Evitar la cuarta ola o al menos "limitarla", el reto de España para no repetir errores recientes en la desescalada
Hasta el presidente Pedro Sánchez ha advertido del riesgo de caer en una relajación de medidas demasiado rápida.
Miedo a la cuarta ola pero, sobre todo, a repetir los errores del pasado. España habla de desescalada tras superar en las últimas semanas “lo peor” de la tercera ola con un temor de fondo, revivir el colapso de hospitales y el ascenso de muertes y contagios como tras el verano y las Navidades. Hasta Pedro Sánchez ha advertido del riesgo real de volver a ello con un mensaje claro: “Hay que evitar la cuarta ola”. Los expertos se conforman con limitar sus riesgos, porque aseguran que llegar, “llegará”.
Aunque parezca olvidado entre descensos de la curva y relajaciones de medidas, España sigue en estado de alarma por coronavirus hasta mayo. Pedro Sánchez ha vuelto a recordarlo en el Congreso de los Diputados. “El covid-19 solo necesita una mecha para extenderse descontroladamente”, ha apuntado el presidente antes de afear lo ocurrido en Navidades. “No se debió bajar la guardia entonces y en consecuencia no podemos bajar la guardia ahora”.
Las prisas por salvar las fiestas a nivel económico, turístico y social dieron lugar a repuntes de contagios, hospitalizaciones y muertes que dejaron al país al borde del colapso. Una escena parecida a la vivida en la primera ola de marzo y abril de 2020. Un año después, una sola frase ha encendido todas las alarmas sanitarias: “Salvar la Semana Santa”. Simplemente mentarlo provoca escalofríos a los epidemiólogos y expertos en salud pública.
“Una lección a no olvidar es que no podemos poner fechas fijas. Ese ‘seguro que en Semana Santa tendremos movilidad’... Pues igual sí o no, depende si antes hay un aumento de transmisión. Mejor ir cada semana que poner fechas a dos-tres meses”, apunta Pedro Gullón, epidemiólogo y profesor en la Universidad de Alcalá.
El panorama a finales de febrero, según avanzan las vacunas y se frena la incidencia, parece más favorable. Sánchez ha apuntado a “la recta final de la emergencia sanitaria y el inicio de la recuperación económica y social”. Pero lejos de cualquier triunfalismo frente al virus. Por ello mismo, el presidente no ha ahorrado críticas a Díaz Ayuso ante su “demasiado rápida, demasiado ligera y poco responsable” propuesta de desescalada en Madrid. La región actualmente marca la segunda peor incidencia de España, con 339, solo detrás de Melilla.
“Sabemos las consecuencias que han traído las desescaladas abruptas. Los datos invitan a una desescalada, pero con toda la prudencia, porque el descenso se está frenando”, ha advertido la ministra de Sanidad, Carolina Darias, para pedir responsabilidad “y sentido común” a las comunidades en la flexibilización de las normas.
El mensaje de cautela de Pedro Sánchez y su equipo es compartido por el resto de fuerzas. Por casi todas, porque Vox sigue instalado en la crítica por la “falta de libertades”. Pablo Echenique, portavoz de Unidas Podemos, ha sido de los más claros en pedir huir del mensaje de salvación de la campaña turística por Semana Santa.
Lo que se haga desde hoy marcará cómo golpea la temida cuarta ola, advierte Pedro Gullón. Él y muchos de sus colegas sostienen que sí va a producirse, pero está en “nuestras manos” limitarla. “En algún momento subirá la transmisión, puede que sea a nivel global y no solo en España, pero de nuestras medidas va a depender mucho cómo nos afecte”. Entre las incógnitas aún sin respuesta, cuándo llegue y en qué fase de la vacunación coincida, con qué violencia golpee o si va a tener especial impacto en fallecidos y hospitalizaciones.
Gullón recalca el ‘cuándo’ como elemento clave ante el futuro incremento de casos: “Cualquier aumento de transmisión que se produzca a partir de una incidencia tan alta como la actual tiene un efecto terrible. Si de diez personas solo una tiene covid, aunque suban algo los contagios el riesgo no es excesivo, pero si de diez lo tienen cuatro y los contagios vuelven a crecer, entonces las posibilidades de explosión son enormes. Máxime, con un nivel de ocupación hospitalaria de riesgo extremo o alto como tenemos. El ejemplo está en lo que pasó antes de Navidad y lo que vino después”.
Pone el foco, como toda la comunidad científica y política, en aprender de las lecciones del pasado. Se lo recordó recientemente la propia OMS a España, cuando ya sonaban ruidos de desescalada con una incidencia muy por encima del llamado ‘riesgo extremo’. ¿Realmente hemos aprendido algo? “En lo teórico, sí, hemos aprendido que desescalar rápido tiene sus problemas”, responde el epidemiólogo, aunque a efectos prácticos considera lo contrario.
“Hasta Pedro Sánchez reconoce ahora que en la primera ola se aliviaron medidas muy rápido y eso que se hizo con un nivel de transmisión extremadamente más bajo que el de hoy. Pero en noviembre se desescaló a un nivel de incidencia altísimo [el día 30 la IA a 14 días estaba aún en 275, por encima del “riesgo extremo”] para salvar la campaña navideña y las fiestas”, reflexiona. Mirando al presente, ve con dudas las políticas de varios territorios: “Algunos ya están relajando y aunque el ritmo no parece demasiado rápido, deben ser medidas de ida y vuelta para corregir rápido. Es la lección a aprender”.
El ‘mal ejemplo’ de Madrid por ir “a su aire”
El problema del recorrido de ida y vuelta que apunta Pedro Gullón es que “es impopular”. “A nivel político, creo que es complicado dar marcha atrás en una desescalada, pero me temo que nadie hemos llegado a entender que esto es la nueva normalidad, un escenario flexible ante una realidad horrible, ese subir y bajar, para limitar su impacto”, apunta.
No hay, recalca, un límite a partir del cual sí se puede levantar la mano con las restricciones. “No es cuestión de 100 o 50, hay más factores en juego. El Consejo Interterritorial de Salud aprobó un semáforo con 24 indicadores para escalar y también desescalar medidas. Algunas comunidades lo están usando, como Navarra, pero en el otro extremo está Madrid, que es la que más a su aire ha ido, la que más ha costado manejar por tomar medidas que muchas veces son más estéticas que otra cosa”.
Por ello, Pedro Gullón pide responsabilidad en los mensajes que se transmiten a la población: “Se genera mucha frustración al ciudadano si parece que puedes organizar tu Semana Santa y luego no puedes. Además, por mucho que pongas cierres perimetrales a última hora, si has dejado calar la idea de “salvar” las vacaciones es imposible controlar a todo el mundo”.