Miles de personas están huyendo de Puerto Rico sin saber si podrán volver
No tenían planeado mudarse "al continente", pero a mucha gente no le queda otra opción que salir de la isla.
Deborah Drahus Capo supo que tendría que abandonar Puerto Rico desde el momento en que salió del cuarto de baño donde se refugió durante el paso del huracán María.
A lo largo de ocho horas sin pausa, esta abogada residente en San Juan, la capital, escuchó como el viento "aullaba como si fuera un monstruo" mientras esperaba que las ventanas de su apartamento se rompieran en cualquier momento. Cuando amainó, las calles del vecindario estaban bloqueadas con escombros y los supermercados completamente vacíos. La casa de su hija, ubicada no muy lejos de ahí, se había inundado. No había electricidad ni agua corriente.
Diez días después de que la tormenta destruyera la isla, Drahus Capo tomó un vuelo a Florida acompañada de su hija y su nieta. Por ahora, están viviendo en casa de un amigo en Miami.
"Siento que me han quitado absolutamente todo: tenía una vida, clientes y, de repente, estoy en un vuelo con destino a Miami. ¿Qué voy a hacer ahora? No tengo ni idea", contó al HuffPost la semana pasada.
Desde que el huracán María asoló Puerto Rico hace aproximadamente un mes, miles de residentes han abandonado el territorio estadounidense. Muchos se encuentran en la misma situación que Drahus Capo, sin saber cuándo o si siquiera podrán regresar.
La tormenta, que se cobró la vida de al menos 48 personas, ha dejado a casi los 3,4 millones de residentes sin electricidad y a más de un cuarto de ellos sin acceso a agua potable. Hasta ahora, la recuperación se ha centrado en la zona cercana a la capital. En el interior de la isla hay muchas áreas que permanecen inaccesibles, muchos supermercados no reciben productos frescos ni carne, y muchos hospitales y clínicas no tienen electricidad, lo que les obliga a depender de generadores poco fiables para prestar asistencia a los pacientes más vulnerables.
La vida en la isla se ha convertido en una lucha diaria y muchas personas se preguntan si encontrarán un futuro mejor fuera de sus fronteras.
Resulta complicado conocer el número exacto de puertorriqueños que han abandonado la isla y cuántos regresarán en un futuro, apunta Edwin Meléndez, economista y director del Centro de Estudios Puertorriqueños de Hunter College en Nueva York.
El periódico puertorriqueño El Nuevo Día estima que han abandonado la isla decenas de miles de personas y, según The New York Times, el Estado de Florida ha registrado más de 100.000 llegadas.
Meléndez y sus colegas, que han analizado anteriores movimientos migratorios de Puerto Rico, así como los planes de evacuación de Nueva Orleans después del huracán Katrina en 2005, calculan que entre 114.000 y 213.000 puertorriqueños acabarán abandonando el país.
Para poder irse y encontrar un lugar donde vivir hace falta tener recursos y contactos. Resultaba difícil conseguir vuelos después del paso del huracán, pues había cientos de personas en el aeropuerto más grande de la isla en San Juan, que se vio dañado y permaneció cerrado durante varios días.
"Nadie decide dejarlo todo porque sí y montarse en un avión con un puñado de ropa y lo que sea que te quepa en la mochila. Yo tengo suerte: tengo amigos [en el continente] y tengo ahorros. Pero muchas personas no tienen esa suerte", señala Drahus Capo. Su madre, sin embargo, sigue viviendo en la isla. Está postrada en cama y precisaría de un servicio especial y costoso para poder viajar en avión.
Antes del huracán, Drahus Capo nunca se había planteado irse de San Juan, pero ahora no lo descarta, ni para ella ni para su familia.
"No tenía planeado mudarme al continente; nunca estuvo entre mis opciones", asegura. La mudanza fue una decisión tomada en el último momento, pero puede acabar convirtiéndose en una decisión de por vida.
Su nieta ahora espera poder empezar el colegio en Florida, y la abogada quiere presentarse al examen de abogacía en febrero para poder continuar ejerciendo su profesión.
Una vez comienzan a arreglarse temas como la búsqueda de empleo y el colegio para los niños puede resultar más complicado regresar, en especial a una isla que seguirá en proceso de recuperación durante mucho tiempo.
"¿Cuáles son mis planes? No lo sé. Pero no puedo quedarme de brazos cruzados y no hacer nada, y en Puerto Rico no puedes hacer gran cosa... la incertidumbre es muy mala", se lamenta Drahus Capo.
Aquellos que se han marchado se preguntan cuándo las condiciones de vida en la isla volverán a la normalidad para poder regresar, o si llegará a tener sentido volver cuando ya hayan comenzado a construir una nueva vida fuera de la isla.
En algunos lugares de la isla, la recuperación apenas ha empezado.
"Nuestra gente está muriendo", cuenta al HuffPost entre lágrimas Dennis Flores, administrador de recursos humanos que reside en Nueva York. Durante los últimos días, Flores ha viajado a la isla para visitar a su madre, sus tías y sus primos en la pequeña ciudad de Jagueyes.
