las familias más humildes no pueden trabajar desde casa porque sus tareas laborales no se lo permiten. “Es un verdadero jaleo, no pueden hacerse cargo de sus hijos y en muchos casos no tienen con quién dejarlos. Nos escriben correos quejándose de la “injusticia” de que confinemos las clases”, cuenta. “Supone una angustia para ellos y para nosotros, porque literalmente no pueden ocuparse, pero el centro debe cumplir con las medidas sanitarias”, lamenta.
En contra de los que vaticinan que tras la covid-19 la formación online se incrementará en algunas etapas, otros expertos sostienen que el paso sin planificación a este modelo dará lugar a un aprendizaje deficiente que no conducirá a un crecimiento sostenido y subrayan la presencialidad como algo “irremplazable”.
Formación online vs presencialidad
“Aporta un valor que no es comparable al que te ofrece la pantalla, el contacto directo con el alumno y el suyo propio con el resto de sus compañeros es imprescindible. Perder el miedo a levantar la mano en una clase o a salir a la pizarra te pone en situaciones que a la larga generan un aprendizaje que va más allá de la materia, y todo eso con un ordenador desgraciadamente se pierde”, comenta Lucas, profesor en un instituto de la capital.
La mayoría de docentes coinciden en que una alternativa híbrida es el sistema que verdaderamente podría dar lugar a beneficios significativos, siempre que se superen los retos que conlleva. “La tecnología puede funcionar en algunas etapas pero también hay consenso en que no es la mejor opción para todos los grupos de edad”, añade. “Especialmente en Infantil y Primaria, donde pedagógicamente es necesaria la interacción y socialización en mayor medida”.
En el ámbito universitario la cosa varía. Para Ángela, estudiante de Medicina, cuando todo acabe lo más probable es que se vuelva al sistema presencial. “Es mucho mejor ir físicamente”, comenta, “el modelo virtual es una herramienta que se va a seguir utilizando para ciertas cosas pero no para todas. En mi caso hay asignaturas en las que sería complicado”, destaca. “Por otro lado, desplazarte a un sitio de estudio o de trabajo te hace sentir que empiezas el día y que no te quedas en casa parado”, añade. “Pero es verdad que se han sentado las bases para un progreso en este sentido que hace poco tiempo no hubiésemos imaginado”.
Tomás Bastarreche, profesor de Derecho y Ciencia Política de la Universidad Autónoma, opina que la pandemia ha mejorado el sistema digital pero ha demostrado que la presencialidad “es insustituible”. “Uno puede ver cientos de tutoriales en youtube, ver muchos contenidos digitales explicativos, pero nunca podrá tener la relación de feedback que se establece en un aula presencial”, argumenta. “Lo explicaba un cómico el otro día, no es el mismo hacer comedia con público que sin público, el discurso es distinto, y lo mismo pasa en la docencia”.
“La universidad no sobrevivirá con tanto poder”
Según Michael D. Smith, profesor de tecnología de la información y marketing en Estados Unidos, “la universidad tal como la conocemos sobrevivirá, pero no con el poder que tenía antes del virus”. “El profesorado debe aceptar estos cambios como una ventana para cumplir su misión principal: crear oportunidades para que tantos estudiantes como sea posible descubran y desarrollen sus dones y talentos únicos, y los utilicen para marcar la diferencia en el mundo”, explica.
De lo que no hay duda es de que las bases hasta ahora consolidadas en este ámbito se están poniendo en cuestionamiento: “los elevados costes, el difícil acceso a la universidad por parte de alumnos con escasos recursos y la necesidad de acudir presencialmente al campus para asignaturas menos prácticas que no requieren interacción están abriendo un verdadero debate”, recoge el informe La educación online en Estados Unidos ante la COVID-19, elaborado por la oficina Económica y Comercial de la Embajada de España en Miami.
Asimismo, otra de las consecuencias del impacto de la pandemia ha sido el parón en la movilidad estudiantil, uno de los principales valores de la universidad en los últimos años. “Tanto el Erasmus como los convenios internacionales se han convertido en experiencias enriquecedoras a todos los niveles y este año las cancelaciones han supuesto grandes pérdidas también económicas para los centros educativos”, apunta Ander, trabajador en la Oficina de Relaciones Internacionales de una universidad española. El informe Education at a Glance 2020 de la OCDE señala la considerable disminución de inscripciones de estudiantes extranjeros en los programas, lo que ha puesto de manifiesto la necesidad de “reinventarse” y de replantear una mayor oferta académica online.
Más organización y mejor higiene
Con todo, el virus ya ha incorporado cosas a la “rutina educativa” que han llegado para quedarse. “Volviendo a los cursos más bajos, el tema de la higiene es algo que a partir de ahora estoy segura de que se va a tener más en cuenta”, expone Natalia, educadora de un centro madrileño. “Antes, por ejemplo, no obligábamos a los niños a lavarse las manos al subir del patio y ahora son ellos mismos los que desinfectan las mesas, no se levantan sin mascarilla de la mesa... lo tienen muy interiorizado”, añade, “lo que a futuro, también podría prevenir otro tipo de enfermedades infecciosas a las que se enfrentan los más pequeños cada año”.
“El estar separados en mesas, tener turnos que se cumplen a raja tabla, ha contribuido, además, a una mayor organización que ojalá se mantenga en el tiempo”, apunta. “Lo que no creo que se mantengan son los grupos tan reducidos. Sería una maravilla una ratio menor por profesor, pero al final es complicado y ni siquiera a veces ha podido llevarse a cabo durante la pandemia”, argumenta.
“Lo principal, y si algo tenemos que sacar de todo esto, es que hay que poner el foco en las metodologías educativas a todos los niveles para que se adapten a los tiempos que vivimos, que no queden desfasadas, que ocupen un lugar prioritario en la agenda y a establecer políticas públicas y apoyo económico que faciliten a los grupos más vulnerables de estudiantes unirse a estas tendencias y no quedarse atrás”.