Moreno Bonilla, entre el asentamiento en el electorado del centro y las garras de la ultraderecha
El líder del PP-A ha logrado el objetivo que se marcó de que la derecha ya no dé miedo en Andalucía.
“El PP tiene que dejar de dar miedo”. Esta fue una de las instrucciones que dio Juanma Moreno a su equipo cuando desembarcó como líder del PP andaluz. Era marzo de 2014. Llegaba al puesto tras una llamada de Mariano Rajoy y una batalla interna durísima entre bambalinas que enfrentó al bando de Soraya Sáenz de Santamaría y Javier Arenas con el de María Dolores de Cospedal y Juan Ignacio Zoido.
Al final ganó la batalla Moreno, un hombre templado y que dirigía entonces la Secretaría de Estado de Servicios Sociales e Igualdad. Un malagueño nacido en Barcelona, hijo de padres inmigrantes, y que siempre ha llevado la política en vena, desde los tiempos de la facultad. Enmarcado dentro de los ‘sorayos’, con aires de templanza y obsesionado con que la única manera de ganar la Junta era ocupar el centro, eliminar ese aire ‘cortijero’ del PP-A y lograr robarles votos a los socialistas.
El PP-A tenía que dejar de ser un partido sólo de clases urbanas, de grandes ciudades y de las zonas prósperas de la costa llenas de urbanizaciones y puertos náuticos. Andalucía es una comunidad socialmente volcada al centro-izquierda que seguía incluso inclinándose al PSOE a pesar de los escándalos de corrupción y el desgaste de décadas en el Palacio de San Telmo. Y, además, entonces estaba la estrella emergente de Susana Díaz al frente de la maquinaria. Lo tenía todo en contra.
Pasados ocho años, Moreno ha logrado su objetivo: gobierna la Junta, puede lograr ser la primera fuerza política el 19-J y, sobre todo, los andaluces han perdido el miedo a la derecha. Todo ello con un cóctel bien medido, en el que han pesado la autodestrucción del PSOE-A de Susana Díaz, las formas moderadas del malagueño y la sensación de que muchos progresistas quieren seguir castigando a la izquierda.
Moreno Bonilla llega a esta cita con las urnas con las encuestas soplando a su favor. Las internas, según fuentes populares, llegan a darle hasta cincuenta asientos en el Hospital de las Cinco Llagas -al borde de la mayoría absoluta cifrada en 55-. Su imagen lidera todos los barómetros frente al resto de candidatos. Ha conseguido, como dice un dirigente socialista, esta fotografía de “hombre que no molesta”, de “perfecto vecino”. Aunque muchos le critican que eso no se corresponde con la realidad: es un “suavón”, lo definía así Teresa Rodríguez (Adelante Andalucía) en una entrevista en El HuffPost.
Él quiere una campaña tranquila y de un perfil bajo, huyendo de los grandes debates ideológicos. Se presenta como un gran gestor y como el artífice de un supuesto “milagro” económico, aunque las cifras no sean precisamente halagüeñas. Su discurso va principalmente destinado a recalcar la creación de empresas y del número de autónomos en una comunidad azotada por el desempleo. De hecho, según el CIS, los principales problemas para los andaluces son: el paro (62,2%), la sanidad (26,1%), la crisis económica (19,3%), la educación (14,6%) y la calidad del empleo (10,1%).
Los andaluces, refleja también este sondeo, aprueban la labor realizada por Juanma Moreno desde que llegó a la Junta en 2018, con una nota media del 6,1. Y la comunidad opera electoralmente por los temas propios, no teniendo tanta fuerza el debate nacional. El CIS indica que los electores meterán la papeleta principalmente (un 68,2%) pensando en los debates regionales frente a los que lo harán en clave general (20,2%).
