La historia de Cloe y Mario o por qué hay que proteger a los menores trans
Sus madres cuentan cómo es su realidad y cómo les afecta la autodeterminación de género.
Los menores trans llevan en boca de todos desde que se empezó a debatir el borrador de la Ley Trans, cuyo anteproyecto se ha aprobado este martes en el Congreso, y que ha crispado a ciertos sectores feministas.
En España hay más de 800 menores trans y, en caso de que no hayan cumplido los 14 años, seguirán viéndose obligados a declarar ante un juez para poder hacer un cambio registral de sexo. Para Carolina Marza, madre de Cloe, una niña trans de 10 años, esto es una de las cosas que más le duelen del actual anteproyecto.
“El futuro de tu hija depende de otros, no de ti. No de que sea o no válida, buena estudiante o buena persona. Depende de otros, de un político, de un juez o de un médico forense”, explica a El HuffPost.
Para Marza, enfrentarse a la transición de su hija fue algo totalmente nuevo y que le sigue costando numerosas críticas en Instagram, donde tiene un perfil de visibilización de Cloe en el que acumula cerca de 72.000 seguidores. Allí recibe graves insultos que van desde “manipuladora” a “pederasta” por exponer a su hija como hacen cientos de influencers con sus hijos cis.
Esta red social y este perfil sirven también de ayuda para otras madres y padres en su situación. “Sin otras madres alrededor, es prácticamente imposible. Estás muy perdida. Es fundamental tener alguien que te guíe y te diga dónde conseguir el papel para cambiar el nombre en el colegio”, detalla.
Tanto para ella como para Cristina Peiró, delegada de la asociación de familias de menores trans Chrysallis en la Comunidad Valenciana y madre de Mario, un joven trans de 17 años, la transición la han pasado los padres más que los menores.
“Los padres estamos en constante conflicto con nosotros mismos, tanto mi marido como yo hemos tenido otra educación.Tienes que adaptarte y pasar por ahí. No es que lo elijas, es que es lo que hay. Cuando ves que tu hija se quiere morir y que se tiraría por un quinto piso antes de ir a la escuela con seis años dices ‘hasta aquí llegamos’, me tengo que informar, tengo que deconstruirme, ir al psicólogo y hacer lo que haga falta”, explica Marza, quien recalca que no hay otra opción ni ningún debate por la felicidad de su hija.
“Aunque todos estemos muy orgullosos de nuestros hijos e hijas, siempre hay un sufrimiento. Quienes pasan la transición son los padres, los niños están en su lugar, donde han nacido”, explica. “No hacemos más que protegerlos, pero eso no se ve y creo que hasta que alguien no está metido en una familia con un niño trans no sabe lo que unos padres llegan a sufrir”, detalla.
Para Peiró, la transición de Mario fue menos impactante, pero sí que vivió ese momento inicial de shock. “La primera vez que mi hijo me dijo que era un menor trans fue un shock, luego aceptar y luego adaptarnos. Yo no tenía conocimiento ninguno, a mí nadie me dijo ni me había formado de lo que eran las realidades trans. No es porque tuviese pudor, sino que esto no se hablaba”, señala.
“Me planté y dije: tengo dos opciones o quedarme aquí en la zona de confort, con lo que mi hijo va a sufrir, o tirar para delante y ver lo que hay fuera”, explica.
Ambas pasaron a contactar con la asociación Chrysallis, que les fue guiando en los distintos pasos a seguir para cambiar el nombre en el Registro Civil y en el colegio e instituto.
En el ámbito escolar los escenarios de Marza y de Peiró han sido muy distintos. Mientras que Cloe ha tenido que verse obligada a cambiar de colegio, Mario pudo seguir su curso en el instituto sin ningún problema.
“Cloe había empezado ya con muchos conflictos en el cole, los profesores decían que no, pero las madres me gritaban porque mi hija se había peleado con las suyas. Además, el profesorado no estaba capacitado y preparado para ver a un niño con falda. Decían ‘ah, es que es un moderno’. Si dices eso, pones el foco en algo que no es necesario, hay que naturalizarlo”, señala.
Marza señala que los colegios no suelen ser proactivos y apostar por la diversidad, salvo que “hayas dado la pataleta”. “Este es el tercer colegio de Cloe y han tenido que tener sus talleres y sus formaciones para, por ejemplo, tener en cuenta que cuando el año que viene empiece la hormonación, va a tener más cambios de humor y hay que tener un poco más de tacto”, detalla.
Para ella, lo que pasó Cloe en su infancia antes de cambiar de colegio y modificar oficialmente el nombre en la Cosellería de Educación le sigue afectando día a día. “Es una niña supercreativa y que se rieran cada vez de ella, te mina”, apunta. Pone un ejemplo muy claro, antes de transicionar, Cloe hacía anuncios publicitarios —algo que prácticamente ha dejado de hacer— y ahora no se atreve a aceptar los pocos que le ofertan. “Dice ’mamá, si lo ven mis compañeros se van a reír de mí”, señala.
“Hay que evitar que en la infancia sufran y la gente no lo entiende. No comprenden nuestra situación y que sin cuidar su infancia lo único que van a conseguir es que sufran más porque van a seguir siendo los raritos”, enfatiza.
