Megan Maxwell: "La gente me ve en plan dominatrix"
Sus novelas eróticas la han convertido en la autora española más leída, pero su nombre no suele aparecer en los medios.
"El morbo del momento es más fuerte que ella y, dispuesto a disfrutar de nuevo de su cuerpo, le doy la vuelta. Vamos hasta un aparador, donde la apoyo y, arrancándole las bragas de un tirón, me pongo un preservativo que saco de mi cartera, me bajo el pantalón y los calzoncillos y, al sentirla temblar, ordeno en su oído:
—Separa las piernas.
Con lujuria, le acaricio el trasero moreno y redondo e incluso le doy un par de pequeños azotes que me ponen a mil, hasta que el ansia me puede y, tras colocarme en la entrada de su húmeda vagina, con una fuerte embestida la penetro y ambos gemimos".
Yo soy Eric Zimmerman(Esencia)
Cuando Megan Maxwell termina de escribir una escena como esta, se fuma "un cigarrito". "Es que me quedo...", cuenta la autora con una risa picarona, sin terminar la frase.
Megan Maxwell (María del Carmen Rodríguez del Álamo, según su pasaporte) es la escritora española más leída, con más de 1.700.000 ejemplares vendidos en sólo cinco años. Sus títulos —de novela erótica, romántica y medieval— no suelen aparecer en reseñas literarias, pero el fenómeno fan que la rodea a través de foros, redes sociales y el tradiciones boca a boca es más eficaz que la mayor cobertura mediática.
Con más de 187.000 seguidores en Facebook, más de 122.000 en Twitter y más de 91.000 en Instagram, Maxwell apenas necesita publicidad. Puede encontrarse a sus incondicionales fans en cualquier parte del mundo, ya sea en el control de pasaportes del aeropuerto de Edimburgo —donde El HuffPost ha viajado con la autora— o en la sección de pollos del Mercadona, donde más fotos le piden.
Las anécdotas con sus lectores son interminables. Están los señores que en una presentación de su libro descubrieron que Maxwell era la secretaria que antes les ayudaba a recurrir multas de tráfico; o la fan madrileña que se puso a hablarle en inglés pensando que la autora era anglosajona; o la historia de aquella chica que se tatuó "Pídeme lo que quieras" —el título de una de sus novelas— en el pubis.
Quizá uno de los secretos del éxito de Maxwell sea la interacción con sus seguidores. Su cercanía y naturalidad tienen mucho que ver. La escritora se declara forofa del Atleti, amante de los animales y de los hombres de aspecto nórdico al estilo Chris Hemsworth. Maxwell tampoco tiene problema en reconocer que se compra los bolsos en el mercadillo, que ella gestiona sus propias redes sociales, que creció en un piso de Aluche (Madrid) y que hizo la carrera en la escuela "de la vida".
¿En qué se diferencian Megan Maxwell de María del Carmen Rodríguez del Álamo?
En pocas cosas. En el fondo, son la misma persona. Pero depende del contexto. Si estás en un lugar por trabajo o estás escribiendo un libro, eres Megan Maxwell. Cuando estás con tus amigos normales y corrientes de toda la vida o con tu familia, eres Mari Carmen.
Seguro que mucha gente al comprar tus libros no se imagina que la autora es española.
Sí. Cada vez ya menos, pero todavía los hay. Además en mi biografía pone que soy de padre americano, de madre española, que nací en Alemania. Además, como soy grandota, piensan que soy más guiri todavía y flipan cuando se enteran de que soy española.
¿Qué crees que buscan tus lectores en tus libros?
Lo que buscan es soñar. Soñar, pasárselo bien. Mis guerreras y guerreros, como yo los llamo, saben que escribo para que la gente sueñe y que siempre intento que los finales de mis novelas sean felices. La infelicidad ya la tenemos en la vida día a día.
Interactúas mucho con tus seguidores.
Todos los días. Yo soy quien lleva mis propias redes sociales. Se me acaba la batería del móvil constantemente (risas). Mi página web, Twitter, Facebook, Instagram... Todo lo llevo yo, porque sé que en el momento en el que no lo haga, no va a ser lo mismo. A lo mejor ese es el secreto. Se ha ido extendiendo y la gente lo sabe, así que me cuentan muchas cosas. Tengo muy buena memoria y a veces, cuando me ven y me acuerdo de sus historias, se quedan sorprendidas.
Publicando entre tres y cuatro best sellers al año, debes ser muy organizada y disciplinada.
