Movimientos sindicales y procesos de paz
Sabemos que es la clase obrera la que más sufre en la guerra.
“Una bayoneta es un arma con un trabajador en ambos extremos”, así lo dijo John Maclean, un socialista y líder sindical de Glasgow, encarcelado durante tres años por su oposición a la 1ª Guerra Mundial.
Desde el movimiento sindical sabemos que es la clase obrera la que más sufre en la guerra. La búsqueda de la paz con justicia social está en el corazón de los valores sindicales, los que contienen en su fondo los principios de negociación y dialogo, de solidaridad e internacionalismo. Es uno de los pilares fundamentales del trabajo de la Confederación Sindical Internacional (CSI).
Frente a la guerra en Ucrania, el Congreso de Sindicatos británico –el Trades Union Congress (TUC)– junto con el resto del movimiento sindical internacional, hemos condenado la invasión rusa de Ucrania, pedido que se respete su integridad territorial, hemos expresado nuestra solidaridad con nuestras hermanas y hermanos ucranianos y hemos pedido una solución diplomática negociada.
Creemos que el movimiento internacional sindical, representando a cientos de millones de trabajadores y trabajadoras, tiene un papel único que desempeñar en la movilización por la paz y en la construcción de la paz. Son muchos los ejemplos de la participación del movimiento sindical en otros procesos de paz.
Los sindicatos en Irlanda del Norte, durante el conflicto, lograron movilizar a la sociedad civil con el objetivo de exigir un proceso de paz, lo que resultó en el Acuerdo del Viernes Santo. Más tarde, fueron los sindicatos, a través de su influencia y capacidad organizativa, los que trabajaron para generar extenso apoyo público para el acuerdo.
En el 2003, el movimiento sindical británico creó la organización Justicia por Colombia. Apoyada posteriormente también por sindicatos de Irlanda, tuvo como objetivo apoyar a los sindicatos colombianos en la defensa de los derechos humanos y en la búsqueda de una salida negociada al conflicto que duró por más de 50 años, dejando más de 200,000 muertos, 70,000 personas forzadamente desaparecidas y 7 millones de desplazados internamente.
Durante el inicio de las conversaciones entre el gobierno de Colombia y la guerrilla de las FARC, Justicia por Colombia estableció una iniciativa para compartir las lecciones aprendidas en Irlanda del Norte, llevando a múltiples delegaciones de figuras destacadas del proceso irlandés de todas las partes, a reunirse con los principales negociadores para compartir sus experiencias. También invitó a varias figuras clave de Sudáfrica para compartir experiencias del trabajo de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, y del proceso constitucional.
Estas visitas, además de compartir aprendizajes importantes para el desarrollo de las conversaciones, también contribuyeron a generar apoyo internacional para el proceso de paz. Y estas experiencias pueden ser útiles cuando se reflexiona sobre la actual guerra en Ucrania.
Desde el TUC hemos pedido que se encuentre una solución pacífica urgente a través de la diplomacia, está claro que no hay una solución militar y que debemos apoyar los esfuerzos para la desescalada, frenar el militarismo y apoyar negociaciones.
Junto con sindicatos de todo el mundo, estamos recaudando fondos para nuestros sindicatos hermanos trabajando en Ucrania y los países vecinos, los que están jugando un papel importante en esfuerzos de asistencia a los refugiados.
En el caso de Gran Bretaña, hemos demandado que el gobierno reciba a los refugiados de Ucrania y que cambie sus políticas de migración y asilo para tener unas políticas consistentes para todos aquellos que buscan seguridad y `protección’, que se les garantice un trabajo decente, libre de explotación y con acceso inmediato a la asistencia social.
Hemos condenado el racismo hacia las personas africanas y de otras minorías escapándose de Ucrania, al cruzar las fronteras con otros países. Del mismo modo si los trenes de Eurostar son ofrecidos en forma gratuita a aquellos que huyen de la presente guerra, ¿por qué vemos a personas de otros orígenes, de países fuera de Europa sufriendo persecución y desplazamiento por otros conflictos armados, muriéndose, intentando cruzar el Canal de La Mancha?
Esta guerra se suma a nuestro horror e indignación ante los conflictos y sufrimientos que vemos en otras partes del mundo, ya sea en Siria, Yemen o Afganistán tanto como en otros lugares. La paz es también una condición esencial para garantizar la justicia social y superar la desigualdad, porque la pobreza también mata.
La prolongación de la guerra ofrece oportunidades para incrementar las políticas autoritarias, una gran fuente de preocupación para nuestro movimiento sindical, comprobando el ascenso de la ultraderecha, y el consecuente ataque a la democracia, a los derechos humanos y de los trabajadores.
Además de la crisis humanitaria más inmediata para las personas directamente afectadas por la guerra, nuestra preocupación se extiende también al impacto social y económico: los millones de personas que ya se están viendo afectadas por las consiguientes amenazas a la seguridad alimentaria mundial y la seguridad energética. Y una respuesta política de incrementar los presupuestos militares y recortes en presupuestos sociales solo agudizará la crisis para los trabajadores.
