Miguel Zerolo, un 'príncipe' condenado en la corte de Coalición Canaria
Siempre me llamó la atención la imagen simpática que Coalición Canaria tenía -y tiene- entre muchos amigos y conocidos con los que he convivido en Madrid, a diferencia de otros partidos nacionalistas. Luego me di cuenta de que CC era como la nuera o el yerno perfectos de una familia bien con pretensiones de ser moderna: de acento exótico para los peninsulares y aire desenfadado, el pretendido nacionalismo de Coalición Canaria nunca ha supuesto ningún problema, ni siquiera una crítica profunda y de alcance, para el sistema institucional español. Sin ninguna ideología ni planteamiento conceptual bien definidos, más allá de ser, según ellos, "la voz de Canarias en Madrid", su actitud ha consistido en ponerse ligeramente peleones cuando sus votos no eran necesarios para la estabilidad del Gobierno del Estado y las partidas presupuestarias escaseaban para el Archipiélago, y en sacar pecho cuando sí los necesitaban y la financiación para las islas subía en el presupuesto. (Otra cosa es cómo se gastaba luego el dinero, pero eso es ya otra historia...)
Lo importante para los llamados nacionalistas canarios ha sido siempre mantener el Gobierno de las islas. Y lo hacen, en parte merced a una ley electoral profundamente injusta y al apoyo de PSOE y PP, que se han alternado en el papel de pareja complaciente de CC durante los últimos 22 años, para decepción de algunos de sus militantes, que comprueban que las federaciones regionales de sus partidos no tienen personalidad ni líderes lo suficientemente fuertes como para hacer otra cosa diferente a lo que les ordenan en Madrid. Ya dijo hace poco el presidente Clavijo, cuando gobernaba con el PSOE, que él negociaba directamente con Ferraz, porque no "hablaba con medianeros".
En este Edén canario en el que algunos vivimos, malversó y prevaricó, según ha sentenciado la Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Santa Cruz de Tenerife, uno de los príncipes favoritos del llamado nacionalismo canario, el exconsejero del Gobierno canario, exdiputado regional, exalcalde de Santa Cruz de Tenerife y exsenador Miguel Zerolo Aguilar, un tipo con suerte que ganó 145 décimos de lotería y estuvo 28 meses sin sacar un euro con la tarjeta del banco. Zerolo ha sido condenado ahora a siete años de cárcel por lo que, en algunos medios de comunicación, se ha denominado "un pelotazo de libro" y que el periodista Daniel Millet disecciona larga y prolijamente en un artículo titulado Arquitectura de un pelotazo: la compra, en 2001, por parte del Ayuntamiento de Santa Cruz, cuando Miguel Zerolo era alcalde, de unos terrenos en la Playa de la Teresitas a una sociedad, Inversiones Las Teresitas, propiedad de los empresarios Antonio Plasencia e Ignacio González Martín, por valor de 53 millones de euros, un precio muy superior al que resultó de la tasación -ocultada- que hizo la técnico municipal Pía Oramas, donde se estimaba un valor de 19 millones de euros.
Estos terrenos adquiridos por el Ayuntamiento formaban parte de un lote tres veces mayor (298.000 metros cuadrados) que estos empresarios habían comprado en 1998 por 33,1 millón de euros gracias a un crédito concedido por CajaCanarias, una caja de ahorros local de la que eran consejeros el propio Miguel Zerolo e Ignacio González Martín. El resto del terreno no adquirido por el Ayuntamiento fue recalificado para uso residencial, con lo que los empresarios obtenían con ellos una plusvalía de 90 millones de euros, según informaba Francisco Mercado en un artículo en El País.
Lo más heavy de todo esto es que durante el proceso se descubrió que una parte de esos terrenos, 63.700 metros cuadrados que bordean la playa, ya eran propiedad del municipio desde 1967, cuando fueron cedidos al Ayuntamiento en virtud de un acuerdo con la Junta de Compensación formada por los propietarios de los terrenos de la zona cuando comenzó el desarrollo turístico del área de Las Teresitas. ¿Se ocultó esta información durante la compraventa de los terrenos? Es una cuestión que todavía no se ha podido dilucidar.
