Menéndez Salmón: "La conquista inmediata del deseo faculta la muerte del amor como concepto"
Por Winston Manrique Sabogal
Una procesión de seres zigzaguea entre la pulsión del deseo y la pulsión suicida. Es el Homo Lubitz que avanza por el siglo XXI en días de extrañeza, simulacro, decadencia, nihilismo, control, caos y belleza. Miedo. Una especie abismada en su vacío de la que Ricardo Menéndez Salmón da cuenta en su novela Homo Lubitz (Seix Barral), una de esas ya escasas narraciones de ideas que actualizan las preguntas perpetuas.
Un Homo Lubtiz que en su angustioso anhelo asfixia lo más deseado en lo íntimo y colectivo.
Ocho meses después de haber llegado a las librerías, esta distopía o alegoría moral del mundo contemporáneo no hace más que acrecentar su vigencia silenciosa y confirmar su retrato-advertencia de la sociedad. Una aproximación que empezó con su prestigiosa Trilogía del Mal (La ofensa, Derrumbe y El corrector) y que aquí se va al futuro del 2025 para iluminar el presente.
Su destello imaginativo e intelectual surgió de una explosión trágica y calculada. La que habría provocado Andreas Lubitz el 24 de marzo de 2015 cuando pilotaba el vuelo 9525 de Germanwings en su ruta Barcelona- Düsseldorf al estrellarse en los Alpes franceses con 150 personas a bordo.
El impacto de esa realidad descontrolada cogió en París a Menéndez Salmón (Gijón, España, 1971), que recuerda el hecho en este vídeo:
Aquella sensación de apocalipsis se convirtió en Homo Lubitz donde planean presencias como el artista Jackson Pollock y el cineasta David Cronenberg y mitos como el de Fausto y el vampiro. El resultado es una novela filosófica a ritmo de thriller situada en el año 2025 cuando una corporación envía a O´Hara a China a resolver unos asuntos farmacéuticos pero luego el jefe de todo, Control, le pide que localice un paisaje que aparece en una fotografía.
Winston Manrique Sabogal. ¿Qué es para usted Pollock?
Ricardo Menéndez Salmón. Para mí es una pasión fundamentalmente. Es uno de los artistas de la segunda mitad del siglo XX que más me ha fascinado, no solo por su obra sino también por su actitud ante la obra. Un tanto salvaje antes de ser consciente de estar en una tradición, pero a la vez para dinamizarla, para romperla, para llevarla más allá, para darle una especie de moderno iconoclasta.
W. Manrique Sabogal. Y en esta novela en concreto se nota esa presencia tanto en la historia narrada como en su estructura.
R. Menéndez Salmón. La parte más interesante de la creación es concebir la arquitectura del libro. Y en esta novela especialmente porque entran en consideración diversas estructuras. La novela se organiza en una especie de estructura musical, con algo de figura geométrica. Cuando pienso en la novela pienso en una especie de cono, es decir, una figura geométrica con una base muy ancha que se va adelgazando, a la vez que distintas historias van convergiendo hasta este final en punta. Aquí es decisiva la espacialidad. Una novela realmente cosmopolita. Está China, Asia en general, la sensación sobre la extrañeza. Está el mundo norteamericano con esa sensación que al menos a mí siempre me produce de irrealidad, es un mundo que he visto tantas veces reproducido que cuando uno está en él no sabe si está en un simulacro. Y está Europa representada a través de Venecia como depósito de la belleza, de la cultura, de una cierta decadencia; de esta Europa un poco exhausta en la que vivimos desde un punto de vista irrenunciable, una Europa como un enorme palimpsesto, inagotable.
W. Manrique Sabogal. En Homo Lubitz hay una singular humanidad de los personajes donde queda claro que los sentimientos son cosa seria y que no se pueden controlar en el fuero interno, aunque se diga o exprese lo contrario y se opte por una máscara.
R. Menéndez Salmón. Lo que pasa es que el mundo de la sentimentalidad es un mundo que nos produce cierta desconfianza. Quizás porque el mundo que nos rodea parece caminar en otra dirección, parece caminar en una desconfianza hacia el sentimiento, frente a una confianza en la practicidad. También porque se está reformulando la propiedad de hombre, de humanidad. Creo que la novela se asoma, como ya lo hacía El sistema, a la posibilidad de comenzar a pensar en un más allá de la humanidad, en un pensamiento post o transhumano.