A Peiró una experiencia anterior ya le había abierto el camino. ”Hablé con el instituto y tuve la suerte de que ya habían tenido casos, sabían cómo funcionaba, lo activaron, se pusieron a mi servicio para lo que necesitase y ha ido todo rodado”, señala.
“En el primer momento le llamaron por su nombre y le dijeron que podía usar el baño que él quisiera”, explica. También en los viajes de fin de curso, ante los que Peiró se mostraba preocupada. “Dije a ver con quién va a compartir habitación y me llevé una sorpresa porque en el centro lo hacían por afinidad, con quién te lleves mejor. Me pareció una gran idea”, detalla.
Sin embargo, Mario también ha tenido que lidiar con ciertos comentarios en su entorno cercano. “Un amigo le dijo una vez, ‘ay, es que tú nunca vas a poder tener hijos’ y mi hijo me dijo ‘mamá, mira lo que me ha dicho’, yo le dije que tenía que tener herramientas para contestar. Que él [su amigo] era el que no podrá tener hijos, los tendrá su mujer, pero mi hijo sí puede tenerlos cuando quiera”, explica.
Pese a esto, Peiró recalca que Mario es “un adolescente, ni más ni menos”. ”Él está bien, feliz, adaptado, contento. Está pasando por una adolescencia que hemos pasado todos en la que no te entiendes ni tú mismo, tienes contradicciones, piensas que el mundo está en tu contra y demás, pero las mismas que un joven cis. Tengo dos hijos mayores y han pasado por lo mismo”, señala. “Queremos lo mismo que cualquier familia: que sean felices y que tengan los mismos derechos, no hay más”, apostilla.
Una de las creencias más arraigadas entre los detractores de la Ley Trans es que los estereotipos de género en la infancia determinan si un menor es o no trans. Algo que niegan rotundamente ambas madres.
Para Marza, cuya hija inició con seis años su transición, lo más importantes es protegerles y dejarles ser como quieran. “Hay que dejar que los niños estén libres, con 2 años es cuando empiezan a verse cómo son y con 4 es cuando empiezan a verbalizarlo: soy una niña, un niño o me siento así. No hay ninguna pauta a seguir en ese momento, lo único que hay que hacer es proteger a tu menor, a tu hijo de la sociedad en la que vivimos, que por desgracia todavía no lo entiende, y dejarles”, señala.
Esta madre le quita importancia a que vistan “de princesa” o “de futbolista” ya que recalca que eso no define que un menor sea trans. “Tú puedes ir vestida como te dé la gana y no hace falta que seas nada. Tienes que proteger su personalidad, que sean y que vayan como ellos quieran”, enfatiza.
El proceso empezaría con seis años, donde si sigue con esos comentarios “igual sí es una menor trans”, pero deja claro que el trabajo anterior es muy importante. “Si la has protegido y le has dado autoestima y herramientas para que se exprese, ahí empieza a sufrir porque no se ve identificado. Cloe nos decía ‘mamá, me quiero dormir y levantarme una niña’, ‘mamá, no quiero mirarme en el espejo’ o ‘mamá, me gustaría morirme o que mi vida fuera un sueño’ Con seis años son muy maduros y se ven que no encajan”, señala.
Lo mismo sucede cuando crecen y deciden hormonarse. A pesar de que será voluntario a partir de ahora para poder autodeterminarse, los padres argumentan que en muchos casos la presión social es fundamental para que el tránsito psicológico sea más fácil.
“Hay que tener en cuenta que tenemos una presión social muy importante. Vivimos en una sociedad superbinaria, para mujer tienes que ser así, y para hombre así”, explica Peiró. “Cuando eres adolescente, que todo te afecta, tanto que si eres gorda, tienes gafas, tienes más culo menos. Sientes una presión como persona trans. Todo eso influye. Él decidió que quería y está con bloqueadores y después pasó a tomar testosterona”, explica.
En esto coincide con Marza, quien asegura que no se trata de perpetuar estereotipos sino de que sus hijos sean aceptados por la sociedad. “No se trata de que por llevar una falda seas más mujer o menos, no es eso. Es que les causa dolor, miedo, rechazo en los entornos. Ojalá no tuvieran que estar los niños en los institutos pasando por ahí, ojalá pudieran ir como les da gana. Imagínate un niño trans que no le apetece hacerse las mastectomía porque así está bien, igual que si mi hija el día de mañana no quiere operarse. Pues no se opera”, enfatiza.
En este sentido, un estudio publicado por la revista estadounidense Pedriatics señaló que los bloqueadores de pubertad habían disminuido los suicidios en el colectivo trans significativamente. Una tasa (50,3%) que duplica a la de los adolescentes cisheterosexuales (23,4%), según un estudio de la Academia Americana de Pediatría.
La hormonación también es un proceso controvertido entre los que se oponen a este la ley trans, ya que muchos argumentan que puede tener efectos negativos sobre el desarrollo del menor a largo plazo o que son los padres los que deciden sobre el futuro del menor.
