Miedo, exilio y censura: la realidad de los periodistas afganos tras la retirada internacional
“Por ahora, hemos perdido la libertad de expresión”, confirman los informadores, ante el ascenso de los talibanes.
Al otro lado del teléfono, la voz de Zahra Joya (Bamyan, Afganistán, 1992) suena triste. “Amo a mi país, pero desafortunadamente todos nuestros sueños han desaparecido”, lamenta esta periodista y fundadora de Rukhshana Media, una web de noticias que puso en marcha en 2020 para publicar historias de mujeres afganas escritas por periodistas afganas. Gracias a la ayuda de unos amigos británicos, Joya consiguió acceder a uno de los vuelos de evacuación que despegaron del aeropuerto de Kabul hasta el 31 de agosto, fecha en la que Estados Unidos abandonó el país tras 20 años de presencia militar. Varios de sus familiares han viajado con ella hasta Reino Unido, país de acogida, pero otros se han quedado en Afganistán.
“Estoy muy preocupada por ellos”, confiesa desde la habitación de un hotel donde guarda cuarentena cumpliendo con la normativa impuesta por las autoridades británicas en el contexto de pandemia. También se muestra intranquila por la seguridad de algunas de sus compañeras de trabajo que tampoco han sido evacuadas. “Confío en que puedan salir en algún momento, pero tenemos que esperar a ver qué pasa a partir de ahora”.
Para evitar situaciones de peligro, las periodistas de Rukhshana Media que se han quedado en Afganistán llevan sin salir a la calle desde que los talibanes llegaron a la capital afgana. Trabajan desde casa, aunque no de la misma forma que hasta este verano. “Por ahora, hemos perdido la libertad de prensa y la libertad de expresión”, opina Joya con resignación. Sin embargo, a pesar de tener que informar en un contexto adverso, sostiene que “van a continuar trabajando y luchando por sus derechos”.
Como Zahra Joya, durante las últimas semanas cientos de periodistas afganos han huido de su país de origen a través de las fronteras terrestres y aéreas por miedo al futuro que les espera con el nuevo gobierno por el hecho de ser mujer, por haber criticado a los talibanes en sus informaciones o porque ya habían recibido amenazas. Otros también se van por motivos económicos, tras perder su puestos de trabajo y para tener perspectivas de futuro -según Reporteros Sin Fronteras, en algunas provincias del país echaron el cierre más de 100 medios privados locales cuando llegaron los talibanes-.
“Hemos recibido más de 2.000 peticiones de periodistas que han solicitado ayuda para evacuarles, sobre todo a Pakistán, aunque también a Europa y a otros países”, dice Jeremy Dear, subsecretario general de la Federación Internacional de Periodistas (FIP), la mayor organización de representación de profesionales de los medios de comunicación a nivel mundial. “Nunca he vivido una experiencia como esta, ni en conflictos como los de Siria o Burundi. La conquista talibán ha sido tan rápida que a la gente no le ha dado tiempo a prepararse e irse antes”, subraya con conocimiento de causa Dear, que ha estado al frente del dispositivo de evacuación organizado por la FIP junto a los afiliados locales y a organizaciones de periodistas afganos en coordinación con los países de acogida o de tránsito hacia otros destinos. Organizaciones como Reporteros Sin Fronteras en España (RSF) o el Committee to Protect Journalist (CPJ) también han ayudado en las labores de evacuación.
Miedo y frustración entre las periodistas
Aunque desde la Federación Internacional de Periodistas todavía no arrojan datos del número total de profesionales de la información a los que han ayudado a salir de Afganistán, Jeremy Dear apunta a que muchas personas evacuadas son mujeres. La directora del Centro para la Protección de las Periodistas Afganas, Farida Nekzad, también ha abandonado el país hace unos días dejando a familiares en Afganistán. Los talibanes cerraron su oficina y todos los trabajadores de la ONG tuvieron que irse a casa. Ella, sin embargo, huyó.
“Al ser la única ONG enfocada a defender los derechos de las mujeres periodistas afganas, tuve que irme porque estaba en peligro. Nunca antes había pensado en exiliarme”. En su vuelo de evacuación viajaban más de una decena de periodistas de medios locales y nacionales como Tolo News, Zen TV, Ariana News o Khalid.
La veterana y galardonada periodista, co-fundadora de la agencia de noticias afgana Pjhwok Afghan News, lleva muchos años luchando por la libertad de prensa y por los derechos de las mujeres periodistas en Afganistán, y ha sido amenazada de muerte en varias ocasiones. Fuera de su país, mientras espera un visado hacia su nuevo destino, sufre la impotencia cada vez que habla con periodistas con las que mantiene contacto. “No puedo dormir ni dejar de llorar cada vez que hablo con ellas. Es una situación muy crítica para las mujeres periodistas y activistas. Los talibanes no quieren que haya ninguna mujer en los medios”.