W. Manrique Sabogal. Algo que ya empezó en su Trilogía del Mal.
R. Menéndez Salmón. Sí... Creo que en mis últimos libros hay una vuelta de esos temas, pero el cronomapa cambia. Mis libros se ambientaban o bien en el pasado inmediato o bien en el presente, y los dos últimos miran, en el caso de El sistema, hacia un futuro sin fechar, y en el caso de Homo Lubitz hacía un futuro que es ya hoy porque realmente diez años no es nada y al mismo tiempo es mucho.
Homo Lubitz es una novela sobre el deseo, no el deseo en términos físicos, no el deseo sexual, sino el deseo como figura universal. La época que vivimos podría definirse como aquella en la que la distancia entre la realidad y el deseo tiende a eliminarse.
W. Manrique Sabogal. Pero también potencia cómo el siglo XX, el capitalismo y el consumismo generan más ansiedad y convierte el deseo en un barril sin fondo y al ser humano en alguien insaciable.
R. Menéndez Salmón. Eso lo que genera es precisamente que la capacidad de la conquista inmediata del deseo faculta la muerte del amor como concepto. Ya no hay casi la idea de conquista, la idea de seducción, la idea de acercamiento, la idea de aproximación. Son puentes que hemos limitado por el mero tener, la mera posición, lo quiero ya y lo quiero ahora porque es posible, porque un clic me pone inmediatamente en situación de acceder a aquello. Creo que de alguna manera está en Homo Lubitz.
Homo Lubitz es, hasta cierto punto, la historia de dos hombres que lo tienen prácticamente todo, que les falta un casi y ese casi es la búsqueda en la que se empeñan. A Control le falta el casi de conocer su origen, tiene ese don inmortal, de dónde procede esa bendición-maldición, y Lubitz está obsesionado por algo que lleva desde la infancia que es la fascinación por el accidente y la espectacularidad, hasta el punto de concebir algo tan impresionante, tan radical como el final que cierra la novela. Ese casi es cuando se humanizan estos personajes.
W. Manrique Sabogal. Alegoría y filosofía hay en Homo Lubitz. Es una novela de ideas, como tu obra en general, que explora e intenta ir más allá sin miedo al reformular conceptos de siempre.
R. Menéndez Salmón. A mí la literatura que me interesa es la literatura que se interroga; que inquiere. Las preguntas filosóficas que tú insinúas son siempre las mismas. El hombre tiene una plasticidad extraordinaria y más en la sociedad en la que se forma. Pero las preguntas, el sustrato que lo vincula con sus semejantes, el sustrato que lo vincula con sus anhelos y sus temores, permanece, prácticamente, inamovible desde hace milenios. Cambian las circunstancias en las que estas preguntas se hacen, pero las grandes cuestiones siguen siendo las mismas.
W. Manrique Sabogal. Chantal Maillard y José Luis Pardo han señalado que uno de los mitos modernos que más se ajustan al presente es el del vampiro que representa, también el deseo y la eternidad.
R. Menéndez Salmón. En mi novela hay dos mitos: el mito fáustico y el mito del vampiro. Al final son mitos sobre el deseo. Son dos mitos que reflexionan sobre el anhelo de sabiduría, por una parte, y el anhelo de eternidad, por otro. La figura del vampiro sigue siendo extraordinariamente pregnante. Aunque parece imponerse otro tipo de mito en esta sociedad contemporánea, basta encender el televisor para ver la zombipización de la sociedad. Seguramente no es gratuito que abunden los zombies.
W. Manrique Sabogal. La novela también tiene referencias a la creación literaria. Sobre la crítica literaria y la literatura dice: "Los críticos se repiten; los auditorios son gregarios. Aunque la culpa no es sólo suya. La mayoría de autores crean basura. Basura estética. Basura moral. Argumentos de usar y tirar. Ahí arriba – dijo Cronenberg- se están comprometiendo millones de dólares destinados a humos. A la industria del vacío. A espejos que no reflejan nada".
