Los 12 errores más extendidos sobre los niños y la fiebre
No, tener 37ºC no es tener fiebre. Es febrícula.
La fiebre es un motivo de consulta muy frecuente por el que los padres acuden al pediatra. En ocasiones se acompaña de otros síntomas como mocos, tos y diarrea y en otras, simplemente, el niño tiene fiebre sin que sepamos cuál es el origen.
Ya sea por un motivo o por otro, muchos padres suelen tener miedo cuando a sus hijos les sube la temperatura ya que, aunque en la gran mayoría de ocasiones se debe a un proceso banal, creen que están en peligro y que algo malo les puede pasar.
Teniendo todo esto en cuenta, la fiebre es campo abonado para que en la cultura popular existan una serie de mitos y leyendas que hacen pensar a los padres que es mala. Sin embargo, nada más lejos de la realidad. Este post pretende explica en que consiste este síntoma para que puedas manejarlo de forma adecuada.
La fiebre es una elevación de la temperatura corporal por encima de 38ºC. Cuando la temperatura se sitúa entre 37 y 38ºC lo llamamos febrícula. Esto es así para todas las personas. Da igual que tu hijo suela estar en 35,8ºC o 36,8ºC, la fiebre siempre se considera cuando la temperatura se eleva más allá de 38ºC.
La fiebre no es mala ni buena, simplemente es un síntoma que aparece en el contexto de una infección. Es el resultado de la secreción de unas moléculas llamadas interleukinas que dan la orden al cerebro de incrementar la temperatura corporal. Esto ocurre como parte del proceso inflamatorio normal y acontece cuando nuestro cuerpo intenta defenderse de una infección.
La fiebre suele acompañarse de malestar general e irritabilidad ya que la elevación de la temperatura corporal da lugar a otros síntomas como aumento de la frecuencia cardiaca, elevación de la frecuencia respiratoria, dolor de cabeza, sudoración… Esos síntomas asociados a la fiebre que provocan que un niño se encuentre incómodo deben ser el objetivo de los antitérmicos ya que lo que debe marcar su indicación es el estado general del niño y no su temperatura. En este sentido, si tu hijo tiene fiebre pero se encuentra bien puedes esperar antes de administrarle algo para la fiebre.
La única fiebre que puede hacer daño al cerebro es aquella que supera los 42,5ºC, temperatura por encima de la cual se desnaturalizan las proteínas. ¿Conoces a alguien que haya alcanzado esa temperatura? Seguro que no porque es algo tremendamente excepcional. La fiebre normal, la que tienen todos los niños con catarro o diarrea, no hace daño al cerebro. En ese sentido, podemos estar tranquilos.
Las convulsiones febriles son una de las grandes preocupaciones de los padres cuando tienen niños por debajo de los seis años. Estas convulsiones ocurren en un pequeño porcentaje de niños cuando su temperatura corporal cambia. De hecho, pueden ocurrir también cuando baja la temperatura por lo que no hay que empeñarse en devolver al niño a los 36°C.
Las infecciones son aquellas enfermedades provocadas por microorganismos, ya sean virus o bacterias. En todas las infecciones puede aparecer la fiebre como síntoma pero esto no debe marcar la necesidad o no de iniciar un tratamiento antibiótico.
La valoración de un niño con fiebre debe estar guiada por otros síntomas distintos a la fiebre, como son el estado general, la dificultad respiratoria, los vómitos persistentes, las manchitas en la piel… De hecho, los niños pueden tener fiebre los dos o tres primeros días de una infección sin que sepamos de donde viene, por ello, y siempre que el niño no se encuentre mal, los pediatras preferimos verlo pasadas al menos 48 horas del inicio del proceso febril.
Cierto es que las enfermedades provocadas por bacterias en general (las que necesitan antibiótico) suelen provocar fiebres más altas que las provocadas por virus. Sin embargo, las enfermedades víricas son mucho más frecuentes. Esto hace mucho más probable que ante una fiebre “alta”, ésta esté provocada por un virus. El mejor ejemplo es el de la gripe, paradigma de las infecciones por virus, que suele provocar un cuadro clínico de fiebre alta durante una semana.
La alternancia de antitérmicos no está recomendada ya que no se ha demostrado que el control de la fiebre sea mejor ni la infección se cure antes. Además, el estado general debe ser el que guíe la administración de estos fármacos y no el número que marca el termómetro. En el caso de que el niño siga con fiebre después de un jarabe pero se encuentre bien, se puede esperar sin embutirle otra medicina.
Las medidas físicas para bajar la fiebre, como los baños de agua fría o las friegas con compresas, no están recomendadas ya que no está demostrado que el control de la fiebre sea mejor y además suelen generar disconfort en el niño. Sin embargo, quitarle algo de ropa y mantenerlo en un ambiente tranquilo puede servir para que mejore su estado general.
Siguiendo el principio de que lo realmente importante es el estado general del niño y su disconfort, no tiene sentido estar midiendo la fiebre constantemente para ver si le baja tras la administración del antitérmico. Es más importante vigilar si el niño comienza a jugar, quiere comer o se espabila. Además, hay que recordar que la acción máxima de los antitérmicos ocurre a las tres o cuatro horas de su administración.
Pese a la creencia popular de que la salida de los dientes provoca fiebre, no existe ningún estudio de suficiente calidad que haya demostrado que esta asociación sea cierta. Muchos padres afirman que cada vez que a sus hijos les salen los dientes coincide con un proceso febril, pero esto puede ser porque coinciden con procesos infecciosos concomitantes lo que da la falsa creencia de que la fiebre está provocada por los dientes.
Una de las cosas que más me gusta decir a mis pacientes cuando acuden a verme es que prefiero que me lo traigan cuando tiene solo 38ºC pero se encuentra muy decaído a que acudan con 40ºC pero el niño esté pegando botes en el salón. Creo que esta comparación refleja muy bien cómo debería actuar un padre ante la fiebre: paciencia y observar antes el estado general del niño que el número que marque el termómetro.
Os dejamos por aquí unas recomendaciones sobre la fiebre de la Sociedad Española de Urgencias Pediátricas.
Este artículo fue publicado originalmente en el blog Dos pediatras en casa