¿Ministros de Economía o delegados de quienes no se presentan a las elecciones?
Octubre del año 2009. La crisis económica está ya aceptada por todos y el desempleo ha comenzado su camino hacia un futuro récord. Guillermo de la Dehesa Romero, funcionario de élite en excedencia (técnico comercial y economista del Estado desde 1968, compañero de promoción de Pedro Solbes), antiguo secretario de Estado de Economía y directivo de grandes empresas como Banco Santander, Goldman Sachs, Aviva Seguros, Grupo San José o Campofrío presenta su libro en Madrid.
Se trata de su análisis particular sobre la crisis financiera y económica, que tiene cierto interés, pero lo más relevante del acto es la foto que el autor se hace con cuatro exministros de Economía de la democracia española: Miguel Boyer, Carlos Solchaga, Rodrigo Rato y Pedro Solbes.
Una fotografía que es una reliquia para el análisis sociológico. Se trata de una muestra de la vinculación de los directivos públicos a los asuntos privados: Miguel Boyer presidió tras su paso por el gobierno el Banco Exterior de España para iniciar una carrera en el sector privado que le llevó a dirigir la constructora FCC, de las hermanas Koplovitz; Carlos Solchaga, con Solchaga y Recio Asociados como consultora estrella de las empresas del IBEX35, ha pasado por numerosas grandes entidades, incluyendo bancos norteamericanos; Rodrigo Rato, ahora en forzado barbecho, renunció a presidir el FMI y presidió virtuosamente Bankia, además de echar una mano en La Caixa, Iberia, Mapfre, Santander, Telefónica… Solbes ha sido quizá la excepción, pues su paso por la gran empresa ha sido breve y se ha limitado a Endesa-Enel, Barclays España y CaixaCorp.
Algo parecido ocurrió con los ministros económicos durante la transición. El catedrático y aristócrata Juan Miguel Villar Mir (OHL, Banco Santander, Abertis) fue el primero de estos, y los demás pasaron también al sector privado con mayúsculas: Juan Antonio García Díez (Pryca, Uralita y Yamaha España), José Luis Leal Maldonado (BBV, presidencia de la Asociación Española de la Banca, CEPSA, PRISA y Renault) y Fernando Abril Martorell (Banco Central y Banco Central Hispano).
¿Ministros afortunados, oportunistas o actores de una realidad algo más compleja? Más bien lo último. Nuestros gerentes públicos son los portadores y los ejecutores de los dos mitos en los que se apoya la dominación elitista que hemos firmado por contrato constitucional: por una parte, el mito de una transición a la democracia sin mácula alguna, por la que debemos agradecer a estos dirigentes el afianzamiento de la paz y de la concordia en España; por otra, el mito de la Europa económica –y de su coronación, el euro– como único destino viable para nuestra sociedad después de las tribulaciones de la República, la guerra civil y la dictadura.
En este sentido, es fácil percibir la relación entre las medidas “dolorosas” y “responsables” aplicadas por nuestros ministros Solbes, Elena Salgado y Luis De Guindos durante la crisis y su adscripción elitista y empresarial previa y posterior: Solbes provenía del Alto Comisariado de Economía y Finanzas de la Unión Europea –encargada de cerrar el candado del déficit y la deuda pública–, Salgado ha terminado en los consejos de Abertis Telecom, de Prisa Radio, de Nueva Pescanova y de Endesa-Chile y De Guindos procedía, entre otros, de la propia Endesa, de Lehman Brothers, de Nomura Securities, de Banca Mare Nostrum y de Unedisa. Este último es en la actualidad el número dos del Banco Central Europeo y, por lo tanto, nos sigue gobernando.
Las cosas no parecen haber cambiado con el tiempo. El sucesor de De Guindos en Economía, el efímero Román Escolano, había trabajado como directivo en el BBVA de Francisco González. La ministra económica de Pedro Sánchez, Nadia Calviño, reconoció en su toma de posesión la labor de Escolano como su preparador de oposiciones al cuerpo de técnicos comerciales y economistas del Estado –Escolano, Calviño, García Díez y De Guindos tienen este tipo de plaza funcionarial. Calviño, hija de quien fuera el presidente de RTVE en tiempos de Felipe González, también trabajó para Solbes como directora general de su ministerio, y después, para el comisario financiero en la Comisión Europea. Veremos si ahora Nadia Calviño asciende a comisaria, como ocurrió con Solbes en 1999. La historia parece circular y repetirse con distintas personas y perfiles muy similares.
Democracia o dominación persuasiva, las inevitables redes de poder hacen que el ejercicio de la vida pública se decante por la segunda de estas opciones. Los perfiles aquí mostrados describen un entramado de relaciones entre personas de procedencia similar pese al enfrentamiento entre los partidos. Mismos estudios, colegios o academias de oposiciones. Coincidencia en consejos de administración, clubes y otro tipo de instituciones de socialización. Caldo de cultivo para un pensamiento gregario en el que todos piensan parecido y gracias al cual cada vez se piensa menos. Reformas estructurales, austeridad, competitividad y estabilidad de precios. Este lenguaje se enquista y esclerotiza, construyendo una realidad cada vez más alejada de una ciudadanía insegura, alienada y empobrecida. Entretanto se compromete el proyecto del euro, surgen partidos cada vez más extremistas y desatendemos las advertencias medioambientales. No deberíamos esperar al desastre absoluto para reconstruir la sociedad. Alguien tendría que decirles que, al menos, se asomaran a la ventana y que esta no diera a un lujosísimo patio interior.