Soy tremendamente metódica. Escribo de lunes a viernes de nueve de la mañana a nueve de la noche, aunque entre eso también atiendo redes sociales. Luego por la noche, cuando termino y ya he cenado, me siento en el sofá, cojo el iPad y sigo contestando redes sociales, porque cuando las españolas nos vamos a dormir, se levantan las latinoamericanas. Así que es continuo.
¿Algún día te imaginaste dedicándote a esto?
Para nada. Creo que lo disfruto tanto porque todavía no me creo que esto me esté pasando a mí. Nunca me lo imaginé. Para empezar, porque nunca quise ser escritora, era secretaria en una asesoría jurídica. Sí me gustaba mucho leer, pero nada más. Me puse a escribir un día porque estaba aburrida y me imaginé unos personajes, una historia y lo continué. Entonces empecé a imprimirlo, a encuadernarlo y se lo daba a mi madre, a mi tía, a mis primos, a mis amigas. Y me decían: "¡Esto mola!". Yo pensaba que nunca me iban a decir lo contrario porque eran quienes eran. Al final, la vida te va llevando por ciertos derroteros y ahora cuando lo pienso, digo: "Madre mía, quién me lo iba a decir a mí".
Supongo que de pequeña tendrías mucha imaginación.
Sí, sí. En mi casa me llamaban Antoñita la Fantástica. Mi madre me cuenta que muchas veces cuando era pequeña mentía y sabían que estaba mintiendo, pero decían: "Qué bien lo hila la jodía, qué bien lo hace". Al ser hija única, también fui la típica niña de diario. Empecé a los 11 y lo mantuve hasta los 19. Creo que rellené tres o cuatro diarios, pero cuando me independicé de casa y me fui a vivir en aquel momento con mi novio, no quise que nadie lo leyera, era algo muy mío. Así que los rompí y los quemé. Ahora lo pienso y me da pena.
¿Te costó perder el pudor para escribir literatura erótica?
Qué va. Cuando me lo propuso Esther [su editora], al principio lo rechacé. Ella me dijo que como siempre metía sexo en mis novelas, podía probar a escribir una novela erótica. Al final lo pensé bien y, como me gustan los retos, lo intenté. Escribí un libro y le encantó. Cuando me puse, busqué mucha información. La gente se piensa que todo lo que escribo lo hago. Me ven en plan dominatrix y creen que me acuesto con un montón... pero no, mi vida sexual es muy normal y corriente. Es cierto que me di cuenta de que me gustaba ir más allá de la típica escena de sexo que describía en mis otras novelas, me gustaba recrearme en eso. Cuando termino de escribir una escena así, me fumo un cigarrito, porque me quedo... (risas)
¿Cuáles son tus fuentes de inspiración: fantasías, vídeos, experiencias propias...?
Cuando escribí Pídeme lo que quieras, mi primer libro erótico, estaban mis amigos en casa, se lo comenté y me dijeron: "¡Hala, qué guarrilla!". Lo típico. Entonces les pregunté a los chicos qué era lo que más les ponía. Y todos: "Dos tías o un trío con un tío y una tía". Y mis amigas dijeron lo mismo: "Dos tíos o un trío con una tía y un tío". Así que me dieron la idea. Todo fue muy espontáneo. Cuando escribo una novela erótica, primero busco la historia. Y ya dentro de esa historia tiene que haber momentos de morbo. Siempre intento pensar qué es lo que me da morbo a mí. He visto que lo que tiene morbo para mí es lo mismo que lo que se lo provoca a muchísimas personas.
Es curioso, porque se han puesto en contacto conmigo muchos sexólogos para decirme que recomiendan mucho mis novelas. Dicen que en Pídeme lo que quieras o Adivina quién soy lo bueno es que los personajes hablan de sexo, no se callan. Cuando conoces a una persona y es la novedad, al principio está bien. Pero si pasa un tiempo y no habláis de sexo, se vuelve todo muy mecánico. Hay cosas que a ti te gustaría hacer pero no las dices por lo que pueda pensar. Los sexólogos me cuentan que recomiendan mis novelas porque los personajes se animan entre sí a hablar de sexo. Por ejemplo, en Pídeme lo que quieras, a Judith le da vergüenza decir la palabra 'follar' porque en su familia no se lo han enseñado así. Pero el otro le insiste: "¡Tú dilo, dilo cuando lo estemos haciendo, que te vas a poner más cachonda!". Entonces cuando ella le dice "Vamos a la cama" y él le responde "Vamos a follar", ella se revoluciona. Mucha gente me dice: "¡Tía, es que es verdad!" (risas).
Es interesante lo de los sexólogos.