Con el paso de las semanas, han ido apareciendo noticias de periodistas que han sido despedidas. Uno de los casos más sonados ha sido el de la periodista Shabnan Dawran, de la Radio Televisión Afgana (RTA), que denunció en un vídeo publicado en redes sociales cómo los talibanes la dijeron que el régimen había cambiado y que se tenía que ir a casa. Una investigación publicada el 31 de agosto por Reporteros Sin Fronteras revela que de las 140 periodistas contratadas por RTA, ahora ninguna se atreve a salir en canales de televisión estatales. Este mismo estudio arroja otro dato alarmante: en Kabul, de las 510 mujeres que trabajaban en ocho de los mayores grupos de comunicación y prensa hasta la llegada de los talibanes el pasado 15 de agosto, tan solo 76 -de las cuales, 39 son periodistas- siguen trabajando en la actualidad.
Nekzad asegura que, según los testimonios que le han ido llegando, los talibanes han empezado a buscar a mujeres periodistas a sus oficinas y casas en Kabul y en otras provincias. “Interrogan a sus compañeros y vecinos, que a veces son muy peligrosos porque no se callan. Por eso, muchas periodistas han abandonado las provincias para vivir en Kabul. Cuando las encuentran, les preguntan si han trabajado con Estados Unidos, en Europa…”. La periodista muestra su frustración asegurando que los progresos alcanzados por las periodistas en 20 años “se han esfumado” y están “como al principio”.
Una joven periodista y también activista en defensa de los derechos de la mujer, que no quiere dar su nombre por razones de seguridad, explica al HuffPost cómo tuvo que irse de una población rural de la provincia de Helmand, situada en el interior del país, al recibir amenazas a través de cartas firmadas por los talibanes. “Pegaron a mi marido, que es escritor, y quemaron la casa donde impartíamos cursos de alfabetización a niñas y jóvenes. Nos decían que éramos colaboradores de países occidentales, que llevábamos a las mujeres por mal camino y que íbamos arruinar su sistema social”.
La pareja huyó a Kabul hace unos meses, pero cuando los talibanes llegaron a la capital, contactaron la FIP a través de su sede en Europa, y desde el pasado martes 24 de agosto residen como refugiados en Bélgica. Como el resto de periodistas entrevistados, muestran un agradecimiento al país de acogida, pero no ocultan un profundo sentimiento de tristeza y preocupación por haber dejado su vida atrás. “Estamos felices por estar aquí, pero no dejamos de pensar en nuestra gente, en los periodistas y en la desesperanza para muchas niñas y niños”.
Los que se quedan en el terreno
Según datos Federación de Medios de Comunicación y Periodistas de Afganistán y del Centro para la Protección de las Mujeres Periodistas Afganas, hay 12.000 periodistas en el país; de los cuales, 1.741 son mujeres. A pesar de que cientos de profesionales se han marchado al extranjero, la gran mayoría permanecen en Afganistán ejerciendo o esperando para poder salir en algún momento.“Los periodistas locales son las grandes víctimas. Como ocurre en países en conflicto, son los más expuestos y vulnerables”, opina Alfonso Armada, Presidente de Reporteros Sin Fronteras en España (RPS).
El escepticismo que generó en la opinión pública internacional las palabras pronunciadas el pasado 15 de agosto por el portavoz talibán Zabihullah Mujahid al asegurar que iban a “respetar la libertad de prensa, porque la información será útil para la sociedad y, al mismo tiempo, puede corregir los errores de los dirigentes”, se va justificando con el paso de los días. A las intimidaciones y amenazas recibidas por las periodistas, se suman las denuncias de profesionales locales que han asegurado a la FIP y a RPS que los talibanes han ido por algunos barrios de Kabul buscando a periodistas que han apoyado al gobierno derrocado o a Estados Unidos, se han producido detenciones a reporteros por grabar sin permiso, ha habido agresiones físicas y robos de material de trabajo, desapariciones y algunos medios están empezando a sufrir la censura y control de información talibán bajo la premisa de que tienen que respetar la sharía (ley islámica o normas derivadas principalmente del Corán que rige todos los aspectos públicos y privados de los musulmanes).
“De puertas para afuera, los talibanes han llegado con un discurso conciliador con los medios, pero si nos guiamos por la historia, su aprecio por la libertad de prensa es mínimo”, explica Armada. “Además, cualquier régimen dictatorial quiere limitar el conocimiento de la verdad. Y si le unimos el hecho de que aplican la sharía a cualquier aspecto de la vida, informar va a ser muy difícil”. Durante el periodo talibán de 1996 a 2001, la música y la televisión estaban prohibidas, y no había apenas medios, a excepción de los controlados por el régimen, como La Voz de la Sharía, el único canal de radio existente y que emitía propaganda talibán y programas religiosos.
En una carta firmada por 150 reporteros afganos y publicada el pasado sábado en diferentes medios de comunicación, instan a las Naciones Unidas y a la comunidad internacional a que tomen medidas para salvar sus vidas y las de sus familiares. Al nuevo escenario mediático que se presenta, se suma la peligrosidad de informar sobre el terreno. Afganistán ha sido hasta ahora uno de los países más peligrosos del mundo para informar. Cerca de 100 periodistas han sido asesinados en los últimos veinte años, según Reporteros Sin Fronteras: más de 80 afganos y 15 extranjeros. “La consecuencia de todo lo que está pasando es que vamos a tener otro agujero negro para el periodismo”, concluye Armada.