Con todo esto, que ya es un montón, la condena a Zerolo tiene también otras implicaciones, algunas de ellas inquietantes.
Una, la connivencia, como en otras zonas de España, entre intereses políticos y empresariales para la generación de prácticas corruptas. Junto a Zerolo ha sido condenado su concejal de Urbanismo, Manuel Parejo. También han sido condenados Antonio Plasencia, que es uno de los empresarios de cabecera del establishment canario, condenado también recientemente por otro caso, e Ignacio González Martín, expresidente de la Cámara de Comercio de Santa Cruz de Tenerife, expresidente del PP de Tenerife y padre de Ignacio González Santiago, que primero fue un alto cargo del PP de Canarias y luego presidente del Centro Canario Nacionalista, integrante en sus inicios de Coalición Canaria y luego partido independiente, supuestamente financiado de manera ilegal. En medio, no se puede olvidar a la difunta CajaCanarias, una de esas cajas de ahorro politizadas hasta la médula que luego tuvo que ser comprada por la Caixa y que, ya se ve, daba dinero para operaciones urbanísticas que atufaban a kilómetros de distancia.
Dos, el silencio cómplice de buena parte de los medios de comunicación de Tenerife. El otro día, dos conocidos periodistas de las islas comentaban abiertamente en la versión regional de El debate de La 1 de TVE cómo las cuestiones del caso de Las Teresitas salían antes en la prensa de la isla de Gran Canaria que en la de Tenerife. Entre las presiones, la autocensura y el control de los medios a través de la publicidad institucional, difícil se le pone a veces al periodismo local su función de vigilar al poder.
Tres, la absoluta falta de autocrítica por parte de Coalición Canaria, que ahora dice que va a esperar a que el Tribunal Supremo resuelva las apelaciones de los condenados para pedir disculpas. Ya no vale con tener un alto cargo imputado, ni procesado, ni condenado. Ahora hay que estar ratificado (en el caso de Zerolo es más grave, porque ya fue condenado en 2014 a 8 años de inhabilitación en el Supremo por otro delito de prevaricación). Parece como si Miguel Zerolo no hubiera sido un destacadísimo miembro de Coalición Canaria -y de uno de sus partidos predecesores, las AIC-, con cargos y tentáculos muy poderosos durante 30 años. Parece como si los nacionalistas canarios no lo hubieran protegido con el aforamiento como diputado regional y senador -ojo, de designación autonómica- cuando estaba ya imputado por este caso y la información que salía en algunos medios era bastante contundente. Parece como si Zerolo fuera sólo una mácula en una historia prístina de limpieza democrática, cuando en Coalición se han producido ya casos relevantes de corrupción, como la condena por prevaricación, con 17 años de inhabilitación, a Juan Alberto González Reverón, exalcalde de Arona, uno de los municipios más importantes de la isla de Tenerife. Parece, en definitiva, como si Coalición Canaria hiciera suya la táctica de Rajoy de no me entero de nada para pasar de lado mientras tantos ciudadanos piden regeneración democrática y en tantos otros crece un sentimiento antipolítico de consecuencias imprevisibles.
Cuatro, que siempre hay quien pelea, a pesar de los mandobles y las campañas de descrédito. En el caso de Las Teresitas hay varios ejemplos, como se encargaba estos días de recordar el periodista David Cuesta en un bonito artículo. Uno de ellos es José Ángel Martín, actual portavoz del PSOE en el Ayuntamiento y azote de Zerolo durante años. Otro es Santiago Pérez, exsenador del PSOE e histórico de la izquierda canaria, hoy fuera del partido socialista, que presentó junto a José Ángel Martín la denuncia contra Zerolo por la operación de Las Teresitas. Con Santiago Pérez se puede estar más o menos de acuerdo, pero nadie le podrá negar haber luchado contra la corrupción en la isla de Tenerife, mientras algunos medios y sus oponentes lo insultaban y tachaban, como siempre han hecho los inquisidores, de iluminado, a causa de sus críticas a Coalición Canaria, a la que desde hace años Pérez denomina el "régimen".
Afortunadamente, como en algunas novelas sobre la mafia del escritor siciliano Leonardo Sciascia, a veces hay gente que intenta ser decente y pelea, aunque muchos alrededor no hayan visto nada.