"Son personas que están orgullosas de ser de donde son y no quieren irse. Esto es todo lo que conocen y quieren reconstruirlo. No paro de ver a gente trabajando duro, mientras el gobierno les falla", añade.
Flores explica que la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias todavía no había llegado el lunes a la ciudad, una de las muchas zonas lejanas a San Juan con las que los funcionarios del gobierno no han sido capaces de comunicarse durante varios días. Flores asegura que en la zona donde vive su familia no hay agua corriente y que hay muy poca comida disponible en los supermercados. A menudo, solo pueden comprar unos 4 litros de agua y quizá un poco de gasolina para alimentar a un generador. La casa que él construyó para su madre también fue destruida por la tormenta.
Es muy poco probable que los problemas de la familia se acaben pronto.
El pasado jueves, el Congreso de Estados Unidos aprobó una partida de fondos de emergencia de 36.500 millones de dólares para Puerto Rico y otras zonas afectadas por los últimos desastres. Pero el gobernador de Puerto Rico Ricardo Rosselló estima que los daños de la isla ascienden a un valor de 95.000 millones de dólares.
Las autoridades de Puerto Rico han suplicado más ayuda al Gobierno y la alcaldesa de San Juan, Carmen Yulín Cruz, ha criticado duramente al Gobierno de Trump por su lenta respuesta. "Joder, nos estamos muriendo", estalla en un vídeo en una reciente entrevista concedida al HuffPost. "Los días pasan y esto no va a mejorar".
Mientras tanto, el presidente Donald Trump ―que el mes pasado calificó a Yulín Cruz de "asquerosa" después de que ella criticara la respuesta del gobierno― ha amenazado con retirar las ayudas.
"Todavía está por llegar lo peor de la crisis humanitaria; no hay palabras para describirlo, es apocalíptico", cuenta Meléndez, profesor del Hunter College. "¿Estados Unidos va a abandonar a sus ciudadanos de Puerto Rico es una época de tanta necesidad? ¡Por favor!", exclama.
Este nuevo éxodo de Puerto Rico llega después de una crisis económica por la que 400.000 personas han dejado la isla. Con una deuda de más de 70.000 millones de dólares y una tasa de desempleo en torno al 10% —más del doble de la tasa de paro nacional—, muchos habitantes de Puerto Rico huyeron al continente en busca de mejores oportunidades laborales antes del huracán.
Las nuevas salidas dificultarán aún más los esfuerzos de recuperación.
"Como economista, mi análisis es que esta economía está hundida", afirma Meléndez. "¿Cuántas personas quieren irse de vacaciones para ver devastación? La temporada de turismo está perdida, este invierno está perdido, los empresarios no contratarán a nadie. Vamos a necesitar tiempo antes de volver a la normalidad".
Muchos servicios, como la electricidad, tardarán en volver, y las principales industrias, como las farmacéuticas, el turismo y la agricultura, sufrirán un gran impacto, y el desempleo llegará a su pico más alto. Seguro que la gente en edad de trabajar, sobre todo si tienen hijos, se irán, predice el experto.
Algunos residentes creen que precisamente por la gran cantidad de problemas, y por el fracaso del gobierno a la hora de abordarlos en el pasado, es muy importante quedarse y contribuir a la reconstrucción de la isla.
Dayani Centeno Torres, profesional de las comunicaciones y originaria de Puerto Rico, trabaja con ONG locales en la ciudad de Humacao, una de las más afectadas por la tormenta.
Centeno no quiere juzgar a la gente que decide irse, ya que las condiciones actuales son muy duras para los grupos más vulnerables, como las personas mayores y los niños. No obstante, ella y su marido, que es fiscal, quieren quedarse en la isla para asegurarse de que se reconstruye con miras a un futuro sostenible y de cooperación.
"Hay muchas injusticias, mucha gente pobre, muchas cosas que no están causadas por los huracanes, sino por un sistema que no funcionaba", afirma. "No debería reconstruirse de la misma manera".
Esta puertorriqueña lleva un tiempo trabajando con grupos locales que proporcionan ayuda de emergencia, como alimentos envasados y agua. También organiza talleres centrados en la recuperación a largo plazo: por ejemplo, sobre la construcción de viviendas con paneles solares y la creación de un banco de alimentos comunitario.
"Los puertorriqueños no esperan a que los demás vengan a arreglar esto; ellos están dando un paso al frente cada día, salen a la calle con sierras y cortan los árboles caídos en las calles", relata Ward Osborne, consultor de Louisiana que lleva cinco años viviendo en Puerto Rico con su exmujer y sus dos hijos.
Osborne y su familia se fueron de la isla a los pocos días de la tormenta, pero planean volver para el mes de enero, cuando puedan volver a usar un ordenador y confiar en que funcione.
"Puerto Rico da mucha importancia a la comunidad, y nuestro barrio está haciendo todo lo posible para reconstruir la zona", cuenta Ward al HuffPost desde la casa de sus padres en Lake Texoma, Texas, donde se ha mudado momentáneamente con sus hijos. "Todas las personas de Puerto Rico que conozco trabajan todos los días y todo el día para que la situación mejore".
Este artículo fue publicado originalmente en el 'HuffPost' EEUU y ha sido traducido del inglés por María Ginés Grao y Marina Velasco Serrano