R. Menéndez Salmón. Hay una industria del vacío extraordinariamente poderosa, y de alguna manera la reflexión sobre la figura de Lubitz también iba en ese sentido. Lubitz no agota la época que vivimos, pero creo que de alguna manera la época que nos toca vivir prolija actitudes y personalidades como la de Lubitz. Figuras que se mueven entre esta tentación, esta llamada del vacío en un lado y un anhelo de espectacularidad, de visibilidad. Es como si necesitáramos para llenar ese vacío que nos rodea y que llevamos dentro, esa falta de anomia, de coordenadas morales. Es como si necesitáramos rodearnos de grandes gestos, gestos espectaculares, retransmisibles, de gestos que se convierten en trending topic, de gestos que resuenen en el planeta..
Es un nihilismo que no tiene que ver con el nihilismo que históricamente se concibió, sino que es un nihilismo que nace sobre esta plétora que nos rodea pero que no nos satisface en lo más mínimo y necesita constantemente alimentarse para acabar devorándose así mismo.
W. Manrique Sabogal. ¿Es más deseo o más consuelo lo que buscamos?
R. Menéndez Salmón. No creo que sean excluyentes. La sociedad moderna trabaja fundamentalmente sobre nuestros deseos, nos convierten en animales deseantes. La consolación es la práctica de otro tipo, es una práctica más de la intimidad que seguramente cada cual reconstruye en su privacidad. No me parece que vivamos en un mundo donde se faculte un arte, una experiencia que apunte tanto al consuelo como a lo contrario, a la experiencia constante. Casi no hay tiempo para la recapitulación, por ejemplo. El consuelo necesita tiempo, necesita memoria.
Reflexionaba en estos días que la literatura se está convirtiendo en un arte antiguo, en el sentido de que va contra los tiempos. La novela, en concreto, es un recipiente que exige demanda a detenerse; demanda a pararse. Los libros necesitan calas verticales hay que pararse; no es mirar un paisaje o una filmación, es entrar en una historia, pararse, cerrar el libro, ver qué está proponiendo el autor, hacer que de alguna manera los márgenes de tu realidad, mientras dura la lectura, coincidan con los márgenes del libro. Y eso es algo que, en cierta medida, va contra el mundo que nos rodea, un mundo de constante estímulo y multitarea. La lectura no es multitarea, es todo lo contrario. Es una tarea que anula a las demás... En ese sentido puede ser un lugar de consuelo para algunas personas.
W. Manrique Sabogal. Novelas como las tuyas que son de ideas con una propuesta estética y que no abundan.
R. Menéndez Salmón. La idea es conciliar un qué se cuenta con un cómo se cuenta. ¿Por qué Coetzee es un gigante de la literatura? Porque sus libros son profundísimos, cada uno de ellos propone sobre la mesa uno o varios interrogantes irrenunciables, pero porque, además, este artista es capaz de construir en sus ficciones, bien a nivela formal bien a nivel de lengua mecanismos de una belleza asombrosa. Y es una belleza que Coetzee conquista desde la pura sobriedad. Es un buen ejemplo de la literatura que a mí me interesa. La literatura como indagación.
W. Manrique Sabogal. ¿La filosofía y las inquietudes intelectuales que ya casi no se publican han encontrado en la novela su espacio?
R. Menéndez Salmón. Efectivamente. Si uno mira la historia académica de la filosofía, por ejemplo, a partir de finales del siglo XIX la filosofía pierde su lugar y el privilegio. Pero eso no significa que desaparezca. Creo que los grandes temas de la filosofía pasan, inmediatamente al terreno de la novela que como sabemos es una disciplina con una capacidad de canibalizar todo lo que la rodea. Cuando uno lee la gran literatura del XIX es una narrativa hecha por novelistas filósofos, allí está presente el pensamiento. Las ideas han encontrado su refugio, un lugar donde disolverse, donde convertirse en ficciones a través de los grandes novelistas y ese es el lugar que seguramente desempeña.
- Homo Lubitz. Ricardo Menéndez Salmón. Editorial Seix Barral.