Y el líder popular ha logrado, a tenor de los datos de esta encuesta, aquella obsesión de asentar al PP entre el electorado de centro y desterrar aquel mito de que el PSOE era el partido más andaluz (esa especie del PNV). Los populares son la opción más citada cuando se pregunta por cuál es el partido que “mejor defiende los intereses de Andalucía”, con un un 35,6% frente al 13,8% del PSOE-A. Pero es que ese porcentaje es todavía superior, con un 43,9%, cuando se hace la pregunta sobre el partido que está “más capacitado para gobernar” la comunidad.
Moreno Bonilla es una marca, además, por sí mismo. Algo que él mismo no evita y que su equipo potencia al máximo. De hecho, el logo del Partido Popular está casi escondido en la cartelería, logrando la máxima visibilidad el nombre de Juanma. Los andaluces le dan la mejor nota de todos los candidatos (con un 6,28), por delante de Juan Marín (5,19), Juan Espadas (4,88), Inmaculada Nieto (4,87), Teresa Rodríguez (4,55) y Macarena Olona (3,90). Y el líder popular arrasa cuando se pregunta por el favorito por ser el presidente, citado por el 44% de los electores, seguido muy de lejos por Juan Espadas (13,4%).
Si se dibuja un retrato robot de los votantes de Moreno Bonilla a tenor del CIS, el malagueño tiene un poco más tirón entre las mujeres (6,33) que entre los hombres (6,24). Además, su imagen está por las nubes entre los mayores de 75 años (con un 7,26), teniendo su nota más baja entre los andaluces de entre 25 y 34 años (5,89). Otro dato que refleja que ha logrado ese objetivo de adentrarse en la Andalucía interior y más rural -territorio histórico del socialismo- es que es el preferido para ser presidente en los pueblos de menos de 2.000 habitantes, con un 41,1%.
El objetivo de Moreno Bonilla es lograr esa amplia mayoría que le permita gobernar en solitario, su sueño es ‘hacerse un Ayuso’. Pero los números de las encuestas son los que son, y sólo le dan la mayoría absoluta junto a Vox. Ahí está el principal problema del Partido Popular y la incógnita que no ha resuelto: ¿dejará entrar a la ultraderecha en San Telmo?
Por ahora la estrategia pasa por pedir esa mayoría amplia y que la gente lo vote en masa para que no haga falta Vox. Pero también a algunos en el PP ya les empieza a recordar lo que sucedió con Alfonso Fernández Mañueco en Castilla y León. El mensaje que traslada el Partido Popular es que incluso está dispuesto a ir a una repetición electoral si los números no cuadran. Ni Moreno Bonilla quiere esa coalición ni Alberto Núñez Feijóo, a quien ya se le ha atragantado el Ejecutivo de Valladolid.
Pero Vox no va de farol: si necesitan sus diputados, exigirán asientos en el Consejo de Gobierno. La ultraderecha puede llegar a doblar sus escaños en el Parlamento regional y ha hecho una apuesta muy fuerte mandando al sur a Macarena Olona, a quien no le desgasta en las encuestas su polémico empadronamiento en Salobreña (Granada). ¿Sería capaz el PP de cogobernar con la extrema derecha? Hay que recordar que Andalucía fue la puerta de entrada y precisamente Moreno Bonilla el primer dirigente del PP que firmó un pacto (de legislatura) con el partido de Santiago Abascal, por lo que la izquierda tiene claro que puede darse esa coalición sin ningún tipo de escrúpulo.
Uno de los miedos que hay en la dirección nacional del PP es que un Gobierno junto con Olona será incontrolable y podrían sucederse polémicas día a día como las del vicepresidente de Castilla y León, Juan García-Gallardo. Esto no le interesa a Núñez Feijóo a algo más de un año de las elecciones generales y con la idea puesta de buscar al electorado centrado con una especial preocupación por los temas económicos.
Moreno Bonilla ha logrado su objetivo de no dar miedo, de arañar al electorado de centro, de superar al PSOE-A en los sondeos… pero puede caer en un segundo en las garras de la ultraderecha.