Si bien no hay dos conflictos iguales, y en el caso de la situación actual en Ucrania claramente hay grandes diferencias con otros conflictos armados, son muchos los aprendizajes de otros procesos de paz que podemos trasladar a la guerra en Ucrania. La necesidad de realizar medidas de construcción de confianza, de reconocer que no hay vencidos ni vencedores con un acuerdo de paz.
La importancia de tomar medidas de desescalada militar, ojalá un alto al fuego prolongado. En muchos procesos esto no ha sido el caso. En las conversaciones de Colombia, a pesar de que las FARC declararon un cese unilateral del fuego y hostilidades una vez avanzadas las conversaciones, el gobierno no respondió de la misma manera, lo que provocó graves incidentes con alto riesgo no solo para las negociaciones, sino también poniendo en duda la confianza de las comunidades afectadas en el terreno.
Tal vez algo sobre reflexionar con la situación actual es el papel que puede jugar los medios, frente a un lenguaje belicista, la retórica de la guerra, es necesario desescalar también el lenguaje. Hay que tomar medidas para que la comunidad internacional pueda contribuir a construir una narrativa que genere apoyo público para unas negociaciones de paz, en lugar de utilizar un lenguaje de confrontación que solo puede estimular la prolongación de las hostilidades militares.
En el caso de Colombia, se reconoció que poner fin al conflicto armado era sólo una parte. Y que es necesario que haya un acuerdo que genere un proceso de paz que aborde las causas del conflicto y que encuentre una manera de hacer que la implementación de un posible acuerdo sea sostenible y duradera, es decir, sea exitosa.
Es importante crear en torno a los diálogos de paz un proceso incluyente que incorpore los puntos de vista de actores de la sociedad civil de los países que padecen el conflicto, como los sindicatos, por ejemplo. En el caso de Colombia se destacó el papel de las víctimas, así como también la necesidad de incluir en el acuerdo un enfoque transversal de género y uno étnico. En Sud África hubo una amplia participación de la sociedad civil en el acuerdo para la finalización del conflicto.
Un factor esencial que ayudó a alcanzar el acuerdo de paz en Colombia, y que a pesar de los enormes obstáculos que se han enfrentado desde la firma, ha aportado a mantener vivo el proceso, fue la participación de garantes internacionales, en particular el papel desempeñado por los países Cuba y Noruega. También existió un proceso de acompañamiento internacional por otros países durante las conversaciones, y posteriormente para la implementación del acuerdo. Para esto último, la herramienta más importante ha sido una misión de verificación de las Naciones Unidas, constituida por mandato del Consejo de Seguridad para verificar, una vez firmada el acuerdo, su implementación.
Otro factor crucial fue la utilización del derecho internacional para crear mecanismos de “blindaje” jurídico al acuerdo y fortalecer la obligación de implementación. Estos mecanismos brindaron apoyo para superar momentos complejos, contribuyeron a la rendición de cuentas de las partes y fomentaron la confianza internacional en el proceso. Claro, todo esto tiene que ir acompañado con la voluntad política.
Claramente, en el caso de Ucrania, donde se trata de una guerra con implicaciones tan enormes para el mundo, la comunidad internacional debe implicarse en la solución del conflicto, adoptando un papel activo, ya sea facilitador o de acompañamiento a unas conversaciones. Hemos visto que Turquía ya ha estado involucrada en facilitar algunas de las conversaciones iniciales y se menciona también el papel que podrían jugar otros países.
Los sindicatos también jugarán un papel importante posteriormente a cualquier acuerdo. Los sindicatos en Irlanda del Norte desarrollaron iniciativas de reconciliación intercomunitarias, fundando su propia organización, Trademark Belfast, dedicada específicamente a enfrentar las tensiones sectarias posteriores al conflicto y construir la reconciliación en el lugar de trabajo. Un ejemplo de construcción de paz entre comunidades con diferentes identidades nacionales que quizás puede servir de ejemplo para el caso Ucrania.
Los sindicatos, con su tradición de educación y el alcance que tenemos en nuestras comunidades, también podemos desempeñar un papel importante en movilizar apoyo para la paz y realizar pedagogía para la paz, reconociendo que la sociedad debe apropiarse del proceso de paz y sentir los beneficios. También jugarán un papel en la construcción de una paz con justicia social, la unidad entre los trabajadores y la reconstrucción.
Desde el TUC hemos propuesto convocar un gran encuentro internacional que reúna a los sindicatos para mostrar nuestro papel en los diferentes procesos de paz, reflexionar sobre cómo construir apoyo para la paz para todos los demás conflictos que tienen lugar a nivel mundial, y generar impulso para una solución negociada pacíficamente a la guerra en Ucrania que ofrezca paz, democracia, justicia social, derechos humanos, derechos de los trabajadores y una seguridad compartida y duradera para los pueblos de Ucrania, Rusia y toda Europa para muchos años.