Mario decidió empezar a tomar bloqueadores y hormonarse después de que Peiró y él se informaran sobre los posibles efectos secundarios. “Los médicos me dijeron que los hombres trans tienen menos problemas porque su anatomía es más fuerte, pero no se sabe a ciencia cierta. Para controlar cualquier desajuste tienen controles cada seis meses, que ningún adolescente tiene”, explica.
Además, desmiente la creencia de que esteriliza a los hombres trans. “Todo tratamiento es reversible. Si dejas de tomar las hormonas, tus características sexuales endógenas en un principio vuelven a funcionar”, explica Peiró y hace referencia a los recientes casos de padres gestantes que han podido tener hijos tras dejar de tomar testosterona.
Cloe, a sus 10 años, no ha empezado todavía con los bloqueadores hormonales, pero sí que visita al endocrino con frecuencia. “Tenemos que ir a Valencia porque en Castellón no hay ningún endocrino especialista en infancia trans, que nos hace analíticas para medir sus niveles y demás. Tiene el mismo control que puedo tener yo que tuve cáncer de tiroides”, explica.
A partir de este año empezará a tomar estrógenos, ya que antes no ha sido necesario por sus características personales. “En el caso de Cloe al ser muy rubia, muy femenina y tal, no tiene disforia y no está necesitando nada, pero en agosto o septiembre se le van a empezar a hacer pruebas porque va a tener un cambio brusco, porque así lo prevé la endocrina”, señala.
Este paso varía principalmente en función de cómo se encuentre el menor y si este sufre disforia de género. “Obvio que se le dan antes si tiene disforia porque los bloqueadores y las hormonas han venido a parar la tasa de suicidios de personas trans en la adolescencia, que es muy alta”, explica.
Marza recuerda también que los estrógenos y los bloqueadores en menores no son exclusivo de las mujeres trans y que pueden tomarlos niñas con un desarrollo precoz o con un ciclo menstrual irregular. “Eso se tiene que poner sobre la mesa”, sentencia.
Esta madre denuncia el actual desabastecimiento de estrógenos debido a la capacidad productiva de Bayer y a los acuerdos llegados por el Gobierno. Sin embargo, tal y como recuerda Abril, una joven trans de 29 años, estos medicamentos también son para mujeres cis. “Hay muchas personas que tienen voz y tendrían que apoyar, pero no conviene decir que estos medicamentos también son para sustitución hormonal en mujeres cis”, explica.
Para Marza la diferencia es clara, “una mujer cis puede esperar un poco, aunque tenga muchísimos problemas, pero una mujer trans ya no es solo que el sistema te domine, es que a nivel fisiológico y físico sienten muchísimo dolor”.
Rostros conocidos como el actor Elliot Page o la exmiss España Ángela Ponce han querido poner su granito de arena visibilizándose para que los menores trans no sufran como sufrieron ellos.
“Estas leyes van a ser responsables de la muerte de niños”, dijo Page en su entrevista con Oprah Winfrey sobre la prohibición de los tratamientos para menores en EEUU.
Ponce, quien colabora con la Fundación Daniela para ayudar a adolescentes trans, contó en una entrevista a El HuffPost que no pudo iniciar su tratamiento hormonal hasta los 18 años y tuvo que pasar varios años en una Unidad de Transtorno de Identidad de Género. “Te pasas muchos años de tu vida bajo lupa. Con el endocrino y el psicólogo, con miedo a que lo que tú digas condicione tu futuro. [...] No entiendo por qué a mí se me tiene que analizar por el hecho de ser una persona diversa. Por qué tengo que tirar a la basura cinco años de mi vida”, sentenció entonces.
Estos rostros se han convertido en referentes para las próximas generaciones, pero también Abril, quien ha conseguido trabajo pese al 85% de tasa de desempleo del colectivo y utiliza sus redes sociales para visibilizar la realidad de las personas trans. “No se merecen pasar por situaciones como las que hemos pasado nosotras, como que se te obligue por ley a estar dos años en tratamiento hormonal para cambiar tu DNI. Es algo absurdo, no es que ponga tu nombre y tu sexo y ya. Es que eso lo usas para buscar trabajo, para ir a votar, en muchas situaciones en las que eso genera discriminación”, explica.
Esta cruda realidad se plasman también las madres de los menores a sus hijos. “A mí me critican muchísimo por ser muy realista con Cloe, por ponerle vídeos, por ponerle ejemplos y decirle lo que hay. Tiene 10 años y se va a encontrar con ello”, explica.
Tanto para Marza como para Abril, el diagnóstico de disforia de género es “patologizante”, aunque en el caso de Mario, fue él mismo quien decidió aportarlo para poder cambiar el nombre en el Registro Civil. “Me dijo ‘mamá, yo lo quiero’. Esa letrita del DNI para ellos es muy importante”, explica Peiró.
Aunque esta ley trans abra camino a la autodeterminación y pinte un universo un poco menos oscuro para las personas del colectivo, todavía queda mucho por hacer. Empezando por esos menores que serán los adultos del futuro y a los que los colectivos llaman a proteger. “La base de toda sociedad son los niños”, recalca Marza.