Y aparte de sexólogos, se han puesto en contacto conmigo dueños de bares de intercambio de parejas, los swinger, para darme las gracias, porque a raíz de mis novelas ha aflorado mogollón el negocio. En las ferias de libros suelen venir dueños con un ejemplar de Pídeme lo que quieras para que se lo firme y luego lo ponen allí en el local. También me invitan, pero es que si fuera, imagínate la que se liaría.
¿Tu familia lee tus libros?
Sí, mi madre es muy lectora mía. Al principio me daba cosa y cuando publiqué Pídeme lo que quieras le dije que ese mejor no lo leyera porque era erótico y quizás no le iba a gustar. Pero se lo leyó y al acabarlo me llamó para decirme que era el que más le había gustado.
¿Y tus hijos?
Mi hija sí, porque ya tiene 22 años. Mi hijo no; sólo tiene 17 y no le llama la atención. Pero los dos están contentos porque saben que yo estoy feliz y hago lo que me gusta.
¿Qué tal llevas las comparaciones con Cincuenta sombras de Grey?
Bien, porque me están comparando con un fenómeno mundial. Cuando me llaman "la Grey española", me hace gracia. Yo leí Grey como media humanidad, pero no me terminó de gustar la actitud de ella [Anastasia Steele], que es muy sumisa. Cuando escribí Pídeme lo que quieras, quise coger a dos personas muy distintas, un alemán y una española, así que cuando él le dice que no haga algo, ella le responde: "¡¿Qué?! Voy a hacerlo el doble".
¿Tus novelas tienen una visión feminista?
Todas, en todas va la mujer por delante. Desde las eróticas hasta las medievales ambientadas en el siglo XIII. A veces me dicen que las guerreras y luchadoras que yo describo no existían en esa época. Sí que existían, pero las mataban.
¿Alguna vez te has sentido minusvalorada en el sector literario por el género que escribes?
Mucho, mucho. Porque según los culturetas, como yo digo, escribo novelita rosa. Lo que yo escribo es novela romántica, erótica y medieval. Cuando me dicen que eso no es literatura, les respondo que mis novelas tienen un principio, un nudo y un desenlace. Una vez un escritor me lo estaba rebatiendo y le pregunté de buen humor: "¿Tú para qué escribes?". Me respondió: "Porque me gusta y para que me lean". Yo también escribo porque me gusta y para que me lean, y además hago leer a mucha, mucha gente. A lo mejor él hace leer a cuatro y yo a cuarenta, por no decir otra cosa. Si de lo que se trata es de que la gente lea, yo lo consigo. Ellos piensan que lo que hago no vale, pero aquí estoy. Cada vez que me mandan una lista de autores más leídos y aparezco como número 1, me dan ganas de enseñársela a muchos. A veces me los encuentro en Sant Jordi y me miran como por encima del hombro.
¿Son hombres?
La mayoría de las veces, sí. También hay mujeres, pero suelen ser hombres, de esos culturetas con gafas que utilizan palabras rimbombantes que no hay dios que las entienda. A veces mis lectores me dicen que lo que más les gusta de mí es que escribo como hablo, que me entienden perfectamente. Es que soy muy llana.
¿Qué crees que tiene que pasar para que acaben estos prejuicios contra tus novelas?
Justo lo que está pasando. La gente decide comprar lo que quiere. No todos tenemos la misma cultura. A mí no me ha hecho falta ir a un colegio superprestigioso. Siempre he ido a un colegio público de mi barrio, Aluche, y mi madre me ha dado la cultura que ha podido. ¡Pero ole mi madre! A los 17 años tuve que dejar de estudiar para ponerme a trabajar y ayudarla. Al principio, cuando empecé a escribir, me echaba para atrás lo de que no tenía una carrera, ni estudios. Pero a veces eres autodidacta. El mayor estudio que tengo es el de la vida. A algunos les jode mucho, pero yo no me enfado. Mi respuesta es una sonrisa.
Tus lectores son mayoritariamente mujeres, pero también te leen hombres, ¿no?
Muchos, más de lo que te puedes imaginar. Lo que pasa es que los hombres son mucho más tímidos para reconocerlo en público. En privado me escriben para decirme que les ha encantado mi novela, que dónde pueden encontrar a una Judith Flores [de la saga Pídeme lo que quieras]. Cuando les digo que me hace ilusión que me lo pongan en el muro de Facebook, me responden que les da vergüenza que lo vean sus amigos. Lo gracioso es que muchos hombres empiezan a leerme por la erótica y acaban leyéndose todas las novelas, hasta las medievales.
De ahí que en tus mensajes te dirijas también a tus guerreros.
Claro, claro. Antes siempre escribía "guerreras", pero muchos empezaron a pedirme su hueco.
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A continuación puedes ver el booktrailer de '¿Y a ti qué te pasa?', la última novela de Megan Maxwell: